La sequía reinante es notable. No hace falta ser un gran experto para advertir que los espacios verdes y el arbolado público están debilitados por la carencia de lluvias. Y cuando nos acercamos al río, la evidencia es más notable. Apenas unos centímetros de agua yéndose a través de inmensos bancos de arena.
En la calle los vecinos se preguntan cuándo va a llover, pero lamentablemente tenemos que decirles que la situación no mejorará sólo con las lluvias, dado que es un cúmulo de factores el que nos ha llevado a esta situación.
Las crisis hídricas son recurrentes. Ocurre que desde hace unos años vienen sucediéndose cada vez con mayor intensidad y este año aparenta ser uno de los peores de la historia, si ya no lo es.
Es indudable que existen los ciclos hidrogeológicos a que nos vemos sometidos históricamente, sequías extremas se han sucedido a lo largo de nuestra historia. Pero en esta ocasión las condiciones ambientales y sociales no son las mismas que hace varias décadas. No es necesario centrarse en cuestiones lógicas que repercuten en un aumento del consumo del agua, como puede ser el crecimiento de la población y las actividades industriales, pero sí es necesario analizar algunas políticas y coyunturas de la última década:

1- La crisis hídrica debe ser contemplada desde lo macro en el cambio climático. Científicamente probado, el clima está cambiando y Argentina no es una isla.
El 90 % del país está en un severo grado de sequía, en algunas provincias no llueve desde hace 8 meses. Desde el año 2003 Argentina ha entrado en una etapa de sequía que, según los expertos climatólogos, se quedará un largo tiempo. Se estima que unos 19 años más. Los estudios provienen del Laboratorio Climatológico Sudamericano y se basan preponderantemente en un enfriamiento de los océanos en sectores tropicales y subtropicales y una baja anual de las precipitaciones de hasta 200 milímetros desde 2003.

2- Urbanización descontrolada en la zona serrana. Nuestro acuífero subterráneo nace en la sierras de Córdoba, que es la zona más descontrolada en cuanto a planificación urbanística. La ecuación es simple: si ponemos cemento, tapamos la tierra y sacamos árboles; si tapamos la tierra y no hay árboles que retengan agua... cuando llueve se escurre superficialmente, por lo tanto se resienten los sistemas acuíferos.
Normalmente, las urbanizaciones en áreas frágiles están asociadas a grandes grupos económicos, como el fallido intento del grupo Eurnekian para urbanizar los predios del ex Batallón 14, o los countries que consumen tres veces más recursos hídricos que los barrios comunes.
La urbanización descontrolada es una constante en todas las sierras, tal como expresó recientemente Marcelo Colombatti, director del Plan Provincial de Manejo del Fuego: “Ni un solo municipio adoptó un ordenamiento territorial adecuado, por lo que se sigue edificando en zonas de monte en las cuales es muy difícil combatir las llamas”.

3- Uso del suelo, desmontes e incendios forestales. Directamente relacionados estos tres factores afectan negativamente a los recursos hídricos. Desde la implantación del modelo sojero por parte del gobierno de Carlos Menem, la situación del uso de la tierra cambió para siempre en nuestra provincia y en la mayoría del territorio nacional.
Miles de hectáreas desmontadas y una práctica agrícola intensiva, en algunos casos con riegos fuera de cualquier lógica ambiental, hacen que hoy padezcamos las tormentas de tierra más intensas que se hayan registrado en nuestro territorio.
La popularmente conocida Ley de Bosques, salió de manera tardía (y apurada por el desastre de Tartagal) por parte del Gobierno nacional. Hoy a nivel provincial la Ley Complementaria está en la unicameral para ser tratada con dos proyectos bien distintos: uno realizado por la Comisión de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (COTBN) formada por ONGs, universidades, FAA, campesinos, etcétera, y otro proyecto elevado por Cartez y Sociedad Rural. Lógicamente esta última coalición deja más territorio librado al desmonte.
Los incendios, muy difíciles de prevenir, acrecientan el impacto de los desmontes, miles de hectáreas deforestadas producto del fuego, casi siempre provocado por personas de manera intencional.

El gobernador Juan Schiaretti propone una solución simple: un acueducto desde el Paraná para abastecer las poblaciones más afectadas. Sin restar importancia a este aspecto técnico, el gobernador se ha limitado a tomar medidas que tienen que ver con lo inmediato y no solucionan el problema de fondo. Las medidas hasta el momento son cortes, multas, cepos para grandes consumidores, educación, etcétera. Sin lugar a dudas son necesarias, pero nada se dice de los temas mencionados precedentemente, salvo por supuesto por la Ley de Bosques que está tratándose y continúa generando polémicas.
Lo cierto es que hay una postal recurrente en el territorio provincial: diques con un nivel bajísimo por debajo del normal, ríos que apenas son un hilo de agua, importantes ecosistemas como Mar Chiquita al límite del desastre ambiental, etcétera.
Nuestro querido río Ctalamochita no es la excepción y, como en un efecto dominó, su cauce también se ve afectado. El motivo principal es que los embalses que lo regulan (de Cerro Pelado, de Río Tercero y Piedras Moras) no tienen el nivel suficiente para enviar agua a su bajante.
Actualmente la mayor cantidad de flujo de agua está destinado a la Central Atómica Central Nuclear Embalse por el lógico riesgo que significa la actividad nuclear.
Para una cabal idea de la situación basta recordar que el Río Ctalamochita es el más caudaloso de la provincia. Imaginemos entonces al resto de los cursos de agua…
Además, sabemos que la sequía no terminará aunque comience a llover regularmente por la misma inercia que tienen los ciclos. Estamos con 200 milímetros de lluvia por debajo de la media para la época, el proceso llevará varios meses o más.
Más allá de lo que podamos hacer cada uno de nosotros en cuanto al racionamiento del agua, la verdadera solución pasa por mantener las fábricas de agua de nuestra provincia que son los montes nativos. Aplicando fuertes sanciones a la tala como lo viene haciendo la Secretaría de Ambiente, pero dando un marco legal a la problemática, sancionando la Ley de Bosques provincial cuanto antes, dado que su sanción ya se ha estirado demasiado.

Luis Tuninetti