Nació en Pedro Valdivia en la región de Antofagasta, en pleno emplazamiento de las salitreras de la pampa chilena. Es terapista ocupacional egresada de la Universidad de Chile y se encuentra trabajando con niños.
Paralelamente ella escribe y lo hace con el convencimiento de saber de que está viviendo la vida, buscando en las pequeñas cosas diarias una respuesta posible a la existencia… una manera de sentirse viva… un ritual impostergable.
Ha participado en talleres y en concursos literarios que fueron afianzando esa pasión que es la literatura. Siempre leyó y escribió, sus poemas fueron seleccionados y publicados en diversas revistas, separatas y antologías literarias.
Su primer libro lo tituló “Las magias perdidas” (1994); con el paso de tiempo y sin dejar de escribir publicaría “Quehaceres” (2006), cuya reedición corregida y ampliada verá la luz en breve. “Espejismos en la pampa” (2007) es su último trabajo editado, aunque esperan en la fila tres volúmenes más de poesía.
Es jueves por la noche. Juany Rojas está en Villa María. Estamos reunidos en casa de la poeta Susana Zazzetti para compartir la visita, homenajear la poesía y el encuentro. Una larga mesa se despliega en el quincho de la casa; la ocupan: Susana Giraudo, María Elena Tolosa, Fabiana León, Bibiana Pérez, Fernando de Zárate y Gustavo Borga.
Previos a la cena de camaradería los poetas se regalan la lectura de sus escritos, comparten sus poemas y sus palabras. El asado de la noche está a cargo de los hombres de la casa, Alberto y su hijo. Aunque la degustación no termina en lo culinario, la música de la guitarra ejecutada maravillosamente por Bibiana Pérez, deleita a los presentes. Pero la celebración continúa y Fabiana León nos sorprende develando su nueva publicación, que realizó de manera artesanal con sus propias manos de poeta. Nos regaló así, “Para nombrar eso” un poemario del que pronto daremos cuenta.
La noche continúa. Me acerco a Juany y tímidamente la invito a que nos retiremos un instante. En el living de la casa, nos sentamos e intercambiamos algunas palabras. Con una tranquilidad, que pareciera caracterizar a los chilenos, Juany me habla de su vida y de la literatura. Detrás (escucho ahora que desgrabo la entrevista) la música, voces y risas se estampan en la grabación; es que los demás poetas están disfrutando de esta fiesta, de este encuentro.
—¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Esto ha sido mágico para mí, porque si bien yo escribo desde hace muchos años (casi desde toda la vida) no había asistido nunca a un encuentro literario. El año pasado fui a presentar uno de mis libros a la Feria del Libro de Buenos Aires, paralelamente, había un grupo de mujeres que se llaman “Pretextos” y ellas hacen un encuentro de poetas a fines de abril y principios de mayo. Yo me inscribí para asistir a ese encuentro, fuimos con tres poetas chilenos más. Allí Lily (Liliana) Chávez me escuchó leer y después me contactó por Internet, porque quería dar a conocer mi obra a través de la revista “Artesanías literarias”, y empecé a mandar trabajos que se fueron publicando. A través de esa revista empecé a leer a Susana Zazzetti. Después, en noviembre del año pasado, vine a un encuentro en “La Paisanita” en Alta Gracia y allí la conocí personalmente a Susana. Luego nos encontramos este año de nuevo, en Buenos Aires, en marzo y ella me invitó siempre muy cariñosamente para que viniese hasta aquí. Hace poco se enteró que yo venía nuevamente a la Argentina y me invitó, por eso estoy hoy aquí.
—¿Hay cierta relación entre la Terapia Ocupacional que ejercés con la literatura?
—Creo que la relación que podría tener, en mi caso personal, es la sensibilidad que se requiere en ambas áreas; porque yo trabajo con niños, y trabajar con niños es algo muy delicado. Los niños hasta los 6 años están como en otra dirección, como en un estado de encantamiento y hay que tener mucho conocimiento y mucho amor, para trabajar con ellos, mucha sensibilidad. Creo que en el caso mío puede ser una relación que hay, es una carrera del área clínica, yo me muevo entre la neurología y la poesía, es la relación que podría decirte que hay, de hecho no escribo poesía para niños.
