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Miguel Mateos expresó generosamente sus sentimientos en Supper Club |
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Entusiasmado, agradecido y exaltado. Así se manifestaba el cantante y compositor Miguel Mateos el fin de semana pasado sobre el escenario de Supper Club. Ante una audiencia -que superaba las mil personas y que cuyas edades rondaban los 30 años- sintonizada en su mismo estado anímico, el solista se despachó con un extenso show que inició luego de las 2 de la madrugada.
Junto a su banda, integrada en la batería por su hermano Alejandro, Mateos realizó un recorrido por las diferentes producciones discográficas, intercalando temas melódicos con sus clásicos himnos rockeros. Lo particular del show no resultó su característico abuso de la onomatopeya tribunera a modo de arenga (el "uo uo"), sino que dividió la interpretación de su cancionero en dos: en la primera parte, rasgando sus guitarras y en la segunda sentado sobre el teclado.
En el primer tramo esgrimió, en tono épico, una de sus obras más críticas: "Los argentinitos" (no editado en nuestro país). En medio del clima pop, aportado por su último disco "Fidelidad", lanzó aquel puñal que plantea: "No manden comida a Somalía, mándenla a Tucumán; no manden ropa a Sarajevo, mándenla a Santiago del Estero". Mientras el recital avanzaba los hits aparecían, como "Bar imperio" ("dedicado a los amigos") y los de antaño: "Un poco de satisfacción" y "Cuando seas grande" (nene, qué vas a hacer), para el delirio previo al esperado "revival" de Zas. Al final, ya en los bises y hecho una sola gota de transpiración y emoción, dedicó unos párrafos musicales a sus influencias como David Bowie.
JRS
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