Aquella fría madrugada de julio en que Lorena Velozo dio a luz a su beba, la que ella, asegura, nació muerta, no se escuchó ruido alguno en la casa en la que residía, en Ticino. Así lo dijo la dueña de la vivienda, en cuyo garaje habitaba la acusada, quien trabajaba de niñera.
Cuando dejó a su hija -presuntamente muerta- en una bolsa de basura, se despidió de “manera singular”, al decir del fiscal Márquez durante su alegato. Allí colocó una agenda con espiral en la que figuraba su nombre “y dio sepultura de manera extraña para los patrones culturales de esta sociedad”. Márquez precisó que en la agenda estaba escrita una fecha, el 3 de noviembre de 2007. “¿Será el día en que tuvo un encuentro?...”, se preguntó el funcionario judicial, indicando que para él ese día se gestó a la infortunada pequeña.
Más tarde, el abogado de Velozo (el ex defensor oficial de la Justicia local), Juan Rusconi, recalcó: “Le puso una campera a la niña, hizo un pequeño duelo, colocó tres pañales. Dejó su sello: un diario personal, como hacen los seres queridos cuando despiden a alguien, dejando objetos propios” en el féretro.
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