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El cantante mexicano brindó un show que fue de menor a mayor, con sus "viejos hits" |
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Mucho ruido y pocas nueces parece ser el refrán que mejor pinta el contexto del recital brindado anoche por el cantante mexicano Cristian Castro en el Anfiteatro Municipal (fue el último show antes del inicio de las remodelaciones, con las bases del nuevo techo).
El evento internacional, al cual los organizadores habían estimado un día antes la cifra de 5 mil a 6 mil personas (mitad del coloso de cemento) y por el cual habían instalado puntos de venta en Córdoba, Río Cuarto y San Francisco, se redujo en los números finales a un show que tranquilamente podría haberse desarrollado en un teatro cerrado como el Verdi.
El artista romántico, que venía a defender ante el público su última producción discográfica “El culpable soy yo”, cometió el pecado de enfrentar semejante reto sin una actualidad rutilante. De hecho, el vínculo plasmado con sus seguidoras data de cinco o diez años atrás (momento en que se presentara en el mismo escenario), cuando su figura redondeaba una suerte de referente de la balada pop, sumándole a la elegancia y arrojo vocal de Luis Miguel un perfil más descontracturado y juvenil.
El show propiamente dicho, que arrancó 20 minutos después de las 22 y luego de solucionar desperfectos técnicos de iluminación, contó con una performance de menor a mayor, con la inclusión de algunos éxitos entre algunas baladas de sus primeros años y los temas del nuevo disco.
Acompañado por cuatro sensuales bailarinas (que cambiaron sus atuendos con combinación de azules y negros) y siete músicos, Castro fue cimentando su apacible trato con la audiencia entre algunas baladas rockeras, cantadas sobre bases grabadas (se escucharon coros que, obviamente no se hallaban sobre escena) y padeciendo varios defasajes de sonido. Con el frío ya calando los huesos, el cantante deslizó frases para ir “calentando” el ambiente: “Quiero llevarme alguna cachorrita conmigo esta noche”, “¿No han traído la pijamas (sic)?”. De esta manera, los hits se fueron sucediendo: “Hace falta”, “Después de ti”, “Lo mejor de mí”, Lloviendo estrellas”, “Lloran las rosas”, “Volver a amar” y “Cada momento”, entre otras.
Cerca del final y luego de interpretar en italiano “El cielo” de Toto Cotugno, Castro pidió un aplauso para el ingreso del animador Juan Alberto Mateyko quien sólo hizo “mímica” en un canción tradicional mexicana y luego pidió disculpas por llegar tarde a la cita (trascendidos señalaron que se encontraba congestionado).
Antes del cierre de esta edición, se esperaba que el artista se despidiera en los bises con el popular “Azul”.
Juan Ramón Seia
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