La seña particular del humorista mendocino Cacho Garay (foto) es su "cara de póker", su aparente inexpresivo rostro, aunque en realidad sea todo lo contrario. Apenas salió a escena el sábado pasado en el Teatro Verdi largó un levísimo "ja". Se excusó: "Uy, me tenté". Con esas pequeñas sutilezas, el cómico edificó su show de largo aliento, donde mechó historias peculiares con chistes cortos, como manda la mejor fórmula del remate con efectividad. A pocos minutos del inicio, Cacho se prestó hasta para un "simulacro" con el público. "Si llegan a aparecer tarde las personas que tienen que ocupar estos cuatro lugares de acá adelante, hacemos de cuenta de que terminó el espectáculo y aplaudimos". Obviamente, la situación resultó de tal manera, con el público cómplice y los desprevenidos espectadores pecando de ingenuidad. El cuyano se apartó así de la rutina de los cómicos que apelan al gastado recurso de mofarse de los pelados de primera fila y afines.
Muecas aparte, Cacho dedicó un párrafo a la gran cantora Mercedes Sosa, quien fuera hija adoptiva de su Mendoza natal. Las lágrimas también ganaron los ojos del humorista.
JRS
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