Accidente del tren I Señor director:
He leído lo expresado días atrás por el contador Costa, y comparto algunas cosas pero disiento en otras. Es muy cierto que vivimos una vida mucho más agitada que en nuestros días de jóvenes, y lo expreso así pues tengo algunos años más que él, pero no estoy de acuerdo en que los avances impliquen necesariamente deterioro en nuestra forma de vida, creo eso sí, que implican cambios y que es necesario readaptarse a esos cambios, sólo el futuro dirá si hemos sabido o no hacerlo. Pero el punto en cuestión aquí es el accidente ferroviario, y en relación a ese hecho pienso que más allá de que hubiese habido o no personal para controlar el paso de personas durante el momento en que transita la columna del tren, el inconveniente más importante está en nuestra formación. Por qué lo digo, porque creo que este caso aislado si bien es muy grave, no es menos grave si se lo compara con la cantidad de accidentes de motos que diariamente ocurren. Las encuestas de decesos ocurridos en los últimos años por el solo hecho de no usar casco son realmente espeluznantes. Y por qué digo de nuestra formación, si alguno ha tenido la suerte de haber viajado a algún país un poco más avanzado que el nuestro podrá observar que el uso del casco es algo que no es materia de discusión, y esto ocurre porque las sanciones por no usar casco son tan graves que a la gente ni se le ocurre no hacerlo, con el exceso de velocidad en las rutas ocurre algo similar, antes que existiera nuestra Policía Caminera provincial, era infrecuente ver a alguien que respetara los límites de velocidad. Pero volviendo al tema de nuestra formación, creo que hemos sido criados en una sociedad en donde no se controlaba nada, o casi nada, y forma parte de nuestra evolución como sociedad, el hecho de respetar los límites y las indicaciones. Las barreras bajas, el uso de cascos, los límites de velocidad son un ejemplo claro de ello. Después podremos analizar los hechos colaterales, pero creo que estos límites no se deben discutir ni justificar su incumplimiento.
Juan Nonis
DNI 12145632
Accidente del tren II Señor director:
La tragedia del martes pasado me llevó a leer con avidez EL DIARIO durante toda la semana buscando "no sé qué". Y es así como leí el mensaje acertado de los psicólogos y las emotivas cartas de la familia de las víctimas. Luego, me encontré leyendo un extenso artículo en las páginas 3 y 4 sobre una discusión de presupuesto en el Concejo Deliberante (de Villa Nueva) titulado precisamente "Extenso debate...", pasando por mis ojos palabras tales como "picardía", "superpoblación de funcionarios públicos y áreas", "Instituto Municipal de Inversión", "Secretaría de Desarrollo Humano", "resultados", "la mano en la trampa", "aprobado por unanimidad, "más cancheros", etcétera. Después, en el diario del sábado, una encarnizada pelea por ver quién se adueña de más reparticiones públicas. Me hizo entonces recordar la fábula del rey desnudo. Aquella que cuenta que un rey llama a unos famosísimos sastres para que le confeccionen el mejor traje. Los pícaros sastres convencen al rey que el traje que han realizado es el más hermoso del mundo. Tan hermoso que "sólo los tontos no pueden verlo". Tanto el rey como la corte de aduladores no ven el traje, pero como no era conveniente decirlo para no quedar como tontos ante los famosos sastres, todos coinciden en la hermosura del traje del rey. Así el rey comienza a pasearse por su reino desnudo, hasta que lo ve un inocente niño que grita ¡El rey está desnudo! Recién entonces el rey se da cuenta del engaño.
Esto viene a cuento porque nadie, de los que tendrían que decirlo, dice lo evidente: que ningún tren, elemento de altísimo riesgo, debe atravesar por el medio de una ciudad sin elementos de prevención adecuados y suficientes para impedir el paso de peatones. Que las barreras son eso "barreras", que deben impedir el paso de los transeúntes mientras pasa el tren. Que el camino obligado hacia una escuela no puede estar entorpecido por el paso de un tren con la sola prevención de una barrera, que impide el paso de los autos pero no el de la gente de a pie. Que la empresa concesionaria de trenes es eso, una empresa. Que como toda empresa debe prevenir y asumir los daños que causa con su actividad. Que la mayoría de los accidentes no son casuales, son causales. Que la causalidad puede ser concurrente. Yo digo: ¿no conviene hablar de lo evidente, lo importante para la ciudad o vamos a seguir hablando de lo lindo que es el traje del rey y de lo divertidas que son las peleítas de los concejales que se cancherean entre sí mientras discuten cómo se gasta nuestra plata y quién le quita a quién una repartición pública? Señores, el rey está desnudo y en la ciudad murió una chica que podría ser la mía o la suya con su hijita en un accidente previsible. Es hora de que digamos la verdad. Sólo así vamos a poder arrancar y reconocernos en el laberinto de espejos de Dolina, que refiere el profesor Russo.
María Laura Rüedi
DNI 11258000
Accidente del tren III La lectora Alicia Cañas llamó por teléfono para elogiar la carta de Alberto Costa, publicada el pasado domingo, donde opina sobre la tragedia de la familia Barbieri, acontecida el pasado 17 de noviembre. La mencionada lectora hizo votos para que dicha carta "tenga la más amplia difusión", y pidió que "sea publicada nuevamente".
Asimismo, felicitó a EL DIARIO por el tratamiento de la noticia, "más allá de alguna disidencia por la foto de la zapatilla en la tapa de la edición del miércoles, que pienso que conmueve innecesariamente a los familiares de las víctimas".
"Lo que pasó con esa infortunada familia es un hecho trágico que ojalá sirva para que todos reflexionemos", dijo Alicia en su diálogo con uno de nuestros cronistas.