@ Gracias año, nos dejaste con la boca abierta
Quedan pocos días para el festejo de Año Nuevo. Un festejo que 2009 se merece. Demos gracias a los malos augurios que desde aquel Año Nuevo de hace doce meses anunciaron catástrofes que no se cumplieron. Gracias por el vasto desacierto. Por dejar que fracasaran los heraldos del fracaso. Fuera con las malas pitonisas y los malos deseos. Gracias a esos feroces y divulgados economistas, políticos, periodistas, medios, fundaciones, consultoras, oenegés y charlatanes sueltos, por equivocarse en augurar colapsos; gracias por no acertar, gracias por dejar expuestos al ridículo a las profecías y a sus profetas.
Gracias buen año por dejarnos entender qué significan y qué no significan los significantes que vienen envueltos con las noticias. Un aire de cambio de época atraviesa el calendario. Un aire que se lleva a antiguos y yertos anacronismos. Gracias a este despabilamiento que nos permite ver desnudos y sin máscaras a tantos intereses largamente disfrazados de desinterés y ética pomposa.
Gracias por revelarnos qué diferencias hay entre el credo y el poder cardenalicio; entre el judaísmo y un rabino rabioso; entre la injusticia y el linchamiento; entre la impotencia política y romperse el trasero; entre rechazar leyes y crearlas; entre la negación y las ilusiones; entre la burbuja especulativa y el Estado sólido.
Gracias 2009 porque lograste que las realidades felices desplazaran a las fabulaciones amargas; y porque empujaste a la derecha a salirse de la hipocresía. Gracias por sincerar a los opositores. Por enseñarnos la diferencia entre un gaucho de departamento y un gaucho; entre un campesino y un rentista, entre un “albista” y un “alcacista”; entre un colonizado que soba al emisario y un descolonizado que lo pulsea; entre un alcahuete y un militante. Y gracias por dejar que la Argentina pudiera transparentarse a pesar de las veladuras que se propusieron enturbiarla. Y que pudiera dejar a la vista a los alborotados alborotando y a los hacedores haciendo.
No es para tirar manteca al techo, pero por suerte hay manteca; no es para tirar la casa por la ventana, pero hay casa; no es para hacer aspavientos de consumo, pero hay consumo; no es para exagerar que los jubilados son prósperos, pero ya no son excluidos; no es para decir que la Argentina es una fiesta, pero se alejó del plano inclinado hacia abajo; no es para decir que ésta es la llegada, pero éste puede ser el camino.
Sí, año 2009, gracias. Nos dejaste con la boca abierta y a los agoreros con la boca cerrada.
Orlando Barone
@ Animales en las fiestas
Desde los comienzos de la festividad que conmemora el nacimiento de Jesús los animales han estado presentes en el imaginario popular. Los “roles” protagónicos los tuvieron, a no dudarlo, los que dieron al Niñito calor en la fría noche de diciembre del hemisferio norte, en aquel Pesebre pobre en cosas materiales pero que albergó nada menos que al Salvador.
Sin embargo, muchos otros animales estuvieron presentes en tan magna ocasión: los camellos que transportaron a los tres reyes Melchor, Gaspar y Baltasar con sus ofrendas para el recién nacido; los burritos que llevaban a los más humildes pastores al portal donde desaparecían las diferencias de clases; ovejas y corderos, aves de corral y muchos más, se hicieron presentes llenos de fe y alegría para conocer la buena nueva.
¿Verdad o fantasía? ¿O fantasía que encierra una verdad más profunda y gozosa que cualquiera que se pueda constatar?
Es de esta manera cómo miles de personas durante dos mil años hemos recordado la llegada del Mesías y es la presencia de nuestros hermanos menores, los animales, en este evento que cambió la historia de la Humanidad, la que hoy queremos rescatar para que no los consideremos como juguetes descartables, ni como meros proveedores de alimento y vestido, ni como molestas plagas que hay que eliminar de la forma que sea, sino como lo que son: nuestros compañeros por el camino de la vida, a quienes les debemos respeto y gratitud por todo lo que hacen por nosotros.
¡Felices Fiestas a todos! y, para ellos, una mano que los acaricie, alimento suficiente y una cucha que les ofrezca descanso, pero sobre todo, una Navidad, un Año Nuevo y Reyes sin pirotecnia que los aterroricen.
María T. Magi
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