Escribe: Rubén Rüedi*



La vida es un destello fugaz entre dos grandes eternidades. Pero la vida es bella como la palabra que se alza al viento poniendo sonidos a los pensamientos.
La vida es bella cuando se mira más allá del odio -con toda la rabia, que es cosa distinta- por las injusticias tantas veces repetidas, por tanta diatriba que llenó la historia de sórdidas mentiras.
La vida es bella cuando la existencia tiene motivos para amanecer cada día. Motivos pequeños y otros compartidos. Como hacer la huerta, cuidar un caballo, peinar a un abuelo, ver crecer a los hijos. Como darle al otro un poco de uno, dejar de lado tanto egoísmo y ser entre todos. Como andar de frente por las anchas calles de las ideas diciendo “yo pienso”.
La vida es bella cantando verdades, con guitarra lustrosa o tan sólo a capella. Viviendo erguido donde el sol ilumina; construyendo aciertos, reparando errores, pero siempre dispuestos a cambiar el mundo que no se merece tantas frustraciones; y sí merece tanta gente dispuesta a derramar ternura entre sus semejantes. Ese mundo que tal vez no cambiemos, pero al que no permitiremos que nos cambie a nosotros.
La vida es bella para los hombres y las mujeres comprometidos con el destino propio y el de sus vecinos. Los que ven más allá del hombro, los de la puerta abierta y el pan compartido.
Tal vez la vida sea un deshilachado manto de tristezas para los que no se atreven a vivirla plena. Los que sólo hablan desde las orillas, donde da la sombra y la palabra es fría. Los que nunca ponen un gramo de adrenalina para cambiar miserias por tanta alegría mal repartida.
Tal vez la vida no merezca ser vivida por los que no dan ni una pizca de ella para que ella misma sea distinta. Un poco mejor, más amable y comprometida. Los que no están dispuestos a ponerle el alma a los sueños.
Entonces sí, la vida es abúlica, como quien la porta y marcha a la muerte sin gastarla. Como un cazador de moscas entre la basura.
La vida es bella cuando el hombre emerge de los socavones donde lo pusieron sus propias ideas. Esas nobles y encendidas ideas que mil veces muertas hoy resucitan. Porque ningún pueblo se suicida.

Catorce años preso al Pepe...

La vida es bella se habrá dicho don Pepe Mujica, otrora guerrillero tupamaro, también campesino, hombre del pueblo, tan elocuente como sencillo.
La vida es bella después de haber estado catorce años preso, dos de ellos en un pozo, aislado del mundo y de sus afectos. Tanto sufrimiento por haber luchado contra dictaduras, oprobio y sometimiento.
En un pozo, sin moverse, junto a siete ranitas que con migas de pan alimentaba. Bajo tierra, escuchando el grito de las hormigas, sin leer nada, salvo unos pedazos de diario. Bajo tierra, de donde salió con algunos tiros en el lomo y más socialista que antes, como el mismo lo dijera.
Preso y humillado por sus ideas, su militancia, su lucha contra la marea.
La vida es bella, habrá pensado, cuando el domingo bajo la lluvia de Montevideo el mismo pueblo por el que él luchara lo aclamaba como presidente.
Eso es la vida cuando uno sueña con un mundo de igualdad y justicia; donde los hombres vivan sobre la tierra, las ranas coman bichos y no griten las hormigas. Donde la única verdad sea la realidad y tenga su justa medida.


*Director
de Patrimonio Histórico