Escribe: Jesús Chirino Conquistado este nuevo territorio, nuestra América, los europeos se dispusieron a su organización económica. Lo primero fue el pillaje, llevarse todo lo que podían, hasta que se tornó necesario organizar la producción en estos territorios. Desde un principio la conquista española puso de manifiesto su estrategia militar y política tendiente a obtener, en el menor lapso de tiempo posible, un completo dominio del territorio y su población. Fundada Córdoba, en 1573, se comienza a desarrollar toda su zona de influencia, en la que se encontraba nuestra región. El establecimiento más antiguo de nuestra región es el situado en las tierras de los Yucat. Veamos qué dicen algunos documentos. La tierra En el primer libro de Mercedes Reales del antiguo Cabildo de la Córdoba colonial figura que el español Lorenzo Suárez de Figueroa fue el primer dueño del territorio que ocupa la estancia de Yucat. Años después, Juan López Fiusa sería el propietario que se establece en el lugar. Este llegó a ser dueño de las tierras a partir de su casamiento con Lorenza Avila y Zárate, nieta por vía materna del conquistador. A estas tierras López Fiusa sumó las que ocupaban media legua que pertenecieron a los indios Yucat que le fueron donadas por el gobernador Fernando de Mendoza Mate de Luna, según documento firmado en Santiago del Estero el 26 de abril de 1683. En el pedido de esas tierras, López Fiusa, escribió "…tengo necesidad de que Us. en nombre de Su Majestad se sirvan de hacerme merced, de media legua de tierras en contornos que fueron de los indios Yucat y de la cañada de Tiopujio i Cochecorral; por quanto a más de quarenta años los estoi poseyendo personalmente y mis ganados en ellas, como es publico y notorio; y no aver en las dhas tierras en todos estos años indios natural del dho. Pueblo, que me contradijera dha. posesión…". Avelino Ferreyra Alvarez, integrante de la orden de los Mercedarios, en su obra "El capitán Juan López Fiusa (Siglo XVII)", señala que las tierras referidas, probablemente, son aquellas en las que se sitúa "…la llamada Laguna Honda con sus bañados, y en donde se conserva un lugar que, sin duda alguna, fue enterratorio indígena; con esa adquisición, López Fiusa saneó la propiedad, pues esa media legua de tierra resultaba y hubiera sido siempre un ‘doloroso quiste’ dentro de la estancia". En relación a la coexistencia de "indios" que pudieran reclamar su propiedad, es una afirmación que debería ser entendida en el marco de las jerarquías establecida en ese tiempo. En realidad no existía mucha posibilidad de que los "indios" reclamaran mucho. La producción El establecimiento rural, manejado por López Fiusa, comercializó sus productos llevándolos hasta el Perú. Para tener una idea de cuál era la situación de esa unidad de producción podemos apelar a un documento escrito por el mismo propietario. Se trata del ofrecimiento de donación realizado, entre los años 1867 y 1690, para sostener un Hospital que sería fundado en Córdoba. Allí describe el tipo de producción que se daba en su estancia. Según el propietario decía ser el "…el dueño de las vacarisas en la jurisdicción de Cordova y tengo estancia muy capaz a do meti diez mil vacas hebras; i empece a errar sesis mill terneras, u no acabe de errar por ser mucho el terneraje; y no aver de mi Estancia del Río Tercero asta el Puerto ningun ganado mas que el mio, y a más de cien leguas de largo. En veinte parisiones de dho. Ganado, que no erre mas sino que lo fui criando, a do tenia dosientas personas que lo miraban, aziendo dos rodeios en mi estancia de a treinta mil vacas cada uno del lado del Río…" En relación a quiénes trabajaban con el ganado escribió "…en este mismo tiempo ocupaba sesenta ginetes: treinta ginetes por la parte del Sur i treinta por la del Norte". Estos hombres se hacía a la llanura con montes chatos y allí pasaban días alejados del casco de la estancia. El capitán dejó escrito "…estos andaban un mes repuntando los ganados para adentro, y al cavo de dho. mes venían a mudar cabalgaduras, para volver a su repunte". Y el ganado seguía creciendo, según decía López Fiusa: "...de dha. criacion se llenaron las pampas de ganado, gastando más de sententa mill pesos. Corri la gente que lo mirava, sin vender ya mas vacas como lo tengo provado en Cordova y Buenos Aires en diferentes procesos y declara un testigo en el Puerto que del repunte del Norte que llevaron cuarenta y quatro mil vacas a mi estancia y que los mande echar de la otra parte del Rio Tercero camino del Puerto; y dijo la verdad sin que sitase esta recogida". Harina y trigo También, según el documento, se producía harinas y grasa "… un Señor echava de n viaje sesenta carretas cargadas de arina al puerto de Buenos Ayres; que el carcamo del molino esta en pie y la piedra grande. Y no ay dificultad para que se alle pescado todo el año en el Río y lagunas llenas de pescado, de suerte que vacas, arinas y pescado lo tendrán todo en dicha estancia y cría de mulas la más nombrada y que tenía como mill milas de cria de la oja de Zeguera(¿). Campaña para criar aptamente en las cañandas obejas, carneros aparte i cabras y que ay comodidad para todo". Este documento que es guardado por el archivo de la Comunidad Mercedaria, y con la dificultad que presenta al estar escrito a la usanza de aquellos tiempos, permite hacerse una idea de cómo era la producción en la estancia por aquellos años. No es menor la mención de un viaje de sesentas carretas transportando harina, producida en el lugar, hasta el puerto de Buenos Aires. Ferreyra Alvarez, en la obra mencionada, señala que las manifestaciones hecha por López Fiusa sobre el trigo y la harina que donaría al funcionamiento de un hospital, no puede se tachado de exagerado dado que no estaba ante la posibilidad de un posible negocio. En otros documentos se vuelve a hablar de los dos grupos de 30 jinetes que cuidaban el ganado de un lado y de otro del río. Es más, el capataz de uno de esos grupos era un esclavo que trabajaba para la estancia. Pero ese dato nos introducimos en un tema que trataremos en otro artículo referido a la mano de obra utilizada en la referida estancia, dado que no debemos olvidar el trabajo de los negros esclavos africanos y los propios aborígenes.
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