—¿De qué manera podrías hacernos un rápido recorrido por tus publicaciones?
—Tengo tres libros publicados y tres en espera. Hay uno listo que se llama “Ofidios”, son 35 o más poemas, donde cada uno es una serpiente diferente. Tengo otro en el que estoy trabajando y se llama “Retratos de la calle” con una temática urbana.
—¿Son del estilo de “Quehaceres”?
—Mirá, yo no me había dado cuenta, pero hace poco conversando con una poeta chilena, yo estaba llenando un formulario postulándome para una beca de creación literaria que se dá en Chile… me dí cuenta allí, se me clarificó que, una de mis motivaciones, un factor común en todo lo que he escrito es el rescate de la memoria. Mi primer libro se llama “Magias perdidas”, el nombre ya lo dice todo… en ese libro tengo poemas que tienen que ver con juegos que ya no se juegan, con mitos y costumbres que se han ido perdiendo. Allá en Chile ya casi no se habla de los “meicos” (curanderos), entonces cuando yo era niña a mí me llevaban a la “meica”, tengo un poema que se llama así. En otro de mis libros que se llama “Espejismos en la pampa” que es un libro de amor al desierto de Atacama y las salitreras; porque las salitreras también fueron pequeños pueblos donde se explotó el salitre, ya han desaparecido, de hecho yo nací en uno de ellos y están abandonados. Se abre cuando se cumple años; se reúne la gente que se inscribieron ahí y visitan sus casas; va un alcalde de otro lugar cercano, y hacen un desfile y acto oficial, es conmovedor, es bellísimo. Ese libro es parte de Chile, no es mucha la gente que nació y vivió en una salitrera. “Quehaceres” también, porque son muchas labores y quehaceres cotidianos que se han ido perdiendo producto de lo acelerado de estos tiempos, como el zurcir, el bordar… pero en cada poema, en el fondo le doy una vuelta de tuerca y hablo de la vida. Me di cuenta que “Retratos de la calle” es más o menos lo mismo, pero con otra temática, tengo los cartoneros que aquí también hay…
—Tu primer libro es de 1994 y le siguen en 2006 y 2007…
—Es que me demoré, pero siempre he estado escribiendo. No sé porqué demoré tanto, tal vez porque después me puse más exigente conmigo misma. Fui acumulando, de pronto me dije que tenía que parirlo, entonces salió “Quehaceres” y después “Espejismos…” sin embargo a éste lo escribí antes, entre 1992 y 1994.
—¿Cómo es la cuestión editorial en Santiago?
—Se publica bastante, hay muchas “autoediciones”. Extrañamente “Quehaceres” es un libro que se ha vendido bastante, se vendió mucho en la presentación y después donde he ido la gente me ha pedido comprar. En librerías no tanto, porque parece que la poesía no se vende en ninguna parte. Alguien decía que la culpa es nuestra, porque hay que hacer poesía para los demás; a mi me dice mi pareja, que él muchas veces quiere leer poesía, pero no la entiende, no le llega. Entonces, muchas veces el error está en hacer cosas muy crípticas, al común no le llega, no lo conmueve. “Quehaceres” tiene metáforas, imágenes, hago un paralelo como en el poema “Zurcir”, que yo digo “con finísimo entramado / disimular las trizaduras” y después digo “con el rimel / en las pestañas el sollozo”, voy hablando de los dolores de la vida, de las penas, de los duelos; pero la gente lo entiende, llega mucho.
Juany Rojas habla de la vida, escribe sobre las pequeñas cosas cotidianas y esos actos (tareas) que siempre están y que por ser insignificantes o rutinarios menospreciamos. Muchos de sus poemas se titulan con un verbo en infinitivo (zurcir, podar, amasar, conversar, amamantar…) o designan pequeños elementos comunes en cada casa (espejo, hilos, ollas, luces, velas…). Claro está que Juany lo utiliza con sentido poético, una perfecta simbiosis entre lo que se dice y su significancia. El reto de la poeta es decirnos cosas esenciales y trascendentales utilizando para ello ínfimos actos y objetos cotidianos. Ahí reside la grandeza de un poeta, en ofrecernos pequeños sistemas que dicen grandes cosas y llegar así a la mayor cantidad de lectores.
