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2 de Noviembre de 2009
Vóley - Germán Grunauer
“El deporte fue mi escuela en la vida”
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Grunauer, en la ciudad se reencontró con sus amigos y muchos recuerdos

A mediados de los años ´80, un jugador de corazón villamariense, luego de jugar para el Nacional los intercolegiales y para Rivadavia como federado, llegó a Ferro, luego a la selección juvenil argentina. Su carrera siguió en el voleibol suizo, donde fue siete años titular del seleccionado de ese país: Germán Grunauer recordó su historia junto a EL DIARIO

Entrevista: Gustavo Ferradans
(de nuestra Redacción)

Germán Grunauer ocupa un lugar importante en el deporte villamariense, pero quizás muchos no conocen o recuerdan su historia. Radicado en Suiza desde hace un par de décadas, estuvo de paso por unos días por esta ciudad y se reencontró con amigos y recuerdos.
Jugador de vóley, primero en el Colegio Nacional en los intercolegiales, luego en Rivadavia en la Federación Cordobesa, jugó en el Ferro de Buenos Aires de fines de los´80 ganando un Sudamericano de Clubes, luego la selección juvenil argentina y posteriormente el destino lo llevó a Suiza, donde siguió jugando en la Liga mayor de ese país y hasta fue integrante y segundo capitán del seleccionado de aquella república Helvética.
Para muchos, fue el antecesor de Guillermo García, y el primer jugador local que trascendió las fronteras. Con 42 años, visitó la ciudad junto a sus hijos Penélope (9 años) y Nicolás (8), nacidos en Ginebra y Nueva York, respectivamente, para festejar los 25 años de su Promoción 1984 del Instituto Rivadavia, y habló con EL DIARIO.

Hoy es una destacada figura de un banco suizo. Radicado en el país europeo, Germán Grunauer nos contó de sus recuerdos como deportista, de sus inicios, su vida en Europa, y de Villa María.

