Tercera nota y final
Confunden maldad con malicia. Lo real con la realeza. Cobardía con miedo (el miedo nace en las tripas, la cobardía, en la imaginación). Vanidad con orgullo (aquellos que no tiene nada de qué enorgullecerse, confunden orgullo y soberbia, soberbia y arrogancia... pedantería con erudición...).
Confunden los museos, las conferencias, los libros, con el shopping sólo que allí-en la estética o el pensamiento- sufren menos; miran nomás sin la frustración de comprar o no comprar. Confunden el shopping con los templos, los templos con la divinidad y la divinidad con las religiones o algo ajeno, incomprensible, sospechoso. Confunden éxito con gloria, fama con prestigio, humor con grosería, popular con populachero.
Creen en las máscaras, los años, la experiencia...
Ya lo dije, son los creyentes de toda especie de moda, por eso, complican el voto con la democracia y a la democracia con la ilusión de que alguien, algunos (y nada más que alguien o algunos), se ocupen por una vez de todo, para todos. Dan consenso al discurso, insignificancia a los actos.
Confunden disciplina con orden y orden con autoridad; el orden se sustancia en la armonía y ésta en la libertad.
Trastocan el deseo por la fantasía (el deseo actúa, la fantasía aquieta). Confunden la psicología con el psicoanálisis y ambas con los problemas del ser y el parecer. Enmarañan personalidad y temperamento, actitud con aptitud, mirar con observar, hablar con pensar.
Y todos dan lecciones y muchos saben algo, y ese algo que saben, lo debe soportar el prójimo, le importe o no le importe, pregunte o no pregunte... porque confunden la parte con el todo, la idoneidad con el diploma, la táctica de lo dialéctico con la estrategia del amo.
Opinan, ordenan, se legalizan, se postulan y no le vengas con la claridad, ni con las decisiones irrevocables que, esas son cosas de idealistas, románticos o de esa pobre gente que no sabe trepar la fangosa montaña donde resbalan, casi todos, hacia la indignidad, el olvido.
Y entre tantos dilemas, urgencias, malestares, me confundo yo, se confunden ustedes... y para colmo, el viento, que vendría a ser una impertinencia o un confuso desacuerdo del planeta.
Entonces, dejo aquí estas palabras, sabiendo que lo único cierto, definitivo, puro, es el silencio, la duda, la vacilación, ir para adentro y salir con uno mismo hacia los tratos con la imposible condición de ser humanos.
Alejandro Schmidt
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