La dislexia es un trastorno específico del lenguaje que genera una falta de habilidad para procesar los símbolos del mismo que son: los fonemas (sonidos del lenguaje) y los grafemas (letras del lenguaje). La persona (puede ser niño, adolescente o adulto) puede percibir adecuadamente lo que ve y lo que escucha, pero no puede pasar correctamente estas interpretaciones a las palabras y a las letras.
Existen dos tipos de dislexia, la congénita y la adquirida. La congénita se manifiesta en las primeras etapas del aprendizaje, antes que el niño logre leer o escribir, con grandes dificultades para poder alcanzarla. La adquirida puede aparecer a cualquier edad, ya que se produce como consecuencia de algún trauma (golpe) craneal que afecta el área del lenguaje en el cerebro, su sintomatología es más compleja.
A pesar, que la sintomatología no va a ser idéntica en todos los pacientes con dislexia, podemos encontrar como indicadores: retrasos y alteraciones en la pronunciación de la palabra (especialmente aquellas de gran longitud y complejidad), expresión verbal pobre y poco fluida, grandes trastornos para aprender a leer y escribir, y si lo logra, la lectoescritura es deficiente por desconocimiento de las letras, siendo frecuentes las omisiones (“marinero” por “mariero”), inversiones (“marinero” por “manirero”), sustituciones (“marinero” por “marimero”), adiciones (“marinero” por “marrinero”), alteraciones en las formas de las letras, falta de alineación de la escritura, separaciones y uniones de palabras sin sentido. También se puede observar la manipulación incorrecta del lápiz, amontonan las letras, cansancio físico del brazo y mano. Lectura con falta de ritmo, de acentuación y de entonación. Necesita un tiempo excesivo para escribir su relato (en casos extremos puede tardar entre 15 ó 20 minutos para escribir 2 líneas), también se muestran dificultades para imaginar una historia, o se siente incapaz de expresarla por escrito o reacio a hacerlo. Dificultades para aprender los colores. Hay escasa motivación, habitualmente acompañadas de hiperactividad y dificultades para prestar atención, alteraciones en la memoria a corto plazo, para orientarse en tiempo y espacio, para reconocer distintas partes que componen el cuerpo, reconocer derecha-izquierda, formas geométricas, y generalmente se manifiesta torpeza motriz. También se puede llegar a observar alteraciones en el cálculo.
No se ha podido encontrar con exactitud el origen de la dislexia; actualmente consideramos que existe una clara base neurológica y la existencia de un componente hereditario. Sin embargo, las condiciones psicológicas (afectivas, familiares, escolares, etcétera) que rodeen al niño con dislexia podrá favorecer o entorpecer lo que son consecuencias directas del trastorno.
El diagnóstico debe realizarse en conjunto. El neurólogo comenzará la evaluación realizando estudios de la imagen del cerebro, pero no existe un estudio preciso que confirme la presencia de dislexia, por lo que el diagnóstico debe complementarse con la evaluación del fonoaudiólogo, psicopedagogo y psicólogo.
En la edad preescolar se puede hablar de “predislexia” ya que todavía no se inicia la adquisición de lectoescritura propiamente dicha. Aquí se debe prestar mucha atención ya que el niño en este período escolar comete errores de tipo disléxicos a medida que va adquiriendo la lectoescritura. Mientras más temprano se pueda diagnosticar mejores expectativas de éxito tendremos. Un diagnóstico seguro se puede realizar en la etapa primaria, dado que dicho trastorno aparece con claridad entre los 8 y 13 años.
Se considera su aparición cuando existe un importante deterioro de lectura, con una diferencia de 1 ó 2 años en la capacidad de leer, en relación a la edad cronológica, edad mental y experiencia escolar.

s Claves para una consulta

Después de los 7 u 8 años usted comienza a observar:
- Errores en la lectura o aceptable lectura pero sin comprensión de lo leído, problemas en el aprendizaje de idiomas extranjeros, malas interpretaciones de consignas escritas o puramente verbales (sin indicarle algo para que visualice).
- Se lo suele tratar de vago, distraído o que intenta llamar la atención porque uno se da cuenta que puede intelectualmente, pero no lo hace exitosamente en la práctica.
- Se distrae, se muestra molesto o se comporta de manera inadecuada en el aula, especialmente cuando tiene que escribir, leer, interpretar mapas, etcétera.
- Evita leer en voz alta, usar el diccionario, se agota al escribir (ejemplo: dictado), tiene muchos errores de ortografía, falla en la ubicación temporal en sucesos de la historia o presenta errores en la localización espacial en mapas (coordenadas, puntos cardinales, etcétera).

s Claves
para actuar

- Hágale saber al niño que se interesa por él y que desea ayudarle. A menudo se siente inseguro, preocupado o temeroso de las posibles reacciones de los adultos si descubren lo que le pasa.
- Apoye sus consignas o instrucciones hacia el niño con movimientos o imágenes ejemplificadoras.
- Tenga paciencia, con tiempo y un clima emocional positivo podrá hacerlo exitosamente.
- Léale las consignas escritas o los exámenes si así lo comprende mejor.
- Evitar caer siempre en recalcarle el error, reconozca sus aspectos virtuosos.
- Elogiarlo cuando logra una tarea que le cuesta, por más tiempo que haya demorado o errores haya tenido en el proceso.
- No presionar con penitencias, retos, o palabras descalificadoras al niño en sus problemas de escritura o lectura si uno ha intentado varias veces ayudarle y no ha logrado observar cambios.
- En todos los casos, lo primero debe ser la consulta con un grupo de profesionales. En lo posible evitar consultar a profesionales por separado, busque un equipo que trabaje conjuntamente sobre este tipo de casos (ejemplo: Neurología, Psicopedagogía y Fonoaudiología). Si el niño necesita una consulta psicológica seguramente ellos se lo recomendarán.
Lic. Pablo Sebastián Arriaga
Centro de Neurología, Psicología y Rehabilitación