Hubo y existen en Villa María prestigiosos educadores, con verdadera vocación, que supieron capacitar a sus discípulos en colegios o academias, mediante excelentes recursos didácticos, agregando a esto generosidad y conocimientos. Entre ellos, don Gaspar Barbero, el docente de alma que naciera en Montevideo el 6 de enero de 1903.
El mismo que a los quince años obtuviera el título de maestro normal en Uruguay y que egresara años más tarde desde el Instituto de los Padres Capuchinos como profesor en Contabilidad y Matemática.
Don Gaspar Barbero, el maestro sostenido con voluntad, talento y dedicación que señaló a los alumnos el camino para que luego se desempeñasen en sus profesiones o trabajos con toda solvencia.
Don Gaspar Barbero, el hombre que tuvo en su vida armoniosa unidad en su familia, junto a la docencia, donde pudo considerarse maestro en amplio sentido.
A partir del año 1923 nuestro protagonista está en la Argentina y dos años después se establecía en nuestra ciudad.
En el año 1931 fundó la Academia Mercantil Fossa, habiéndose desempeñado anteriormente en diferentes establecimientos educacionales.
En su Academia Fossa se dedicó a la enseñanza comercial, donde abundaban temas relacionados con la ciencia de la administración, economía y finanzas. Asimismo, y aparte de ser en el recuerdo sinónimo de vocación docente con mayúscula, fue un servidor social, sumando a sus condiciones de educador cualidades personales de hombre bueno que supo sembrar, sin cuenta ni cálculos.
Sin pensar en ese olvido que a veces es norma de la gente que viene y se va como en un desfile de rostros y formas.
Aunque por suerte existen muchos hijos espirituales que no lo olvidan y así algunos de ellos dejaron oportunamente escrito en EL DIARIO en otros medios de divulgación sus reflexiones que aquí fragmentariamente transcribimos:
De Horacio Cabezas (ex intendente municipal): “Con su vocación didáctica de docente el maestro Gaspar Barbero creó uno de los institutos de la ciudad que iba a cumplir la misión de ser el semillero proveedor de capacidades intelectuales y morales con los que se cubrirían los requerimientos de las fuentes de trabajo en un tiempo difícil”.
De Miguel Hurtado (ex alumno): “Casi toda la ciudad pasó por sus aulas y no sólo recibió clases, sino consejos, ayuda espiritual y muchas veces, por qué no decirlo, también material”.
De Serafín Cabaleiro (comerciante y amigo dilecto): “Gaspar Barbero no era de este mundo, era un santo, un maestro poseedor de un don especial para demostrar su personalidad que la respaldaba con la sincera característica de los hombres dotados de sensibilidad”.
De Nilda Vaccaro (ex alumna): “Gaspar Barbero dedicó todos sus mejores años en bien de la juventud. Respetó y fue respetado por más de 3 mil alumnos”.
De Félix Arese (ex alumno): “El maestro Barbero logró siempre ser entendido, apreciado y amado por sus discípulos con el cariño puro que se tiene para quienes siempre practicaron el respeto en primer nivel hacia sus semejantes”.
De Ernesto Pfeiffer (miembro del Club Argentino de Servicio y de la Asociación Sanmartiniana): “Un uruguayo que nos dio por años una lección de constancia. El virtuosismo de un maestro adherido a nuestras esperanzas”.
Un 29 de octubre de 1984 el maestro nacía a la eternidad. Hoy, a los 25 años de su ausencia física sólo nos queda decirle ¡gracias! Por todo lo que dio a nuestra ciudad repitiendo aquellas palabras de Jacinto Benavente, cuando decía: “Dentro de lo humano el recuerdo es lo único que nos asegura un poco de eternidad”.

Puqui Charras
Especial para EL DIARIO