Escribe: Jorge Candia
(instructor nacional de árbitros)
Lo que le hace bien al fútbol: cuando un equipo arbitral se prepara, se capacita en una escuela para cumplir con su función.
En el arbitraje todo tiene un significado, hasta en las más pequeñas actitudes: el ingreso al campo de juego, con un saludo protocolar entre los jugadores y la terna arbitral, las ubicaciones que se les enseñan en las escuelas autorizadas hacen que tengan un acierto constante en la conducción.
Las faltas se sancionan de tres maneras distintas en cuanto a lo disciplinario: imprudente, temeraria o con uso de fuerza desmedida. La primera no lleva sanción disciplinaria. La segunda se sanciona con amonestación y la tercera con expulsión.
El hecho de estar en una posición fuera de juego no significa que esté cometiendo una falta. Para ser sancionada se debe observar que: interfiera en el juego, interfiera un adversario y saque ventaja de la posición. Hay un tiempo para esperar de parte del árbitro asistente hasta que el hecho esté consumado.
El tránsito diagonal del árbitro lleva al equipo arbitral a tener una comunicación constante y hace que la conducción del encuentro sea vista en todo el terreno.
Julio Fernández y el resto de la terna conocen esto y lo hacen bien.
En las ubicaciones de pelota detenida y reinicio de juego, el árbitro adoptó siempre la mejor.
Así se logra un mayor control, seguridad y acierto en las sanciones que va a redundar tranquilidad en los protagonistas, por lo que el espectador disfruta el folclore del fútbol.
Esta vez, los tres (árbitro y asistentes) hicieron un trabajo ordenado y coordinado.
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