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Frente a frente, acusado (Christian Ozán) y acusador (Gustavo Atienza). Al final, la Cámara del Crimen absolvió al joven pintor y puso en evidencia que se realizó una mala instrucción |
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La Cámara del Crimen de Villa María puso las cosas en su lugar y absolvió de culpa y cargo a un joven pintor que nada tuvo que ver en un cuantioso asalto a mano armada perpetrado el último día de marzo del corriente año en una vivienda local.
Lo grave del caso -y lamentable- es que el muchacho en cuestión se pasó casi seis meses en la cárcel por un delito que no cometió. Y pese a que desde un principio negó terminantemente haber intervenido en el hecho, el fiscal que instruyó la causa jamás le creyó y se limitó a seguir la primera línea investigativa que encontró, según la cual el acusado quedó bajo sospecha en base a un dudoso reconocimiento.
Nos referimos a Christian José Ozán, de 25 años de edad, un pintor de obra que no registra antecedentes de ningún tipo (un dato que no es menor), y que además integra una familia trabajadora y honesta, dicho esto por los propios vecinos del barrio Industrial donde se domicilia.
Sin embargo, Ozán tuvo la mala fortuna de parecerse -al menos para una de las víctimas de aquel asalto perpetrado el 31 de marzo- a uno de los tres delincuentes que irrumpieron armados a la vivienda de Estados Unidos 419 y que, tras maniatar a los familiares de Carina del Carmen Fernández con alambre de fardo, se apoderaron de una importante suma de dinero, joyas y electrodomésticos.
Un dudoso reconocimiento
Ozán fue detenido el 7 de abril en base a un reconocimiento que, al menos para el fiscal que instruyó la causa, Gustavo Atienza, fue más que suficiente para imputarle la presunta coautoría de "robo calificado por uso de arma de fuego", delito que lo dejó tras las rejas hasta el juicio por tratarse de un hecho sumamente grave.
Pero en las dos audiencias de debate que demandó el proceso oral quedó en clara evidencia que aquella prueba en su contra era por demás endeble y verdaderamente insuficiente como para sospechar que el joven pintor haya siquiera pasado por la vereda de la casa de Fernández el día del asalto, por lo que su vinculación al hecho por parte de una de las víctimas fue un infortunado error de apreciación fisonómica. Ni más ni menos.
Al pronunciar su alegato, el fiscal de Cámara, Francisco Márquez, pidió la absolución lisa y llana de Ozán por considerar que no había pruebas para suponer que había estado en el lugar del hecho, y cuestionó indirectamente la instrucción de la causa.
A su turno, la abogada Karina Bruno, defensora del joven acusado, fue mucho más explícita y recordó que desde el primer día Christian "negó los hechos".
"Los testigos de mi cliente nunca fueron controvertidos", enfatizó la letrada y sostuvo que "las descripciones que hicieron las víctimas no se condecían con las características fisonómicas de mi defendido". Al respecto, resaltó que uno de los delincuentes tenía una estatura de aproximadamente 1,65, mientras que Ozán mide 1,82.
Bruno enfatizó que "no había méritos para una privación" de la libertad y luego adujo que "era muy injusto lo que estaba pasando en esta causa".
La audiencia había comenzado con la recepción de tres nuevos testimonios solicitados el jueves por el fiscal y posteriormente se incorporó el resto de la prueba por lectura.
Después fue el turno de los alegatos (obviamente la defensora adhirió al pedido formulado por Márquez) y finalmente el secretario Roberto Jue leyó la parte resolutiva de la sentencia dictada por la camarista Silvia Saslavsky de Camandone.
Mucha emoción
Con el veredicto absolutorio, la magistrada ordenó la inmediata libertad de Ozán, quien segundos después de concluido el juicio se estrechó en emocionados abrazos con su abogada y con su papá, su hermana y su cuñado, que habían concurrido a la sala ubicada en el quinto piso de Tribunales.
Con lágrimas en los ojos, Christian alcanzó a decir que, a pesar de todo lo que había sufrido en estos casi siete meses de angustia y dolor, no tenía ningún tipo de resentimiento para con las víctimas del asalto y mucho menos con quien lo había involucrado en el hecho, precisamente por entender que se había tratado de un error.
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