Escribe: Orlando Barone (*)
(Carta abierta leída el 11 de diciembre en Radio del Plata)
Evolucionó. Se merece ser el personaje del año por las alturas que alcanzó siendo enano. Sobre todo porque durante la democracia se reprodujo sin parar, aunque de un modo más imperceptible y enánico.
El antepasado del enano fascista era frontal, impúdico: se pavoneaba de serlo y de ejercerlo. Tenía tanto orgullo que salía a flor de piel hasta vestido de militar. En las dictaduras se sentía en plenitud. No necesitaba disfrazarse de demócrata como ahora.
Pero en esa evolución hipócrita, y aún sin dejar de ser enano ni fascista, aprendió a reconvertirse a través de actitudes de apariencia y disimulo.
La “inseguridad” es el flamante y fértil territorio donde reaparece con ínfulas. Como no se pueden inventar guerrilleros ni terroristas, hay que crear una nueva amenaza a nuestro estilo de vida.
La inseguridad es ese nuevo señuelo con que la derecha demoniza. Lo que se lee, ve y escucha en los medios acerca de ella, es la nueva consagración del fascismo. Esta vez disfrazado de sujeto pacifista, que sólo quiere seguridad y orden.
Así, las víctimas y deudos tocados por el dolor se dejan ocupar por enanos fascistas y salen a refregarlos por micrófonos y cámaras. Cuentan con la alianza voluntaria u obediente de periodistas dispuestos a complacer al público como en el circo romano: allá con leones carniceros, aquí con clamores de castigo indiscriminado y represión preventiva.
“Orden o caos”, grita el enano fascista acusando al voleo a portadores de paco, de tatuajes y pobreza, para sacarse las ganas de venganza.
Como una epidemia de enanismo, el fascismo de acabar con la inseguridad recorre toda la sociedad argentina. Tanto desde los líderes de opinión y gobernantes, hasta los ciudadanos anónimos que se sienten acompañados en el miedo.
El enano fascista viene armado y decidido a desplegar sus tareas disciplinarias. De continuar esta reproducción en cadena, está en camino de llegar a gigante.
El jueves pasado, en una nota publicada por el diario La Nación, con orgullo republicano en la tapa el intelectual Abel Posse no se reveló como un enano fascista. No, porque su tamaño se había superado y en él, el enano es un gigante demasiado ostensible.
En el final de su texto, Posse se agranda y se expande en sí mismo, y dice: “¿Qué hacer? ¿Qué cantidad de poder tendría que tener el futuro Gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y de la anarquización y desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?”.
Imaginen ustedes qué poder -sugiere Posse- debería tener ese futuro Gobierno disciplinario. Cuánta fuerza para sanear el ecosistema extraviado y desmilitarizado.
Subsiste un error de llamar enano fascista al enano fascista, ya que es honrar la insignificancia de su tamaño, como si fuera un enano estable. Y sin percatarse de que sigue creciendo.
Detrás de tantos enanitos que crecen en la farándula, en las voces asustadas de vecinos instigados por los medios, en rabinos y moralistas desinfectadores del Mal, en gobernantes arrastrados demagógicamente a la saga de los enanos, el fascismo se agiganta.
La inseguridad es el nuevo mal de la Patria que hay que salir a aniquilar.
Hace poco, en Rusia se produjo el hallazgo de restos del cráneo de Adolf Hitler. Para qué irse tan lejos, si por aquí hay esparcidos más restos que en ninguna otra parte. ¿O cómo hay que llamarles a los enanos fascistas y a los fascistas gigantes que claman sedientos de seguridad con una bala en cada palabra?
La democracia es paciente.
(*) Periodista. Acompaña a Liliana López Foresi y Carlos Polimeni en Radio del Plata (AM 1030) de 6 a 9 de la mañana. Es columnista semanal de la revista “Debate”. Forma parte del panel periodístico del programa “6, 7, 8”, que se emite por Canal 7 (La TV Pública), integrado por María Julia Oliván, Carla Czudnowsky, Cabito Masa Alcántara, Sandra Russo y Luciano Galende.
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