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5 de Noviembre de 2009
Pena unificada de nueve años para un músico riocuartense
De exitoso pianista a homicida, “gracias” a la maldita cocaína
Franco Dilascio lo tuvo todo, o casi todo: talento, amor, familia, dinero... y de pronto, la droga y la ruina. Y lo perdió todo, o casi todo. Hasta que mató a otro adicto de una puñalada. Ayer lo condenaron. Pero tiene una oportunidad...
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Franco Dilascio, el pianista y saxofonista que fue condenado a nueve años de prisión por la muerte de un joven que, como él, estaba internado en el Hospital Vidal Abal de Oliva por ser adictos a la cocaína

Cuando una noche de verano el baterista de la banda mexicana le ofreció por enésima vez probar cocaína y el pianista, finalmente, aceptó la propuesta, no imaginó que estaba iniciando un largo y sinuoso camino que tiempo después lo llevaría a perder a su mujer y a sus hijas, que su salud se iba a deteriorar hasta límites insospechados y que terminaría apuñalando mortalmente a otro adicto a las drogas.
La conmovedora historia de este músico riocuartense se ventiló ayer en la sala de audiencias de la Cámara del Crimen de Villa María, donde Franco César Dilascio Spina, de 31 años, reconoció su culpabilidad en el hecho que le costó la vida a Ismael Julián Buratti, de 25 y oriundo de Río Tercero, quien murió nueve días después de recibir la letal puñalada, cuando se hallaba internado en el Hospital Regional Pasteur.
Por un lado, los fríos números de la Justicia dirán que, tras su confesión, Dilascio fue declarado autor responsable del delito de “homicidio simple”, por el que se le impuso una condena de ocho años de prisión, aunque dicha sanción fue unificada con otra que tenía pendiente desde mediados de 2006 (dos años en suspenso por un robo), por lo que se le aplicó una única pena de nueve años de cárcel.
Por otra parte, en la sala de audiencia ubicada en el quinto piso de los Tribunales locales se conocieron detalles de la vida de un hombre joven, emprendedor y talentoso que “gracias” a la maldita cocaína terminó convirtiéndose en un despojo humano que lo perdió todo y que, por si eso fuera poco, acabó con la vida de otro muchacho, más joven aún, que también estaba dilapidando sus días a partir de un doloroso “romance” con la seductora “novia blanca”.
Dos vidas arruinadas a partir de una aventura que -se sabe- tiene un mismo punto de partida. Pero, como se advierte en esta tristísima historia, con un final devastador: por un lado, el abandono, la soledad, la cárcel; por el otro, sencillamente la muerte.

s Pelea y muerte

El hecho que se juzgó en la víspera tuvo como escenario la Unidad de Alcoholismo y Drogadicción del Hospital Neuropsiquiátrico “Dr. Emilio Vidal Abal” de la ciudad de Oliva y se produjo poco después de las 9 de la mañana del lunes 5 de mayo del año pasado.
En una de las habitaciones del pabellón estaban Buratti y otros tres internos. De pronto llegó Dilascio (según declaró durante la audiencia, fue “mandado” por un enfermero para que le moviera la cama al joven riotercerense y luego le diera algunos cachetazos “para despertarlo”) y se produjo un incidente que no tardó en pasar a mayores.
Hubo un forcejeo y en un momento Buratti le aplicó un golpe de puño en la nariz que hizo sangrar al músico. Esta circunstancia puso fin momentáneo a la pelea, ya que Dilascio se retiró de la habitación y fue hasta la cocina en busca de dos cuchillos.
Cuando regresó, se abalanzó sobre su adversario y luego de arrojarle varios puntazos, uno lo alcanzó en el pecho, a la altura del corazón. Malherido, Buratti bajó las escaleras y se desvaneció.
Trasladado de urgencia al Hospital Pasteur, estuvo internado en la Unidad de Terapia Intensiva nueve días y murió a raíz de un paro cardíaco el 14 del mismo mes.

s La confesión

Pese a los efectos soporíferos de la medicación que le suministran en el penal de Bouwer, donde se encuentra alojado, Dilascio confesó con indubitable claridad su responsabilidad en el hecho. Es más: dijo comprender perfectamente la criminalidad del acto cometido, aunque se excusó al señalar que no había querido matar a Buratti.
Aunque por momentos balbuceando, el músico se tomó su tiempo para repasar los hechos de aquella fatídica mañana, aunque también repasó parte de su exitosa vida antes de ingresar al submundo de la droga.
“Me hago cargo de que yo lo maté... pero no estaba en mis cabales, no lo quise matar”, comenzó diciendo Dilascio, con lo que luego dio paso a que el juicio fuera de trámite abreviado, es decir sin la recepción de pruebas testimoniales en la sala de audiencias.
“Estoy muy arrepentido de lo que hice”, se lamentó más tarde, para luego implorar: “Quiero rehabilitarme... quiero estar con mi familia, quiero recuperar a mi mujer y a mis hijas”.
Dilascio se casó en Monterrey, México, con María Dolores Bertoni Carvajal, y con ella tuvo dos hijas. Según declaró el pianista, su mujer y una de las chicas continúan radicadas en aquella ciudad y otra de las jovencitas, supuestamente, se encontraría domiciliada en Lima, Perú. Aunque buscando en Internet “saltaron” otras historias (ver nota aparte).

s La buena vida

Además de ser pianista, Franco cursó estudios superiores de saxofón. Y gracias a la música, no sólo se ganó la vida (y buen dinero) en México, sino también en los Estados Unidos y Costa Rica, además de la Argentina, todo esto -claro está- antes de caer en la debacle de la droga.
Llegó a ganar 500 dólares por actuación en aquellos piano-bar donde se presentaba. También supo tocar para más de un millar de personas y hasta dio clases de música particular.
De aquellos buenos viejos tiempos sólo queda el talento oculto en sus manos temblorosas, y la esperanza de recobrar parte de lo mucho que ha perdido cuando recupere la libertad, si es que el difícil encierro carcelario (tratamiento para las adicciones de por medio) le permite volver a desandar el mundo de la música que sigue añorando.
Aún bajo los efectos de los sedantes, Franco hace cuentas, y pregunta: “¿En cuánto tiempo más voy a poder pedir la libertad condicional?” Y el secretario de la Cámara responde: “Con los dos tercios de la condena (es decir, seis años) vas a poder salir”.
Como Dilascio lleva detenido un año y medio por el homicidio y pasó otros cuatro meses por aquel robo de 2006, en total completa un año y 10 meses, por lo que le quedarían cuatro años y dos meses de encierro para seguir soñando con la libertad.
Pero por ahora es sólo eso, un sueño de libertad...

Daniel Rocha

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