¿Cuándo comenzaste a jugar?
“Empecé a jugar al vóley en el Colegio Nacional junto al profesor Pablo Natali y por esos años perdíamos siempre los intercolegiales con Rivadavia. Jugaba con mi mejor amigo, Enzo Costamagna, que sigue viviendo acá, él era armador y yo pegador. En los intercolegiales Con Enzo dijimos: ‘Vayamos a Rivadavia, para aprender, con Chiche (Bravo)’, que era toda una personalidad. El Nacional en ese momento estaba muy alineado al gobierno militar. Había cosas que eran cuestionables. Mis viejos se dieron cuenta y me mandaron a otro colegio que me abriera más la mente. Hicimos en el Nacional hasta tercer año, y los dos últimos años del secundario los hicimos en Rivadavia. Ahí empezamos la escuela de Chiche.”
¿Y quiénes jugaban en aquel equipo de Rivadavia?
“El equipo tenía dos pares de mellizos, Roberto y Pío Ambrosini y los dos Flucsia. Estaba también Javier Aldeco, entre otros. Allí tuve que pagar el derecho de piso. El resto del equipo había estado en otros provinciales, estuvo en nacionales. Ellos estaban empezando a jugar en la Liga Cordobesa y yo dije “también quiero estar”. Se entrenaba todos los días, y jugábamos todos los sábados. Llegamos a quinto año y se hace un campeonato Nacional en Rosario, y para mí fue como la revelación.
De pronto, uno jugaba en Córdoba, habíamos ganado el torneo de cadetes, categoría donde marcábamos diferencia, en juveniles estábamos ahí y en primera no tanto.
Cuando fuimos a Rosario, descubrí que había otro mundo, nos encontramos con equipos como River o Ferro. En ese torneo quedamos como 20 entre 60. No era un mal resultado, pero cuando Alejandro Ambrosini nos dijo que íbamos a ir a ese torneo, nos entrenábamos como locos, pensando que teníamos alguna chance de ganar. Lo que no sabíamos era que había equipos que hacía muchos años que estaban entrenando, mucho más que uno, que eran más altos y más fuertes. Allá vino el shock de la realidad. Perdimos con River en la zona y ellos jugaron luego la final con Ferro que le ganó 3 a 0 con mucha claridad. Nosotros mirábamos desde la tribuna y no podíamos creerlo. Yo estaba afligido, y no recuerdo si fue Aldeco o Roberto Ambrosini que vino y me dijo ‘Kraus’ -me decía así por el actor Germán Kraus-. No te hagás problemas, el año que viene capaz que volvemos y nos metemos dentro de los diez. Y yo le respondí: yo el año que viene voy a estar ahí. El me dijo, que no vamos a llegar nunca a la final. Y yo le dije “no entendiste, el año que viene voy a estar ahí, jugando para Ferro”.
¿Y entonces?
“Por esas cuestiones mis viejos se fueron a vivir a Buenos Aires apenas terminé la secundaria y lo primero que hice fue buscar el teléfono de Ferro. Me dijeron que el vóley tenía su último entrenamiento a las 18 horas. En ese momento empezaba el receso. Subí al tercer piso de Ferro y ahí había un señor sentado. Era el entrenador “Chiche” Lozano. El estuvo muchos años en Ferro y después se fue a Italia. Me preguntó cuándo medía y le respondí 1,98 (en ese momento medía 1,95, pero le mentí un poco. Le dije que jugaba en Rivadavia de Villa María. Creo, era el 13 de diciembre de 1984. Me dijo que volviera el 5 de febrero que iba a participar con 20 chicos de un entrenamiento y alguno quedaría. Y me recomendó que entrenara un poco. Durante las vacaciones iba a correr varias veces, pero el 5 de febrero cuando fuimos a la prueba, nos mataron. Yo jamás había entrenado con esa intensidad. Dos horas de físico, luego salir a correr. Ahí comprendí que era otro nivel. Quedamos tres y me pagaron el pase. Otra vez tuve que pagar el derecho de piso. Reaprender la técnica, porque ellos hacían ejercicios específicos para cada gesto”.
¿Ahí llega la chance de la selección argentina?
“Al año y medio que estaba allí vino el entrenador de la selección argentina juvenil. “Manzana” Roitman y me convocó. Fue justo un tiempo antes del conflicto entre la Confederación y la Federación. Jugamos varios torneos. Cuando estábamos por ir al Sudamericano, los clubes no largaron los jugadores y no pudimos viajar. Paralelamente se empieza a jugar la Liga Nacional. Vuelve Castellani, Kantor, Conte y a cada uno lo ponen en cada club. A Ferro llegó Hugo Conte, que era el mejor en todo sentido, un ejemplo, un fenómeno como jugador y como persona. Yo empiezo a jugar en la primera de Ferro a los 18 años, había chicos de mi edad y otros más grandes, como Coria y Getzelevich, que tenían 26 años”. Jugamos la Liga y fuimos a dos Sudamericanos de Clubes. A uno lo ganamos y al otro lo perdimos con Brasil 3 a 2. Ganarle a Brasil después de siete años fue una emoción enorme, para mi fue un gran momento, sentimos una satisfacción enorme porque uno siente que Brasil era el enemigo”.
¿Y cuando te vas a Suiza?
“En ese momento se plantea que me iba de vacaciones a Suiza, mi hermano estaba allá. Y el entrenador del seleccionado argentino juvenil, que en ese momento era Luis Muchaga, me dijo que si me iba, había veinte pibes esperando mi lugar. Yo le dije que siempre me había entrenado para jugar, y le propuse entrenarme en Europa. El pensaba que yo me iba de joda. Faltar a un entrenamiento del seleccionado era un pecado y yo estaba condenado a muerte por no poder estar. Muchaga acepta que me entrene y me propone probarme a mi regreso. Yo llego a Lausana y mi hermano me consigue que entrene en el equipo de la ciudad que jugaba Liga A1 de ese país. El entrenador acepta que entrene junto a ellos y al segundo entrenamiento le preguntó a mi hermano si yo no quería jugar ahí. Me ofrecían un contrato como a los extranjeros. El club está entre los 3 ó 4 equipos más fuertes y además tiene Universidad. El primer contrato fue modesto: departamento, auto, dinero y me pagaban los estudios en la universidad. Hice un Master en Finanzas. Primero estudié francés, dos años intensivos. Luego empecé este Master de cinco años, tres años era la Licenciatura y los otros dos una Maestría. Paralelo a esto estaba jugar al vóley.”
¿Y cómo te fue?
“Ahí volvió a repetir la historia. Me convocan de la selección suiza, que está en un segundo escalón. Jugué preolímpicos, copas europeas de selecciones y de clubes. Enfrentamos a equipos como el Treviso de Luciano Benetton, que era como una selección mundial. Los mejores de Italia, un brasileño y un holandés. Era como estar en Disneylandia, “nos mataban a palos” y nosotros nos admirábamos cómo jugaban. Tuve la segunda estadística de ese partido detrás del italiano Bernardi. Yo siempre digo que son dos partidos que se juegan. Uno el de los dos equipos y el otro que uno juega contra uno mismo. Tengo recuerdos muy lindos. En el partido de vuelta en Ginebra, le ganamos un set. Es una experiencia inolvidable, para aprovecharlos y crecer.”
Seguí contándome de la selección…
“Allá la temporada se juega entre abril y setiembre. Mientras estudiaba jugaba en los viajes, jugaba con la selección, realizaba ejercicios de matemáticas. Mi carrera me llevó un año más por ese motivo. Con la selección jugábamos copas europeas, preolímpicos, pero nunca clasificábamos. Teníamos siempre en la zona o a Grecia, Rusia, España. Era difícil pasar. La experiencia fue buena. Yo trataba de superarme y crecer. Buscar superar mis límites. Esas experiencias me ayudan hoy, cuando miro para atrás, cuando siento la presión de mi trabajo, que bajan los mercados un 20% y no me asusto. Jugué entre el ‘90 y el ‘97 en la selección y era el subcapitán.”

