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Así quedó la vidriera de la carnicería tras la pelea |
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El hombre joven, alto y robusto, descendió de la camioneta Toyota Hilux plateada, doble cabina, con la intención de hacer compras en la carnicería ubicada en la esquina de bulevar Cárcano y Tucumán.
En el vehículo, lo esperaban su mujer y un perro labrador.
Casualmente, el joven quiosquero - que tiene su local comercial al lado de la carnicería- lo vio desde la vereda y lo increpó, reclamándole una deuda de 100 pesos, de larga data, que aparentemente el hombre joven, alto y robusto mantenía impaga.
El asunto dio origen a una discusión que no tardó en subir de tono hasta ponerse al rojo vivo. Entonces, según narraron varios testigos, llegaron a las manos. O al menos, el hombre de la Hilux plateada la emprendió a las trompadas con su acreedor.
“Le pegó varias veces”, indicó a EL DIARIO uno de los testigos del hecho.
Lo cierto es que al recibir uno de los golpes, el quiosquero fue a dar con todo el peso de su humanidad impulsada por la vehemencia del puño rival contra la vidriera de la carnicería. El vidrio estalló en pedazos.
“Los ruidos y los gritos se escuchaban desde mi casa y no me animaba a salir, por miedo a que fuera un accidente y me impresionara. Pero después, alarmada, decidí salir y vi cuando el hombre se subía a la camioneta y salía a toda velocidad. Allí me enteré de que habían discutido y peleado por una deuda”, agregó una vecina que miraba el espectáculo desde su jardín cuando el joven robusto subió a la Hilux y se alejó del lugar.
No tardó en llegar la Policía para tomar cartas en el asunto, que causó un considerable revuelo en el sector.
“No creo que se haya lastimado mucho; tuvo suerte. Por lo menos, no lo vi cortado ni sangrando. Y yo estaba justo al lado de la vidriera cuando pasó. El vidrió fue como si explotara”, contó Emanuel Chavarría, empleado de la carnicería.
“Creo que la bronca venía desde hace mucho”, arriesgó otro testigo.
“A mí me arruinaron la picada”, deslizó con un dejo de amargura un cliente que salía de la carnicería tras haber comprado un salamín.
Mientras los efectivos policiales intentaban recolectar testimonios de lo ocurrido y calmar a la madre del quiosquero, que seguía reclamando los 100 pesos adeudados, regresó el joven alto y robusto de la Hilux al escenario de la pelea, con la mujer y el labrador. Estaba visiblemente nervioso y preocupado.
- Creo que fue a comprar el vidrio para reponerlo - arriesgó un testigo en diálogo con otro.
- Debe ser caro... - retrucó el segundo, en referencia al cristal.
- Y... de 600 ó 700 pesos no creo que se salve.
- Al fin, pelearon por 100 pesos y terminan gastando seis o siete veces más.
No hubo detenidos, al menos en ese momento. La Policía se dedicó, más bien, a aplacar los ánimos caldeados de las partes en disputa.
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