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“La educación y el castigo no son compatibles, por eso hay tensiones e intereses cruzados entre la institución educativa y el servicio penitenciario”, señaló Scarfó |
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El jueves comenzó a dictarse en el Inescer el extensivo seminario-taller denominado "La educación pública en la privación de libertad".
A su cargo se encuentra el licenciado Francisco Scarfó de La Plata, quien desarrollará -junto a su ayudante Inda Albertina- los módulos de contenidos en cuatro encuentros presenciales, cuyas últimas jornadas se realizarán el 3 y 4 de diciembre.
En diálogo con EL DIARIO, el especialista trazó diferentes lineamientos preliminares sobre esta práctica que "recién se comienza a abordar sistemáticamente".
"En realidad hay más preguntas que respuestas", indicó. "Lo que tratamos de hacer como educadores es intentar que la vida adentro de la cárcel sea lo más parecido al afuera. Está el riesgo de terminar convirtiéndose en una burbuja o de naturalizar el discurso institucional. Además, hay muchos docentes que creen que la educación es para la rehabilitación y resocialización de los presos cuando en realidad nuestro objeto es el desarrollo integral de la persona. No somos médicos que vamos a curar, tal vez facilitadores de concepciones para que formen en alguna medida como sujetos de derecho autónomos y responsables".
Educación y castigo
Consultado sobre la evolución de la educación en los contextos de privación de la libertad, el licenciado precisó: "La intervención con los sujetos en la cárcel se dividió en la religión, el trabajo y la educación. El trabajo consistía en picar piedras y hacer labores que nadie hacía. Estaba más ligado al sometimiento, al control y al disciplinamiento. Luego pasó a ser una intervención más 'curativa', donde a los presos se los abordaba desde la educación especial. Ultimamente se lo configuró al sujeto adulto como privado en libertad, desde la concepción de la educación como un derecho humano. En ese sentido, es un avance importante que además está en el articulado de la Ley de Educación", reseñó.
¿Qué tiene que hacer un educador dentro de la cárcel?
- En realidad no hay herramientas específicas o diferentes a lo practicado afuera. Vos le das matices particulares, teniendo en cuenta cuestiones de seguridad (no podés trabajar con elementos punzocortantes, por ejemplo). Pero cuando tenés un problema con un alumno lo tenés que arreglar ahí en el aula, porque el castigo a veces es usado como la privación de otro derecho o beneficio.
¿Cuánto hay de prejuicios en la práctica diaria?
- Hay dos tipos de prejuicios. Los que dicen “estos tipos son insalvables, no sirven para nada” y los que señalan “qué buenos tipos que son”, como si fueran sacerdotes que le enseñan qué tienen que hacer. Lo que siempre está presente es el pensamiento de que adentro está lleno de hijos de puta. Seguro que hay como en la calle también. Un gobernante corrupto también lo es.
¿Cómo se relaciona el educador con la institución carcelaria?
- Está basada en acuerdos, porque se trata de dos objetos encontrados. La educación y el castigo no son compatibles, por eso hay tensiones e intereses cruzados, como toda institución que convive con otra.
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