No hay quien dude que el Negro Alvarez es una marca registrada en la escena humorística cordobesa. Munido de su guitarra, a la hora de las canciones mechadas con cuentos, o en plan de performer cómico acompañado por sus músicos donde despliega su gama expresiva gestual, Alvarez plasma esa “ingenua picardía” cordobesa. Ese legado perdurable que se gestara en el acervo popular, en las propias peatonales de La Docta y que llegara a cristalizarse y pulirse en boca de catalizadores del humor que oscila entre el absurdo, el chiste espontáneo, la chispa de las anécdotas propias y el giro mordaz. Con la platea baja del Verdi casi llena, Alvarez volvió a Villa María después de ocho años para recuperar su vínculo con el público. Y a pura risa. J.R.S.
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