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Anoche había decenas de adolescentes alrededor de una de las fuentes de la plaza. Para muchos, los floggers “auténticos” no existen en Villa María, sino en las grandes ciudades |
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La ropa, los gestos, las prácticas, la actitud. Todo está absolutamente marcado para distinguirse de las demás tribus. Hay varias y todas llaman la atención.
Los floggers, los glams y los emos explotaron en 2008 en las grandes urbes del país. En Villa María van asomando y a medida que aparecen también despiertan críticas de parte de sus pares. Algunos se caracterizan por tomarse fotografías todo el día, posando como divos frente al espejo del baño, tanto las chicas como los varones. Otros se lastiman, creen que llegaron al mundo para sufrir y presentan una exaltación de sus emociones.
Los “floggers” y los “emos” (por emocional), respectivamente, son algunas de las nuevas tribus urbanas del mundo adolescente nacional. Hay muchas más: están los glams, los cumbieros, los punks, aunque estas dos últimas no son novedosas.
Estas novel expresiones de la cultura joven pueden encontrarse en la ciudad. Tal lo que sucede con los floggers, cuyo punto de encuentro es la esquina de Buenos Aires y General Paz, en la plaza Centenario, los sábados a la tarde.
@El mundo en una foto
Todos tienen fotolog y mediante esas páginas web se fueron conociendo. El lazo originado a través de Internet se fortalece en cada reunión en la plaza céntrica. Usan pantalones chupines -ajustados al cuerpo- de colores fuertes (amarillos, fuscias), escuchan música electrónica y tienen zapatillas de marca.
Un rasgo es el cabello lacio y el flequillo. Sus rivales parecen ser los emos, quienes de acuerdo a lo investigado por alumnos de segundo año de un colegio secundario de la ciudad -en uno de los tantos cursos en que el tema fue analizado- se reúnen en las vías, en la zona del subnivel, de noche.
En el anochecer de la víspera, este cronista y el fotógrafo se encontraron en la plaza Centenario con numerosos chicos que aseguraron que los emos no existen en la Villa y que los “auténticos” floggers son pocos.
Belén Dichiara, Coti Castellano y su grupo de amigas sostuvieron que “es una moda, no existen en la ciudad sino que son intentos. Los verdaderos están en Buenos Aires y en Córdoba”.
“Se están expandiendo los que fingen que son, se juntan en la plaza pero son pocos. Nosotras venimos acá porque hay mucha gente, no porque pertenezcamos a esos grupos, aunque está todo bien”, contaron.
Mateo Dichiara es uno de los que, salta a la vista, cumple cada una de las características de un genuino flogger. “Tenemos fotolog, usamos prendas con escote en V, las zapatillas son Nike clásicas, pantalones de colores y el peinado es especial”.
“Nos pinta juntarnos en la plaza, es algo común”, contó con una compañera de la misma onda que prefirió no dar su nombre. “La gente nos mira raro, siempre. Uno va caminando por la calle y nos discriminan. Te dicen malas palabras”, subrayó la adolescente.
Mateo aseguró que no les gusta llamar la atención. “No pasa por eso, sino que nos gusta la onda. Los emos sí buscan que los miren”, dijo.
“Los emos están re locos, se cortan las venas”, dicen varios de ellos, que también consideran que hay muchos “intentos” de floggers, pero pocos son “verdaderos”.
Florencia Bernadó (17) es otra adolescente que se autodenomina flogger. “Este es nuestro lugar de encuentro”, destacó peinándose con la mano su flequillo.
“No hay emos ni glams en la ciudad”, sentenció.
“A mí me gusta vestirme así. De noche salgo a bailar con pantalón y zapatillas, y los chicos lo hacen con remeras escote en V”, apuntó. “La gente nos mira raro y nos gritan cosas en la calle, no nos molesta, al contrario, nos reímos de ellos”, añadió junto a un amigo.
Bernardo Frutos (17) confesó que lo miran “bastante” por cómo se viste, pero jura que no le gusta atraer la mirada de los demás. En diálogo con EL DIARIO junto a un grupo de compañeros de tribu, contaron que sus padres aceptan la manera de vestirse, la que adoptaron desde comienzos de año.
“Hay muchas chicas floggers, son más que los varones, pero de todas maneras no somos muchos”, dijo.
“Todo esto pasa por la ropa, es una cuestión de imagen nomás”, resumió Sofía Tudella (16), otra de las floggers de la Villa, en una esquina céntrica. A metros de allí, trabajando en un local de telefonía celular, Leandro Arese (18) opinó que “cada uno es como es y tiene que respetar al otro tal cual es”.
“Tengo metroflog pero no soy flogger, igual me encanta la onda y me parece re cheta. Está bueno que puedan expresarse desde esa manera de vestir”, sostuvo el joven.
“Están pendientes de su flog y buscan llamar la atención, no sólo desde su página sino a través de la ropa y el peinado. Son de clase media, porque los de clase alta no se visten así”, concluyó.
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