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“Derecho a recibir una educación que fomente la solidaridad, la amistad y la justicia entre todo el mundo”. Miranda, 11 años |
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El 20 de noviembre ha quedado institucionalizado como el Día Internacional de los derechos del Niño o Día Universal de la Infancia.
Es una fecha que nos hace recordar que un niño no es solamente un ser frágil que necesita que se lo proteja, sino también una persona que tiene el derecho a ser educado, cuidado, protegido dondequiera que haya nacido. ¡Y es más!, un niño es una persona que tiene derecho a divertirse, a aprender y a expresarse. Todos los niños tienen el derecho a ir a la escuela, a recibir cuidados médicos y a alimentarse para garantizar su desarrollo en todos los aspectos.
El 20 de noviembre de 1959 (hoy hace cincuenta años) se aprobó en las Naciones Unidas la Declaración de los Derechos del Niño que reconoce la ciudadanía de los niños y niñas y se tienen en cuenta tres aspectos fundamentales:
*El derecho a ser protegido de ciertas conductas (abandono, malos tratos, explotación...).
*El derecho a acceder a ciertos beneficios y servicios (educación, atención sanitaria, seguridad social...).
*El derecho a realizar ciertas actividades y a participar en ellas.
La Declaración de los Derechos del Niño consta de 54 artículos y vienen agrupados y enumerados de la siguiente forma:
*Derecho a la igualdad
*Derecho a la protección.
*Derechos a la identidad y a la nacionalidad.
*Derecho a tener una casa, alimentos y atención.
*Derecho a la educación y a la atención especial a los niños con capacidades diferentes.
*Derecho al amor de los padres y la sociedad.
*Derecho a la educación gratuita y a jugar.
*Derecho a ser el primero en recibir ayuda.
*Derecho a ser protegido contra el abandono y la explotación.
*Derecho a crecer en la solidaridad, la comprensión y la justicia entre los pueblos.
La Convención de los Derechos del Niño fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, hace 20 años. Es el conjunto de normas acordadas que deben respetar todos los países que la firmaron y ratificaron.
Sus artículos proponen nuevos aportes a los contenidos en la Declaración de los Derechos del Niño de 1959. Fundamentalmente avanza en el aspecto jurídico, al hacer a los estados firmantes “jurídicamente” responsables de su cumplimiento.
El 20 de noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante su resolución número 836, recomendó que se instituyera en todos los países el Día Universal de la Niñez o la Infancia, el que se consagraría a la fraternidad y la comprensión entre los niños del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños, niñas y adolescentes del mundo.
Desde la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, celebramos este día y estimulamos a cada lector a asumir el compromiso de respetar y hacer respetar los derechos de nuestros niños, niñas y adolescentes, a fin de construir un mundo más justo y más pacífico.
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH),
Delegación San Martín,
Villa María
Provincia de Córdoba
@Palabras necesarias
Comparto con todas y todos aquellos que siguen cuidando a los constructores del “hombre nuevo” esta experiencia que me permite sentirme confiada por un rato.
Hace unos días, en la puerta de una escuela una mujer de unos treinta y pico acompañada por dos nenes me preguntó si era Virginia Casas. Ante mi respuesta me dice “¿No se acuerda de mí?” Sus ojos eran enormes, oscuros, sonreían a pesar de mi penoso olvido.
“Soy Isabel B”.
La vida corrió veloz para atrás. Isabel era una nena de 12 años que iba poco a la escuela, que cuando llegaba al aula estaba cansada, no entendía, se olvidaba.
La abuela de Isabel -único adulto de la familia- era ciega, juntas recorrían todas las dependencias municipales, Cáritas, y los comercios solidarios pidiendo algo para seguir en pie.
Isabel era su lazarillo; mientras caminaban le informaba sobre las personas con las que se cruzaban, los posibles lugares donde podrían darle algo: comida, remedios, ropa, chapas, colchones.
Caminaba con su abuela todo el día y al llegar a casa, le hacía la comida y cuidaba a sus hermanitos menores. Algunas veces Isabel escribía algo ilegible en su cuaderno, que nunca era suficiente para pasar de grado.
En mi querida Escuela N°2 decidimos que no podíamos arreglar la vida familiar de Isabel, que otros eran los responsables de tanta indigencia; pero sí podíamos cambiar la frustración de no aprender.
Y lo hicimos. Isabel terminó su escuela primaria, sabía leer y escribir, los números los manejó siempre.
La abrazo y vuelve a ser una nena de 12 años.
Le dice a sus hijos “ella era mi maestra”. Yo era Orientadora Educacional y sin embargo la escuela nos alumbra a todos como maestras y maestros, lo cual es una certeza que se resiste ante la fragilidad posmoderna.
Isabel sonríe aún más y me confía: “Vivo con un hombre bueno, me trata bien, trabaja, tengo dos chicos, me estoy haciendo la casita. Los chicos van a la escuela .... no les gusta mucho pero yo les digo que tienen que ir para ser buenos en la vida”.
Nos volvemos abrazar.
Seguramente todas y todos necesitamos una vez al menos, la experiencia de encontrarse con un constructor de futuro y sentir que “Hasta la victoria siempre” sigue vigente.
Virginia Casas
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