1878-2009, 5 de noviembre

A 131 años de su captura, el jefe “Pincén” vive en la lucha por un país igualitario y multicultural.

Hace 131 años, el jefe aborigen Pincén, tras su última batalla contra sus enemigos “huincas” era aprisionado por coronel Villegas, del Ejército, en el Paraje Licaucha, cerca de la laguna Malal (Toay, La Pampa) y luego, siguiendo la misma suerte que compañeros de origen, confinado por el Gobierno de la Nación a la isla Martín García, separado de sus hijos y de su familia, la que fue apropiada y repartida entre las familias ricas de Buenos Aires para su provecho.
Probablemente Tehuelche mestizado, vino al mundo en el año de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires (1807), cuando sus paisanos de la “Pampa” y “Patagonia” estaban desde hacía dos siglos influidos por los “Mapuche” (Gente de la Tierra), provenientes del otro lado de la cordillera andina y habían ya incorporado a su cultura los caballos y vacas que había dejado el conquistador español Mendoza en la zona del “Río de la Plata”.
“Pin-Then” (“Amante de sus Antepasados”) nació en su “Patria Aborigen” casi al mismo tiempo que la “Patria Criolla” del 25 de Mayo, las cuales pronto empezarían a competir porque las dos vivían del ganado “cimarrón”. Los estancieros (Rosas, su mayor representante), provistos por los “gauchos” instalaron “saladeros” y vendían a Inglaterra principalmente cueros (tres millones de piezas sólo hasta 1810), también tasajo y sebo.
La Patria de Pincén, por su parte, vendía ganado en pie a los chilenos, además de comerciar con los “fortines” y aldeas, cazar para sus vaquerías e integrar a veces sus ejércitos. Había abierto sus ojos en Carhué (Buenos Aires), capital de la “Confederación de las Salinas Grandes”, la gran alianza de cacicazgos autónomos dirigida desde 1834 por el legendario Calfucurá (Piedra Azul) y de la cual Pincén formó parte peleando bajo sus órdenes con lanceros propios.
Los combates armados más conocidos que protagonizó Pincén “por seguir siendo” junto a su “Gente de la Tierra”, fueron librados durante el auge exportador de lana principalmente a Francia (1850-1880), en el período en que la oligarquía inundó con sus ovejas los últimos reductos pampeanos, patagónicos y fueguinos de libertad indígena. El avance del capitalismo apuró las batallas, las que fueron registradas por sus enemigos militares en sus partes de guerra. Ellos nos dicen que el 8 de diciembre de 1876, 300 “araucanos” comandados por Pincén (y secundado por Manuel Grande, Ramón Platero y Tripailao) entraron por Chiquiló (Junín), perdiendo 30 hombres en la retirada. Que continuando las acciones de Namuncurá, del 20 de abril de 1877, Pincén atacó al comandante Donovan, cerca de Puán (Buenos Aires). Luego, unido a Juan José Catriel lo vuelve a enfrentar.
Que la represalia llegaría el 16 de noviembre de 1877 cuando el coronel Villegas, en los Montes de Malal, le produce por sorpresa 80 bajas a Pincén, cayendo en la persecución también Catrenao, su brazo derecho.
A partir de entonces Pincén se debilita y es empujado al interior de La Pampa. El poder indígena se iba achicando por agotamiento y hambre. El fusil Remington, el tabaco, alcohol, tisis y viruela hicieron el resto del trabajo. Y 1878 empezó con la muerte del legendario “Piedra Azul”.
El Toqui Pincén continuó, con mayor autonomía, ejerciendo territorialmente su cacicazgo que llegó a abarcar el norte de las actuales provincias de La Pampa y el sur de Córdoba; el que paralelamente a la “Confederación Ranquel de Leuvucó” y otras seis más, representaron la última expresión de resistencia organizada aborigen contra la invasión Huinca.
Ese mismo año, durante la Presidencia de Avellaneda, el general Roca se hace cargo del Ministerio de Guerra y lanza un plan de desgaste, antes de la solución final.
Así se llegó al 5 de noviembre de 1878, último combate para Pincén, donde es capturado junto a otros 20 de sus hombres.
Su toma fue un duro golpe para todos sus paisanos. Ochenta días después en la laguna Maracó, las tropas lideradas por Lemor, su último capitanejo, son derrotadas definitivamente.
Para comienzos de 1879, Pincén, Epumer y Catriel estaban prisioneros, después de 400 de los suyos caídos en batalla y 4.000 capturados. De abril a julio de ese año, la primera etapa de la “conquista del desierto” produjo en total 14.152 bajas indígenas, quedando sólo restos aislados de las tribus de Pincén.
Libres aún, otros continuaron la lucha hasta que pudieron. El ranquel Baigorrita hasta julio de 1879, el araucano Namuncurá, Foyel e Inacayal hasta 1884 y, más al sur, el Tehuelche Sayhueque hasta 1885, fecha de finalización de la segunda etapa del genocidio.
Pincén, “el cacique más temido de las pampas” sigue vivo en la Historia. Es que ese “temor” que provocaba en personajes como Roca, autor de la frase, era por su negación, a diferencia de otros jefes de su misma época, a reconocer el poder de la “Patria Criolla”, al no haber firmado nunca un acuerdo con los gobiernos provinciales y nacionales, contra los cuales peleó toda su vida.
Pero en el Bicentenario del nacimiento de la “Patria Criolla”, se hace imprescindible destacar una frase suya: la definición de “indio argentino” que dio sobre él mismo al espía y periodista Francisco. P. Moreno durante su cautiverio, sintetizando los dos mundos que le tocó vivir, su anhelo integrador que no pudo lograr.
Su último nombre fue “Vicente Pincén” y las últimas palabras que se le escucharon fueron: “Yo pelear con los huincas porque estas tierras y lo que en ellas hay, son de mi gente, somos dueños”. No tiene partida de defunción ni tumba conocida. Es otro desaparecido a la fuerza de nuestra Historia.
Que el rescate de la memoria de Pincén sirva para reflexionar sobre cómo se construyó la “Nación Argentina”, cómo la necesitamos plural, y cómo quieren seguir construyéndola todavía los poderosos.

Néstor Gea y José Fernández “Pincén” Comisión “19 de Abril”,
integrante de la Red Solidaria “Samijyé” (Nuestros Semejantes)