¿En qué otros clubes jugaste en Suiza?
“Jugué en LUC (Lausana Universidad Club) y Chenois. En LUC jugué cuatro años. Al segundo año sugerí que contrataran a Guillermo Martínez, que lo conocía de Ferro y la selección argentina. Ganamos las ligas del ‘90 y ‘91. Hacía 20 años que no ganaban. Era una fiesta la ciudad. Siempre con esa mentalidad argentina de decir ‘y por qué no vamos a poder a ganar’. Hacía siete años que ganaba otro equipo que era de una universidad que tenía jugadores norteamericanos nacionalizados suizos. Nosotros llevábamos el equipo adelante. La hinchada termino gritando cuando algo no salía “carajo” o “puta madre”. El suizo es tranquilo, casi inexpresivo y de pronto gritaban eso. Nadie entendía qué significaba carajo y lo gritaban con total tranquilidad. Ese fue un gran momento de mi vida deportiva, que algo cambió y crecí.
Yo estudiaba, salía de mi curso, cruzaba la calle y frente al lago, un lugar de ensueño, estaba el polideportivo donde entrenábamos. Iba con mi bolso. Después de ser campeones me quisieron bajar el contrato. Yo les dije que era injusto porque entendía que deberían pagarme más. Ellos nunca pensaron que yo me iría por mis estudios. Ahí llamé al presidente del Chenois, les pedí el mismo contrato, tuve que cambiar el auto porque el sponsor era otro y me ofrecieron pagarme los desplazamientos para que siguiera estudiando y premios por ganar.
Chenois venía de ser penúltimo y ese año ganamos la Copa Suiza. Era el capitán del equipo. La serie final fue contra el LUC y la ganamos 3 a 0. Volvimos a ganarla al año siguiente. Los del LUC estaban locos. Y otra vez se repite la historia. La hinchada empezó a gritar “carajo” y “puta madre”. Fue muy lindo. En el ‘92 y ‘93 fueron dos años que salía de entrenar, hacía una hora de ruta, estudiaba en Lausana y volvía a medianoche. Ese sacrificio ya lo hacía cuando jugaba en Ferro y yo vivía en Palomar. Tenía una hora de viaje hasta de ida y de vuelta, en tren y colectivo.”

¿Después volviste al LUC?
“Jugué dos años en Chenois, con un entrenador polaco. Otra escuela, de Europa del este, Muy laburador, un juego más físico. Luego me piden volver y regreso al LUC. Ahí gano las dos ligas y la copa, hicimos doblete. Y luego de dos años nuevamente regresé al Chenois. En ese tiempo ya empiezo a trabajar en la UBS (Unión de Bancos Suizos).
Cuando jugaba en Suiza no había problemas pero cuando era afuera del país, a mi jefe no le gustaba tanto. Y me tenía que tomar los días sobre mis vacaciones.
El banco te exige mucho. En el 2000 me ofrecen irme a Nueva York para trabajar con el mercado de América Latina y para desarrollar en particular México. Justo nace Penélope, mi hija mayor. Con una hija, entendí que terminaba una etapa. Mi último partido fue una semana después que ella nació, y a los pocos días me estaba subiendo al avión para irme a Nueva York.”

