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El peregrino impertinente
¿Dos días en Nueva York, en hotel cinco estrellas, con cena de gala y excursiones pagas, o una semana completa en hostel, comiendo en puestos callejeros y desarrollando caminatas autodidactas? De la respuesta a esta pregunta emerge no sólo una preferencia, sino toda una filosofía viajera.
En función de las contestaciones que dé, cada uno sabrá a que categoría de turista pertenece: la de los que aprovechan que tienen el dinero y, aunque sea por poquito tiempo, se tiran la gran vida, o la de los que asumen su posición lauchesca y tratan de alargar las vacaciones el mayor tiempo posible.
Vale aclarar que con este método no vamos a arribar a ningún tipo de conclusión fiable sobre comportamiento humano. En realidad, no vamos a llegar a ningún tipo de conclusión sobre nada. Pero es que ya nos han mentido tanto con esto de los estudios sociológicos que... qué le hace una raya más al tigre.
Un psicólogo urgente
Según los expertos, quienes elijan la primera opción (la de los dos días a puro lujo) serían personas orgullosas, con grandes aspiraciones en la vida (frustradas, por supuesto, si no ¿por qué se quedarían dos días solamente, con lo lindo que debe estar Nueva York?).
En el otro extremo, los que escojan la alternativa de la semana de moderación, serían ciudadanos sencillos, sin mayores ambiciones ni sueños de grandeza (lo cual es falso, desde luego ¿o si no por qué en vez de Nueva York no se van a San Marcos Sierras, que tiene un lindo río con piedritas y restos de hippies muertos que quedaron de los sesenta?).
En fin, qué se yo. Tendríamos que llamar a algún psicólogo con credenciales (y que cobre menos de 50 pesos la hora) para que venga a arrojar algo de luz sobre la cuestión. Hasta entonces, habrá que convivir con las indefiniciones.
(www.viajesimpertinentes.blogspot.com)
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