El odio bajo la kipá
El rabino Sergio Bergman pasó otra vez por Villa María dejando su prédica de odio y desprecio. Si viviera en Israel seguramente no podría andar de gira mediática pues ocuparía su tiempo en colaborar con el levantamiento del muro que sentencia el apartheid de los palestinos. El es de esa calaña. De los judíos que argumentando el Holocausto están haciendo otro Holocausto con Palestina.
Pero el rabino vive en la Argentina y como tiene vocación de constructor trabaja activamente, recorriendo el país, para alzar otro muro; junto a las intelectuales Mirtha Legrand y Susana Giménez, entre otras figuras, llama desde los medios a levantar un muro contra la inseguridad pero desde la represión, no de la inclusión social.
Cualquier alianza le va bien, al rabino; hace poco encabezó un acto con el sojero que en épocas agitadas se disfrazaba de paisano, Alfredo De Angeli, y el patético piquetero Castells en contra de la ley favorable a la democratización de la comunicación social. Siempre está en contra de lo que está a favor.
Pero antes de venir a nuestra ciudad estuvo en Carlos Paz y junto a él se mostraron el legislador juecista Rodrigo Serna y el pastor Daniel Anone. Cualquier compañía le viene bien al rabino de la derecha más oscura.
En Villa María se lo vio junto a gente de la Pastoral Social de la Iglesia Católica (¿?) y dirigentes de la Fundación del Banco público de la Provincia de Córdoba (¿?), lo que manifiesta la obviedad de las intenciones políticas, de baja calaña, del rabino porteño.
Y aquí, en tierras ctalamochitanas, sin tapujos trató a los villamarienses de idiotas, porque lo que dijo ofende la decisión soberana del pueblo que ratificó, hace poco, con su voto, al Gobierno del intendente Eduardo Accastello.
El rabino no fue al barrio San Nicolás ni al San Martín ni a Los Olmos ni a otros extramuros de Villa María donde las obras públicas y sociales que el Gobierno municipal realiza junto al Gobierno nacional como parte de un proyecto de inclusión social -esencia del peronismo- dignifican a la gente, a preguntar qué opinan de la gestión municipal. Seguramente tampoco van a esos sectores quienes lo acompañaron en su estelar presentación en el Verdi, aunque en la misa del domingo se golpeen el pecho con unción cristiana.
El irrepresentativo rabino es un crápula mediático que usa la religión para predicar en contra del Gobierno nacional y a favor de los intereses sectoriales de la oligarquía argentina que sí representa.
En nuestra ciudad, el hombre que comparte el cenáculo de la derecha política con Mario Vargas Llosa, José María Aznar, Marcos Aguinis, Vicente Fox y ex presidentes golpistas, dijo: “El problema no es político ni social, es psiquiátrico. Vos no podés suicidar a un país inhabilitándolo en su riqueza”.
Si fuera un hombre de bien, tendría que haber dicho: “Vos no podés plantear el problema de la inseguridad sin proponer programas de inclusión y distribución de la riqueza, porque la otra alternativa es salir a matar pobres”.
Alguna vez se autodefinió como discípulo del rabino Marshall Meyer, quien llegó a la Argentina desde EE.UU. en los años ‘60 y fue un noble defensor de los derechos humanos, así como propulsor de una gran renovación del judaísmo latinoamericano y una de las personalidades que con mayor empeño defendió la vigencia de las libertades individuales durante la dictadura iniciada en 1976; con el advenimiento de la democracia en 1983, fundó el Movimiento Judío por los Derechos Humanos y fue miembro de la Conadep. Bien, esto escribió la viuda de Meyer en carta dirigida al diario La Nación: “Su diario ha presentado al rabino Sergio Bergman como discípulo de mi difunto esposo, el rabino Marshall Meyer: nada más alejado de la verdad. Le puedo asegurar que los actos y posiciones políticas del rabino Bergman están en las antípodas del pensamiento de Marshall Meyer. A mi esposo le daría vergüenza saber que un rabino como Bergman propuso cambiar la palabra libertad por seguridad en el Himno Argentino. Tampoco hubiese aceptado compartir un estrado con Juan Carlos Blumberg mientras anuncia su intención de coartar las libertades individuales. Quienes conocimos a Marshall sabemos que, como parte de su fe religiosa, estuvo en la Plaza de Mayo junto con las Madres durante la dictadura y visitó cárceles donde recluyeron a Jacobo Timerman y a tantos prisioneros políticos. Le ruego que deje de utilizar la figura de mi esposo sin conocer ni su obra ni sus verdaderos discípulos”.
