Escribe: Jesús Chirino
Cuando el Gobierno del Estado argentino estaba usurpado por la dictadura desaparecedora de personas, robadora de niños, torturadora y asesina de tantos seres humanos, se trabajó mucho para el olvido de toda gesta que tuviera relación con las luchas del pueblo. En Villa María los representantes locales de esa dictadura hicieron su parte. Un ejemplo de ello fue la supresión del nombre “General Juan José Valle” a la calle que une el puente Alberdi con la calle San Luis.
Adolfo Jaca ejercía como comisionado municipal cuando el 11 de agosto de 1978 se inició, ante el Gobierno provincial, el expediente 1240-0001-01555/78 que tiempo después desembocaría en la resolución número 341 mediante la cual aquellos que ejercían el poder en el Estado provincial habilitaron a Jaca, autotitulado intendente municipal, a que firmara la ordenanza 1646.
El primer artículo de esa norma reza “abrógase la ordenanza 1401/73”. Mediante esta se trabajó para el olvido sacándole el nombre Valle a la mencionada calle para ponerle el de “Gregoria Matorras de San Martín”. Hasta puede advertirse cierta perversidad al elegir el incuestionable nombre de la madre del Libertador. No resulta difícil imaginar que de animarse alguien a cuestionar el cambio sería acusado de “apátrida” por oponerse a la imposición del nombre de la mujer que parió el Padre de la Patria. Al pie de esa ordenanza de la dictadura figuran las firmas del “intendente” Jaca, Daniel Pedraza en su calidad de secretario de Gobierno y del secretario General David Enrique Gancedo.
Muy distinto a cuando se impuso el nombre de Valle a esa transitada callecita por donde se sube y se baja del puente Alberdi. Incluso recuerdan algunos militantes locales que al inicio del período en que ejerció la Intendencia municipal Carlos Pizzorno, con carteles de papel pegados a los nomencladores de la calle Mitre, la ocurrencia popular designó esa arteria “General Valle”. Luego vendría la ordenanza 1401 mediante la cual legalmente se designó con ese nombre la subida al puente.
Merecido homenaje al general que fue asesinado por la autodenominada “revolución libertadora”, la misma que muchos denominaron “la fusiladora”.
Visita de
Aramburu
El 12 de junio de 1956, antes de ser fusilado por su liderazgo en la rebelión del 9 de junio, Valle escribió cartas a sus familiares y a su asesino que no era otro que aquel que usurpaba el cargo de presidente de la Nación , general Pedro Eugenio Aramburu. Este militar supo visitar Villa María en el año 1957, a poco más de un año del fusilamiento de Valle, más precisamente el domingo 18 de agosto.
En aquella oportunidad se erigió un palco frente a la plaza más céntrica de la ciudad, la misma que había llevado el nombre de Eva Perón. Allí se le rindió honores a uno de los principales responsables de los ultrajes a que fue sometido el cadáver de “Evita”. Es muy probable que los presentes no conocieran que hacía pocos días que ese hombre había decidido el robo de los restos de la esposa de otro general, Juan Domingo Perón.
En ese palco frente a la que actualmente se denomina plaza “Centenario” el comisionado municipal Isidro Fernández Núñez dio la bienvenida al visitante pronunciando una “vibrante pieza oratoria”, según recuerda Horacio Cabezas en el segundo tomo de su historia del radicalismo local. Por su parte Amadeo Sabattini ese día estuvo enfermo y no concurrió al acto.
La administración municipal, mediante el decreto 1354 serie “R” fechado el 16 de agosto de 1957, dejó escrito que se lo declaraba “…huésped de honor al excelentísimo Señor Presidente Provisional de la Nación General Don Pedro Eugenio Aramburu, con motivo de la visita que realiza a nuestra ciudad”. No pocos pobladores locales vieron con agrado la visita del militar nacido en la ciudad de Río Cuarto, expresándolo de diversas maneras. Incluso hubo quienes se sumarían al partido que formó el sector para presentarse a las elecciones que los militares habilitarían tiempo después. Hablando de aquellas simpatías que entonces despertaba Aramburu debería decirse que no todos conocían la crueldad que personificaba. También habría que recordar que el gobierno derrocado se había aislado de diversos sectores sociales. De todas maneras, en las elecciones se notaría con claridad que el apoyo que podía recibir Aramburu no era tanto.
Acerca de aquella dictadura que fusiló a uno de los líderes del movimiento del “9 de junio” podemos plantearnos que más allá de todas las diferencias políticas con el peronismo, aunque fuera cierto todo lo que se le endilgó al mismo, incluso las cosas más inverosímiles, la pregunta que surge es ¿por qué tanta crueldad? No resulta necesario negar los excesos cometidos, como tampoco poner heroísmo donde no existió, para preguntarse ¿qué tipo de excesos justifican otros aún mayores? Se fusilaron ciudadanos argentinos incluso antes que se dictara la ley marcial. Una vez más se apeló al miedo, a las medidas “ejemplificadoras”.
Tiempo después se borraría el nombre de Valle de una calle de Villa María, quienes lo hicieron eran partícipes de otra dictadura que también usó el miedo como elemento disciplinador. Ese miedo que tanto ha visitado la historia de nuestro país, quizás una manera de conjurarlo sea desandar aquello que se hizo en beneficio del olvido.
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