Escribe Juan José Coronell
Especial para EL DIARIO
A unos 8 kilómetros de Ischilín por la ruta a Ongamira se encuentra Loza Corral, un pueblo donde la tranquilidad se une a los pocos habitantes del lugar, que reflejan la tradición, la forma de vida rural y su cultura. Para los que lo visiten, Loza Corral presenta en su cielo intensos colores que producen verdadero asombro; ya que condensa los matices más increíbles, cuando las nubes se van tiñendo de rojos, azules y dorado. El aire puro y la serenidad junto con los paisajes y sus tonalidades, permiten las mil y unas postales naturales en ese punto de Córdoba.
Muchas personas se enamoraron especialmente de este lugar, y entre ellas una buena cantidad de pintores que se habituaron a las visitas y las estadías. Porque como sostuvieron los que saben, siempre buscaron la belleza pero no la efímera, sino la interna, que trasciende; la que es propia de algunos lugares de Córdoba. Por allí debe pasar la explicación de porqué estos artistas las volvieron eternas con sus pinceles
El pintor
Así sucedió con Fernando Fader, uno de los artistas y paisajistas más importantes que conoció el país. Córdoba no se equivocó en considerarlo uno de los más importantes en su especialidad. Y él tampoco, al elegir estas zonas para vivir.
Cuenta la historia que en 1916 el pintor llegó a Ischilín luego de que le diagnosticaran tuberculosis y sólo seis meses de vida por delante, cuando solamente tenía 33 años, sin saber que viviría 15 años más gracias al clima del lugar, su vitalidad y el paisaje que lo inspiraría.
Dos años más tarde se radicaría para siempre en Loza Corral o “Huerta encantada”, como a él le gustaba llamarla.
Su casa y el museo
Fernando Fader eligió esta comarca para situar su casa, pero no sólo escogió el lugar, sino que también se involucró en el diseño. Por la herencia de su padre, en ingeniería llevó adelante la construcción que dio como resultado un complejo arquitectónico que no se ajusta a un estilo definido.
Así, además de los paisajes, el turista puede acceder a esta casa que hoy en día es museo. El visitante se verá impactado por la extensión de los jardines escalonados y con un sistema de riego y de agua corriente que datan de 1919. Una cantidad de espesos árboles rodean la casona.
En su interior se presenta una pintura decorativa (en lo que era el comedor), y en su estudio, donde llevara a cabo sus obras. Se pudieron rescatar muchos objetos personales -más allá de las pinturas- como cartas y centenas de libros a los que el público puede acceder.
La familia Fader fue propietaria durante varios años de la casona que hoy en día es parte del Estado provincial y forma parte del Patrimonio Cultural de Córdoba.
En fin, esa tuberculosis que le habían detectado y que se curó con los aires de Loza Corral y de Ischilín, fue el motivo para que agradeciera de una forma única e irrepetible: la de su pintura. Y el mejor agradecimiento a él es admirar su obra y su casona en este pueblo perdido en el norte. La propuesta es internarnos en su intimidad, su fuente de inspiración, sentir un poco de nostalgia y poder dejarse llevar con la interminable belleza de las serranías cordobesas.
Tel. oficina de Turismo: (03521) 420020/4200967
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