Ni los movimientos sociales acampando frente al Ministerio de Desarrollo Social, ni el anuncio de nuevas movilizaciones esta semana reclamando una distribución equitativa de los planes anunciados, pudieron poner paños fríos a las disputas de espacios políticos que diversos dirigentes (ases de la espada) vienen protagonizando en los últimos tiempos.
Los índices de pobreza, la caída de la actividad económica, las escuchas telefónicas, el aumento del costo de vida, la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores no han sido razones suficientes para lograr que los representantes de la “gloriosa” Nación decidan dejar sus diferencias de lado y estrechar lazos en políticas comunes de Estado.
Parece no importar las largas colas para pedir la asignación universal por hijo que deja al descubierto la matriz de una realidad de injusticia social que muchos prefieren ocultar.
En medio de este clima huracanado, la disputa entre el gobernador Juan Schiaretti y el intendente Eduardo Accastello subió de tono.
Y el nuevo hospital, prometido hasta el cansancio, se convirtió en el trofeo de guerra. Schiaretti redobló la apuesta y en Luca anunció que el 9 de diciembre se abrirán los sobres de la licitación. El centro asistencial es una necesidad urgente para la región y es lamentable que se utilice para medir el alcance de las armas en el campo de batalla del nivel más bajo de la política.
Es de esperar que la obra se concrete, más allá de las disputas de quienes se adjudican el padrinazgo de la criatura. Un padrinazgo, que en realidad le pertenece a la sociedad en su conjunto que luchó para arrancar la promesa.
En las últimas horas, el intendente villamariense se sumó al operativo clamor para que Néstor Kirchner siga en la conducción del Partido Justicialista a nivel nacional. Los ecos de la derrota del pasado 28 de junio han caído en el olvido y esperan el regreso del renunciante antes que la interna entre en ebullición, con un Eduardo Duhalde cada vez más metido en la guerra con el kirchnerismo.
Otro capítulo de las disputas por el poder que nos encuentra generalmente en la calidad de espectadores y en la última fila.
Mientras se afilan las espadas y se lustran los escudos, el Gallego de la Sota se ha propuesto “la unión” del peronismo. “El Concejo Nacional del partido, del que no formo parte, no funciona, no se reúne, ni tiene un plan para exigir al actual Gobierno que escuche la voluntad popular, ni para prepararse para el año 2011”, tiró el ex gobernador que aún mira con cariño la posibilidad de llegar al Sillón de Rivadavia.
De pronto, y mientras recorre el territorio cordobés, afirmó que “trabaja para la unidad del peronismo”.
Sería bueno que comenzaran a trabajar en la unión de los argentinos, pero claro eso forma parte de otra película.
La única película que hasta el momento no vimos.
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