Maestros de la subasta. Expertos en los secretos de la comercialización, negociadores natos, excelente visión para tasar los objetos más diversos. Independientes, proactivos. Los martilleros son arte y parte de la historia del mundo, más allá de los inicios formales de la profesión.
Una historia que comenzó con la capacidad del hombre para vender y dirigir con buen olfato el manejo de un martillo (antiguamente imaginario) que se inclina al son del mejor postor.
El remate nació, según los historiadores, dos mil años antes de Cristo.
Los asirios y caldeos, utilizaban el remate en la venta de pescado y de las propias embarcaciones que los transportaban.
Los fenicios, por su lado, sabían por naturaleza la manera de colocar los productos en los lugares más remotos a través de los mares.
La civilización que ocupaba parte de lo que hoy es el Líbano, dominó el comercio marítimo del mar Mediterráneo, con sus principales ciudades en Sidón y Tiro, y con colonias en Africa, España y Sicilia, entre otras.
Con capacidades innatas para la actividad, realizaban ferias de frutas, telas y artesanías que duraban meses, donde el trueque, la venta y almoneda regían las transacciones comerciales.
Sub-hasta. Pero los Fenicios no pudieron conservar eternamente su hegemonía. El Imperio Romano llegó con su poder y dio nacimiento a una palabra que hoy está incorporada al lenguaje cotidiano.
El pueblo romano, al rematar los bienes despojados a sus enemigos, colocaban una lanza o pica en el centro del botín y vendían todo lo que estuviera bajo ella. Lanza en latín se escribe “hasta”, y debajo, “sub”, de lo que resulta la palabra raíz: “sub-hasta”.
Almoneda. Proviene del árabe (almunáda) y refiere a la venta pública de bienes muebles con licitación y puja.
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