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20 de Noviembre de 2009
Opinión
En el laberinto de espejos
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“Y por encima de estos espejos, el gran espejo...”

Escribe: Prof. Gerardo Russo (*)

Y sí, como dice Dolina, los argentinos hace casi doscientos años que nos miramos en los espejos para saber quiénes y cómo somos. Primero nos reflejamos en España, después en Inglaterra, la bella y culta Europa, y desde no hace tanto en Estados Unidos.
Y sí, mientras muchos no lo saben y los que sí se hacen los distraídos, los fabricantes de espejos siguen inundando el mercado con espejos que deforman. Y a pesar de ser un país mayoritariamente “morocho”, nos devuelven la imagen de musculosos “rubios de ojos azules”.
A poco de ingresar en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, el espejo de los pocos que tienen mucho les devuelve la imagen del país del Centenario, con un proyecto basado “en el desarrollo hacia fuera” y en la agroexportación, cuyas rentas excepcionales son apropiadas exclusivamente por los sectores con capacidad de exportar. Un país que para consolidarse necesitó del estado de sitio, las dictaduras y la represión permanente de los sectores populares.
Un país en el que el espejo de la clase media refleja una imagen dual. Por un lado el período 1990-2003 en el que fue sometida al más brutal proceso de empobrecimiento que haya sufrido este conjunto heterogéneo de sectores: pobreza económica, pobreza de ciudadanía y pobreza de futuro; y por el otro, su recuperación con fuerza no sólo desde el punto de vista económico, sino sobre todo desde lo anímico y lo simbólico producido durante estos últimos años. La imagen de su espejo refleja también el individualismo que la caracteriza como clase, su indolencia por la suerte de millones de argentinos que aún no salen de la pobreza, su indiferencia por la tasa de ganancia extraordinaria de los sectores más acomodados mientras ellos continúen en la espiral ascendente y la rueda de su posibilidad de consumo no se detenga.
Y por encima de estos espejos, el gran espejo, ese que todos los días desde amplitud y frecuencia modula, desde canales de aire y de cable, desde gráficos medios e Internet, se nos presenta como “el espejo de la realidad”. Ese espejo al que ya no le alcanza “el periodismo independiente” para defender los intereses de los que más tienen, para organizar la oposición a todo intento de redistribuir los ingresos más equitativamente y amplificar las voces opositoras al Gobierno nacional; sino que también debe recurrir a la gritería de sus referentes mediáticos devenidos en comunicadores de la derecha más primitiva: Susana Giménez, Mirtha Legrand, Marcelo Tinelli, Jorge Rial, entre otros, que clama en forma urgente limpiar las calles de tantos indeseables que cortan el tránsito, provocan desórdenes, cometen delitos y hacen que la gente “decente” no pueda abandonar sus barrios cerrados. “Represión” es el tema más solicitado por estos cultos oyentes de las bandas del “Fino Palacios & amigos” y la “Ciro James Band”.
Ese mismo espejo desde donde se pide por la instauración de un Estado Penal que aborde las consecuencias que el trabajo desocializado, la inseguridad social, la pobreza y marginalidad generan: inseguridad y desorden social, mediante acciones punitivas y represivas.
Y también está el otro espejo, en el que se mira la clase trabajadora, la que aún segmentada y en medio de una de las mayores crisis económica de la historia pudo mantener sus fuentes laborales, los excluidos del mundo del trabajo que caminan por los márgenes de la sociedad. Los que a pesar del peso de la desigualdad pelean por sus derechos sociales para mejorar su ciudadanía, los que reconocen que la reactivación del aparato productivo impactó positivamente en millones de personas mejorando su autoestima y posibilidad de consumo, los que ven en la Asignación Universal por Hijo una herramienta de lucha contra la pobreza, los que creen en un Estado Social que permita a la sociedad su cohesión través del trabajo e ingresos suficientes para alcanzar vivienda, salud, educación, consumo, recreación.
Y sí, como dice Dolina, entre tantos reflejos quizás lo mejor sea dejar de mirar a los espejos, y preguntarle al “morocho” que tenemos al lado, que es como nosotros, quiénes y cómo somos y hacia dónde deberíamos ir, juntos.

(*) Pte. Universidad Popular
Municipalidad de Villa María

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