Por Darío Falconi
EL DIARIO Cultura
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“Las palabras se vacían y se cargan de intencionalidades a lo largo del tiempo”. Con estas palabras cerrábamos nuestro reportaje del domingo pasado. Enrique Doerflinger, profesor y amante de la lengua, continúa su exposición y cierra el diálogo vinculando las malas palabras y nuestro humor cordobés.
Un caso interesante, nos dice Enrique, “son aquellos insultos que eran denominaciones específicas a determinadas enfermedades mentales, términos como ‘estúpido’, ‘imbécil’, ‘idiota’ fueron acuñados por los primeros padres de la Psicología. Muchos de ellos registran en su origen una etimología latina o griega, por ejemplo ‘estúpido’ está relacionado con estupefacto, con estupefaciente, la persona que está así no tiene capacidad de reaccionar ante determinados estímulos.
El ‘idiota’, tiene componente griego que lo podemos encontrar en palabras como idiosincrasia; el idiota es aquel individuo que ha perdido su capacidad de relacionarse con el entorno y queda reducido a un sí mismo, a un ‘idios’. Eran tecnicismos para determinadas patologías que después fueron tomadas popularmente para utilizarlas como agravios”.
-¿Qué otro aspecto considera interesante resaltar?
- “Es interesante como una mala palabra pronunciada en su momento exacto, de pronto, puede convertirse en un término irremplazable por otro. Recuerdo siempre la obra literaria ‘Los miserables’ de Víctor Hugo, cuando describe la batalla de Waterloo entre las fuerzas de Napoleón Bonaparte y las del general Wellington. Cuando la última tropa de Napoleón estaba haciendo la última resistencia contra los ingleses y uno de los generales del bando enemigo le dice ‘rendíos valientes franceses’, en ese momento el que estaba a cargo de los patriotas franceses dice la palabra más bella que un francés pueda pronunciar: ‘¡Merde!’ (risas). Estamos hablando de una obra de literatura que es bellísima, admirable literariamente; sin embargo, de pronto cuando se utiliza ese término y no otro es porque no se puede encontrar un sustituto en ese momento que pueda concentrar lo que se quiere decir. Hasta una palabra nos presenta la paradoja, que aún en su carácter ofensivo, de tabú, si es pronunciado en un momento dado puede convertirse en un término glorificador de todo un colectivo.”
- Qué interesante la cuestión del tabú, como llama la atención de los chicos y de los grandes también; porque hay libros que se titulan con malas palabras, programas de TV donde se emplean sin cesar, en fin, productos que atraen consumidores por emplear esas palabras... ¡y venden!
- “En general podemos decir que el morbo atrae, las palabras que aluden a la genitalidad ejercen cierto magnetismo en la gente. Pensemos por ejemplo en un producto como podría ser el de Enrique Pinti, que conocemos por sus monólogos o su participación en obras de teatro y películas. Es bastante conocida que su afición a utilizar gran abundancia en sus parlamentos. Hay público que su actuación le choca y hay otra que lo va a ver porque quieren oírlo hablar así. Si uno observa discursivamente los parlamentos, como todo lo que él refiere, que puede dar una lección de historia argentina desde la colonia hasta nuestro tiempo, lo elabora de una manera bien lograda, que casi las malas palabras que permanentemente mecha en sus monólogos, pueden pasar desapercibidas. Ahí uno se vuelca a las diferentes ideas que el tiene, en este producto como que las malas palabras pasan a un segundo plano. Tal vez no se le disculparía si los contenidos que sarcásticamente quiere exponer en esos productos textuales al modo de ser de los argentinos, a la clase dirigente, etcétera; si eso no fuese muy bien logrado aflorarían a un primer plano las palabras. Algunos artistas que emplean malas palabras de manera recurrente y abusiva terminan siendo algo burdo; porque más allá de trabajar con vedettes, con modelos espectaculares, hay una pobreza de ideas que se evidencia. El tema del humor está íntimamente vinculado con el lenguaje y si no hay inteligencia que se vierta en palabras, el humorismo se pierde y se convierte en chabacanería, en vulgaridad, porque lo que denota es la falta de inteligencia.”
- Recién mencionabas a Enrique Pinti, pero también hay otro personaje que es muy recordado por todos nosotros que es el “Negro” Fontanarrosa. Su intervención en el Congreso Internacional de la Lengua exponiendo sobre las malas palabras ha dado la vuelta al mundo. ¿Qué opinás al respecto?
- “No tengo más que palabras de profunda admiración para con el querido “Negro”. Su pérdida ha sido lamentable, pero como todos los grandes dejó un suelo muy fecundo, porque el humor argentino tiene un antes y un después de Fontanarrosa. El haber creado personajes tan entrañables, el haber volcado toda una mirada irónica y risueña, al mismo tiempo que con cariño hacia la realidad nuestra, lo vuelve un personaje eterno. Aún nos podemos ver reflejados en su obra, en su afabilidad, todos lamentamos muchísimo su pérdida, pero quedamos con la alegría de saber que existo y que dejó mucho obra. Y bueno, quién mejor que él para dar una clase magistral ante todos los académicos de lo que significa las malas palabras desde este punto vivencial.”
- Mientras lo escuchaba ese día y todo el auditorio se reía a carcajadas, pensaba, cuánta verdad encerraban sus ocurrencias…
- “Cuánta verdad… Cuando nosotros reflexionamos sobre las palabras que muchas veces utilizamos sin saber por qué, y que de pronto venga alguien y que se cuestione el porqué; el vernos reflejarnos en esas situaciones provoca una especie de mirada indulgente de nosotros mismos. Allí vemos que estas reflexiones sobre la lengua, gozan de carácter universal, el tema de la universalidad, de saber que todos somos usuarios de una lengua que tiene un Quijote coexistiendo con productos banales o viles…”
-¿El año pasado dictó un curso sobre las malas palabras?
- No, en 2007 di un curso sobre el humor y sus vertientes lingüísticas. Es un tema que me ha parecido de lo más fascinante y porque además se lo desdeña un poco en el nivel universitario. Yo sostengo que al humor hay que tomárselo muy en serio, forma parte de la naturaleza del hombre y de la sociedad. Siempre he encontrado la posibilidad de explotarlo, no solamente desde lo lingüístico estrictamente, sino que es un área que se puede abordar desde la interdisciplina: desde el análisis del discurso, psicología, psicoanálisis, filosofía; es decir, el humorismo es algo que ha interesado desde tiempos muy remotos y de disciplinas muy diversas; pero estaba faltando una mirada en profundidad desde lo lingüístico.”
-Podemos decir también que los cordobeses son como un modelo del humor.
- “Sin duda. El humor cordobés tiene marca registrada, tiene un sello de identidad que nos tiene que poner orgullosos, porque forma parte de un patrimonio cultural. Ahora que se está hablando de los patrimonios culturales, no sólo de los materiales sino simbólicos, el lenguaje es sin duda un patrimonio. Los lenguajes regionales, las lenguas minoritarias en cuanto que no son las lenguas dominantes, son parte de un patrimonio colectivo nacional y el humor se puede considerar como parte del patrimonio cultural y social de los cordobeses. Sin desdeñar que en otras partes del país existen muy buenos humoristas, cada uno con su modalidad propia, pero indudablemente que la ocurrencia, el ingenio, la chispa, la espontaneidad que tiene el cordobés a veces no se ven en otros ámbitos.”
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