Escribe: Juan Manuel Gorno

Colón sabe lucir su chapa de campeón por experiencia, concentración, orden defensivo y una actitud batalladora innegociable que irrita a cualquier rival.
Por eso no tiene atisbos de sorpresa la victoria de 2-0 que se llevó de Tío Pujio, un reducto difícil para cualquiera.
Yrigoyen, su rival, no tuvo la altura suficiente para bajar al líder y, si bien en algunos momentos merodeó el arco de enfrente, careció de ideas para quebrar una gran resistencia “rojinegra” que se basó en la inteligencia de la última línea y la solvencia del arquero Julio Giraudo, quien atajó un penal clave cuando su equipo ganaba por la mínima diferencia.
Es cierto que ninguno pudo desarrollar un juego vistoso porque el fuerte viento se adueñó de la tarde. De hecho, en el primer tiempo, apenas se contabilizaron dos llegadas de sumo peligro sobre los arcos.
En esa etapa, Yrigoyen mostró su mejor rostro ni bien arriesgó soltando sus volantes.
Ignacio Negrini, quien estuvo atado a la marca por la izquierda, recién pisó bien el área a los 22 minutos para recibir un pase de Diego Marín y rematar sobre la humanidad de Giraudo.
Esa fue la acción más peligrosa del local, que también se aproximó con un cabezazo de Diego Pedernera (salió alto) y un disparo de Diego Acosta. Sin embargo, en gran parte ganaba siempre la defensa colonista, ayudada por la soledad en la que se encontró Marín.
La diferencia radicó en que, si bien estuvo abroquelado en el fondo durante mucho tiempo, el puntero supo pasar al ataque con la velocidad y la soltura que se requiere.
Para ello fue vital el trabajo de Diego Gabetta, quien avisó en el primer tiempo con un tiro cruzado que atrapó Ezequiel Merani y dejó su mejor repertorio para el complemento.
De todas maneras, para que el ex volante de Yrigoyen tuviera sus momentos importantes, hubo un equilibrio justo con la sapiencia de Claudio Grande (está casi siempre en la disputa de la pelota) y el empuje de los hombres de atrás.
En el frente, Leandro Grosso y Acosta también quisieron adueñarse del medio, pero debieron cumplir otros roles por la impericia en el juego ofensivo del resto.

A gritar

Con la pelota discutiéndose seguido, lo mejor era aprovechar algún tiro libre o córner. Y así lo supo Colón, que abrió el partido con el gol inicial, a los 10 minutos del complemento, después que Gabetta peinara sobre el primer palo un tiro de esquina que terminó en el botín certero de José Fernández.
Allí fue cuando reaccionó Yrigoyen, que inmediatamente debió tener un hombre de más (el juez Cavallier le perdonó la vida a Lucas Morre) y se encontró con la chance de empatar. Sin embargo, Giraudo se hizo enorme para tirarse sobre su derecha y atajar el penal ejecutado por Franco Ortiz, cuatro minutos después del gol de su equipo.
Fue fundamental el impacto de ese penal atrapado. Desde entonces, Colón cerró todos los caminos de un Yrigoyen que ni siquiera mejoró con los cambios.
Por el contrario, el equipo dirigido por Germán Vicario fue al choque sin profundidad y desperdició a Marín, quien es más importante cuando recibe la pelota limpia, no cuando debe entrar en la fricción contra los centrales, dividiendo la pelota.
Colón esperó con paciencia la desesperación de su oponente y poco a poco encontró espacios para el contragolpe hasta definir el partido.
Un centro pasado de Tomás Fernández, desde la derecha, terminó con las ilusiones del local porque Gabetta, solo, metió un cabezazo preciso, pegado al palo.
Merani no pudo llegar a esa pelota, aunque luego salvó la goleada con un par de intervenciones.
Es que Colón quiso cerrar el partido con una goleada, aunque lo mejor estaba concretado. Había expuesto su concentración, su orden, su oficio, su oportunismo, su prestancia... En fin, atributos de un buen puntero.

La figura
Julio Giraudo fue fundamental. Atrapó un tiro de Negrini muy bien en el primer tiempo y atajó el penal clave en el segundo. Igual, también se lució Diego Rivera y Claudio Grande, un “león“ del mediocampo.

El árbitro
Escribe: Jorge Candia
(instructor Nacional de árbitros)

El cordobés Martín Cavallier no trabajó conforme a la recomendación de la escuela en cuanto a las ubicaciones. Por eso tuvo dificultades en la apreciación de faltas no sancionadas. Eso le llevó a cometer algunos errores de concepto.
Una falta interpretada por él como conducta violenta (codazo de Morre a Grosso), nunca se debió amonestar. Allí corresponde la expulsión. Al sacar la tarjeta amarilla, Cavallier deja en claro su error y no procede a cumplir con la regla 12.
Posteriormente, sancionó correctamente una falta dentro del área que derivó en un tiro penal. No obstante, por el error anterior, esa decisión tomada no fue creíble para los protagonistas.
Un problema de Cavallier y de muchos árbitros es que no interpretan que la plancha, cuando hay contacto, se reanuda con tiro libre directo. Ayer el juez se repitió con los indirectos.
A favor: logró, tras el segundo gol de Colón, reorganizarse a su manera y encausó el partido.
El asistente 2, Claudio Peralta, pareció carecer de conocimientos técnicos y prácticos, al repetir toda la tarde inadecuados procedimientos con el manejo del banderín. En muchos casos, hasta llegó a confundir qué realmente pretendía indicar.