¿Cómo ves el proyecto del SOS Villa María?
“Antonino Conti, a quien tuve como entrenador en Ferro, me contaba el proyecto. Es un lindo proyecto, a mi me alegra. El objetivo no es ganar este año. Es a largo plazo.
Siempre tiene que haber una relación con el objetivo que te pongas y que sea realizable.
El objetivo no debe ser tan alto, porque eso genera presión, stress y frustración
Hay que hacer objetivos realizables, a corto plazos para que eso se vuelva adrenalina y ganes el partido. El stress te paraliza. Creo que Villa María tiene que estar orgullosa de tener una escuela, que un día va a ser campeona, y que queremos que siga saliendo campeona. De esta ciudad salieron buenos jugadores y van a seguir saliendo. Villa María puede ser un semillero para el país.”

¿Te ayuda para tu trabajo toda la experiencia vivida en el vóley?
“Lo vivido en el vóley me ayudó desde mi primera conferencia que di en el banco. Esa experiencia me ayudó. El deporte fue como mi escuela en la vida. El deporte te ayuda a comprender y aceptar el error del otro. El espíritu de equipo se trabaja. Hay que tener tres cosas: técnica, táctica y el team inspire.
La selección argentina de fútbol no tiene las “Tres T”. Le falta táctica. Le queda poco de team inspire. Si tenés las tres balanceás. El deporte te ayuda a comprender y aceptar el error del otro. El espíritu de equipo se trabaja. Hay que tener tres cosas: técnica, táctica y el team inspire.

¿Que impresión te llevas de Villa María?
“A la ciudad la veo linda. Me sorprendió la cantidad de negocios de ropa, no sé si se justifica. La veo limpia, comparada con otras ciudades que conozco y algo ordenada. Me encantó la costanera. Se ve un poco de progreso y nuevos edificios.
Villa María no perdió su esencia. La familia sigue con esa mentalidad protectora, es una ciudad con personalidad.
A mis hijos siempre les hablé de Villa María, del colegio Rivadavia, de mi perro, del campo, de mi casa en calle Buenos Aires. Ellos tenían una alta expectativa. Fue emocionante encontrarme con viejos recuerdos. Conocimos el colegio, el gimnasio, se hicieron amigos de los hijos de mis amigos y en la fiesta de la promoción me entregaron el diploma. Para ellos también una buena experiencia.
Vine a reencontrarme con amigos y afectos, a redescubrirme. A recuperar cosas que se me fueron de la mente.
Yo vine a los 20 de la Promoción, vine solo y me había encantado. Fue una experiencia muy linda. Fue como subirse a la máquina del tiempo. Me sentí chico nuevamente. Te hacen acordar de muchas cosas. Me movilizó mucho. Es bueno dejar buenas marcas por donde uno pasa. Mis hijos se sorprendieron de la relación de la gente. Ellos que vivieron en Estados Unidos, su relación con las maestras en la guardería era muy cariñosa, cuando llegamos a Suiza, le fueron a dar un beso a su maestra, ella le dio la mano.
Mis hijos veían que acá todos se abrazaban, que los varones se saludan con un beso. Que a ellos también los besaban y abrazaban. Pensaban que era raro, pero lindo. Ellos estaban chochos. Se hicieron amigos de los hijos de mi amigo Enzo Costamagna. Me llevo algo muy grato, me reencontré con mis recuerdos.”

Sus datos

Nombre: Germán Grunauer
Nació en: Gualeguay (Entre Ríos), hace 42 años.
A los cuatro meses se radicó con su familia en Villa María.
Dos hijos: Penélope (9) nacido en Ginebra, y Nicolás (8), nacido en Nueva York.
Actualmente vive en Rolle, cerca de Ginebra, en Suiza.
Estudios primarios: Instituto del Rosario.
Estudios secundarios: en el colegio Nacional hasta tercer año, y luego en Rivadavia. Estudios universitarios: Maestría en finanzas en la Universidad de Lausana, Suiza.
Como jugador de vóley:
En Argentina jugó en: Colegio Nacional en intercolegiales; Rivadavia en intercolegiales y Federación Cordobesa; Ferro de Buenos Aires, selección argentina juvenil.
En Suiza: en el Lausana Universidad Club y en el Chenois (con ambos fue varias veces campeón).
Integrante entre 1990 y 1997 del seleccionado suizo.
Un dato: “Gualeguay es mi ciudad natal, nunca más volví. Yo me siento un villamariense más”.

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