Judíos, católicos, evangélicos, naturalistas -llamados ateos- tiene visiones distintas sobre los procesos políticos, aun sobre sus propias religiones o filosofías. Por eso es oportuno reproducir lo que otro rabino, en este caso Hugo Presman, le dijo en carta abierta al hombre que vino a Villa María de la mano de algunos que no pueden militar entre la gente y lo hacen con estos espurios personajes como Bergman: “¿Sabés una cosa, Sergio? No te reconozco. Y sin embargo estás igual. La misma kipá multicolor. La misma buena oratoria. Tu rostro joven. Sí. Estás igual que cuando pedías justicia por las víctimas del criminal atentado contra la AMIA. Ahí en plaza Lavalle frente a Tribunales. Cuando eras un referente de Memoria Activa. Junto a Diana Malamud y Laura Guinzberg. Pasó mucho tiempo. Por eso tal vez se me confunden los tantos. Pero si mal no recuerdo te referenciabas en Marshall Meyer, el rabino que acompañaba a las Madres en los años de plomo, en sus rondas alrededor de la Pirámide de Mayo. Aquél al que un día se le acercó un padre cuya hija estaba desaparecida y le dijo: Marshall ¿qué haces aquí? ¿Tenés un hijo desaparecido? No, le respondió. Estoy aquí porque vos tenés un hijo desaparecido. Estás igual y sin embargo no te reconozco a pesar de la misma kipá multicolor. Dejaste plaza Lavalle y reapareciste en la plaza del Congreso colocándote en el palco a la derecha de Blumberg. Cambiaste a la libertad del Himno repetida tres veces por la seguridad por triplicado. Y eso no es muy republicano... Ya no estás en Memoria Activa. Ahora militas en Amnesia Activa. Y vos, Sergio, el que tenía como referente a Marshall Meyer, al humanismo judío, el de la kipá multicolor, hoy bendecís a muchos de los discriminadores. Hablás de nuestros hermanos del campo. No te referís a los peones rurales. A los pequeños y medianos propietarios por fuera del modelo sojero, a los campesinos sin tierras o expropiados de la zona no pampeana. A ellos no los ves. Los ‘hermanos del campo’ son Biolcatti, Miguens, Llambías, Grobocopatel. Te convocan a dar charlas de la Mesa de Enlace junto a Vicente Massot, el sólido cuadro intelectual y propietario de Nueva Provincia, tradicional vocero de la Marina, que justifica la tortura, defiende el terrorismo de Estado y minimizó el Holocausto... Pareces la versión religiosa en envase judío de Elisa Carrió. Por eso dijiste ayer: ‘Hay una Argentina que puede ser República después de Néstor’. Créeme Sergio que no te reconozco. Aunque estés igual... No te reconozco Sergio Bergman. Te ha encandilado el vellocino del oro mediático. Cada vez más cerca de los poderosos. Remplazaste el Antiguo Testamento por el diario La Nación. Cada vez más lejos de Dios si éste existe. Que él, que contempló impávido Auschwitz y la Esma, los bombardeos en Gaza, en la Plaza de Mayo, las atrocidades múltiples y tus involuciones, te perdone”.
El rabino que pasó por Villa María, no reza; escupe la peor de las ideologías de derecha que anidan en su cabeza cubierta por la kipá multicolor.
Rubén Rüedi
Director de Patrimonio
Histórico de Villa María
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