Escribe: Juan Montes
Inspirado por y en honor a la jubilada villamariense Cecilia Trotta (*), que no está sola...
Este no es el día. No es la luz plena ni la radiante claridad de la tarde primaveral donde todo estalla y florece. Sin embargo, para un país que viene de habitar cincuenta años de tinieblas, esta incipiente disipación de la bruma, esta neblina que se va elevando no sólo sobre Argentina sino sobre Latinoamérica, nos deja ver, aunque desdibujados y borrosos, los rostros de los que fuimos, de los que somos hoy, y seguramente, si agudizamos con esperanza nuestra mirada, podremos ver que al fondo, detrás de la niebla, nos estamos esperando. Es decir que hay futuro. Este no es el día, aún. Sólo amanece, que no es poco.
Los vampiros, los murciélagos, los que se alimentan de la sangre de los otros, los fantasmas que habitan los sueños de los chicos, los espectros que construyen las pesadillas de los grandes, los que viven en la nocturna impunidad, los que actúan agazapados detrás de las sombras, los que se ocultan en el silencio de la oscuridad, se han enfurecido, chocan entre sí violentamente su rabia, arañan, muerden, baten alas siniestras porque no quieren la luz, cierran los ventanales, con fervor de tango, porque ven que arrastra el sol un lento caracol de sueños, porque vienen de un país que está de olvido siempre gris.
Cierro los ojos y miro en mis ojos que miran para adentro, los recuerdos. Cargo en mis pupilas mis cincuenta inviernos y reconozco apenas, alguna que otra claridad abortada.
El odio del cincuenta y cinco y sus espectros protegidos por armas, la virulencia de los sesenta y sus espectros protegidos por armas, la sanguinaria oscuridad de los setenta y las armas amparadas por los espectros, la trunca alegría alfonsinista y los espectros golpeando con números neutros (claro que la neutralidad de los economicistas jamás favorece los intereses del conjunto), la báquica fiesta de los noventa y la gula de los espectros sacrificando al hombre común como si fuera cabra, la confusa inflexión del nuevo siglo con presidentes que salían como Mamuskas de un día para el otro y los espectros regalando cacerolas, la irrefrenable acumulación de riquezas del primer lustro del nuevo milenio y los espectros invadiendo los hogares amparados en la tecnología, comprando el más temerario instrumento para su consolidación definitiva: la palabra. Y abro los ojos, y me encuentro en un país donde prendieron la luz y repartieron la palabra, y los espectros amparados por la tecnología baldean desde los aparatos de televisión y las PC, los livings, las cocinas, las piezas, de las casas, con desesperación, con odio.
No es el día. Pero detrás de la niebla (esta neblina que también tiene espectros propios), hay una claridad, que como digo, no es el día, no brilla con la diafanidad de la primavera, pero nos vemos, más allá de esta bruma nos vemos, es decir, que allá estamos nosotros mismos, esperándonos, amaneciendo, que no es poco.
(*) Cecilia Trotta es una lectora que envió una carta que fue publicada en
EL DIARIO el lunes 7 de diciembre, bajo el título “¿Así que ahora sos peronista?”
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