—Sabiendo que próximamente se reeditará “Quehaceres”. Si tuvieras que elegir entre estos dos últimos, ¿cuál elegirías?
—Tal vez me quedo con “Quehaceres”, porque considero que en ese libro tengo mayor oficio; pero “Espejismos…” es un libro que me conmueve muchísimo, porque allí está todo mi amor a la tierra, al terruño, y a mí familia. “Quehaceres” me ha sorprendido, por eso va a salir una segunda edición y va a llevar 15 poemas nuevos, más un prólogo de un argentino. Es increíble como le llega a la gente y le gusta mucho siendo un libro que nació de una manera más que humilde. Es bonito como objeto, con una portada bonita, pero es un libro que no lleva prólogo… sencillo. Además vio la luz en una época difícil para mí. Yo lo iba a publicar a principio de 2006 y me diagnosticaron un cáncer, entonces primero tuve que operarme y después debió salir. Es increíble porque ese libro lleva un epígrafe que lo escribí hace muchos años atrás y que dice “Me niego / a pervertir mis pechos / amamantar / rutinas secas”, pero parece que uno a veces puede tener la determinación, pero igual, de alguna manera… no sé, lo pervertí un poco… por el dolor.
—Hay un poema en ese libro que se llama “Adornos” y que dice “es mi obstinación / de embellecer lo cotidiano” ¿esas palabras, podrían ser la filosofía de tu literatura? ¿te ves en esa frase… te define?
—Creo que en un aspecto… es una característica mía, embellecer lo cotidiano; por ejemplo a mí me gusta comprar flores y tener en mi casa flores frescas. Mi casa es muy sencilla, pero para mí es muy importante el color, que sea una casa cálida, contenedora, aunque yo trabajo y en Santiago la vida es muy agitada e intensa, porque las distancias son largas. Vivo con una hija, soy separada hace muchos años, los crié sola a mis hijos, siempre he trabajo, pero cada vez que podía y que puedo, me gusta hacer “queque” (torta), me gusta que en mi casa existan esos detalles que hacen que una casa sea un hogar, porque para mí hay una diferencia entre hogar y casa.
Y digo en ese poema “riego al silencio”, porque encuentro maravilloso el silencio y cada vez hay menos silencio, sobre todo Santiago, una ciudad muy ruidosa; pero vivo en un lugar donde puedo escuchar a veces sólo los pajaritos… y es maravilloso.
—Si tuvieras que rescatar algunos escritores chilenos, ¿a quiénes nos recomendarías?
—Ay es que yo amo a Gonzalo Rojas y de hecho hace poquito en la Feria del Libro de Santiago y le hicieron un homenaje, tiene 93 años, me fascina. También está Ana María Vieira que es amiga mía, Paz Molina, que es extraordinaria. También Nicanor Parra.
—¿Y argentinos?
—Mira, me enamoré de Máximo Simpson, he leído a Glauce Baldovín que me encantó; también Emilio Charras, que parece que no lo conocen mucho, pero me gusta mucho; hace poquito descubrí a Hugo Mugica; bueno… Alejandra Pizarnik, Olga Orozco…
—¿Qué representa para vos la literatura y la poesía?
—La literatura es una necesidad de expresión del hombre, como la pintura u otras artes; pero dentro de la literatura yo hago una diferencia con la poesía. La poesía es también una necesidad de expresión, pero del alma.
¿Hasta dónde puede llevarnos esta expresión? ¿Qué puede darnos este ejercicio dialéctico entre el hombre y la palabra? ¿Qué sería de nosotros sin la existencia de este mágico don?
Juany estuvo aquí compartiendo su tiempo, sus textos, su amistad… una posible respuesta a estas preguntas... un bello signo de que la poesía no conoce de fronteras.
Otras notas de la seccion El Diario Cultura
La literatura cordobesa está de luto
Viaje al país de la percepción
Casa de tolerancia, "pupilas" y etiquetamiento
Un siglo de cultura en la misma esquina
Surgimiento del municipio local
|