Edgardo Munch: “Era un tipo raro”
Tal vez sea el villamariense que más conoció a Roberto Sánchez. Edgardo Munch es el responsable de varias actuaciones del cantante no sólo en la ciudad -clubes Central Argentino y Ameghino- sino también en localidades de la zona.
Lo frecuentó también en Buenos Aires, en un bar ubicado en las proximidades de Sadaic.
También lo volvió a encontrar cuando Munch representaba al cantante Mauro, del cual Sandro era amigo.
De todos esos contactos, hoy el empresario y locutor local sacó una definición: "Era un tipo raro".
Munch confesó a EL DIARIO: "Creo que Sandro no me quería, cada tanto me decía que no me metiera en su carrera, que me ocupara de mis cosas y al momento me invitaba a tomar algo con él. Sí, era un tipo raro y bastante terco".
También dijo que "fuera del país era querido y odiado al mismo tiempo, mientras que aquí fue muy discutido, inclusive fue cuestionado por la Iglesia Católica por sus movimientos sensuales".
En cuanto a su vida cotidiana, Munch fue testigo de que "no era de andar detrás de las mujeres, le gustaban las mayores -ahí seguro hubo un complejo de Edipo- y pasaba sus días con amigos, comiendo, bebiendo y charlando".
El director de Radio Centro lamentó que "se hable poco de Oscar Anderle, que fue el gestor de Sandro" y relató que "cuando se separaron Los de Fuego, a Anderle le tocó por sorteo representar a Sandro, y se preguntó "¿qué hago con este pibe?".
"Fue a Anderle, un tipo con mucha calle, que se le ocurrió que hiciera temas románticos, por más que a Sandro nunca le gustaron", reveló.
Como promotor de espectáculos, Munch trajo a Sandro media docena de veces a la zona: "El llevaba muchas toallas y se secaba en el auto mientras salíamos de los clubes, que de paso salir era un lío bárbaro porque la gente se abalanzaba para verlo", recordó.
La relación amistosa de Sandro con Mauro duró muchos años, al punto que el segundo llegó a ser secretario del afamado cantante. Mauro es autor de algunos temas que cantó el Gitano. Sin embargo, Sandro nunca le perdonó que lo imitara en el Anfiteatro en medio de un recital de Palito Ortega, su archirival.
Una de las últimas discusiones entre Munch y Sandro fue precisamente en el Anfiteatro, cuando éste presentó el disco "Vengo a ocupar mi lugar": "Le dije que no iba a andar porque no era romántico y se enojó mucho conmigo. El tiempo me dio la razón", observó el empresario artístico.
Néstor Pérez: “Un ídolo inigualable”
Néstor Pérez tiene 40 años de oficio, y como "disc jockey ambulante", tal su definición, no dejó ni un día de trabajo de poner al menos un tema de Sandro. Este fin de semana, por ejemplo, puso "Trigal" en un encuentro.
Sin embargo, observó ante EL DIARIO que el Gitano nunca ocupó muchos minutos, ya que era uno de los artistas "lentos" y en las fiestas sociales, dedicadas a la algarabía, Sandro era poco reclamado.
"Como psicólogo callejero que soy, veo que hay dos tipos de música: la que llega a la cabeza y la que pasa por la cabeza y llega directo a los pies", explicó Pérez, quien considera al ídolo fallecido como un integrante del selecto grupo de clásicos que integran Charles Aznavour, Nicola di Bari, Camilo Sesto, Doménico Modugno y Sinatra. "Desde hoy, Sandro pasará a ser uno de los clásicos más sublimes", añadió.
Pérez es un apasionado por la música, y en tal carácter, cada vez que es convocado para musicalizar un encuentro social llega con parte de sus tres mil discos a cuestas, a los que complementa con 700 videoclips. Como experto, es uno de los pocos villamarienses que posee el disco de poemas que grabó Sandro, en 2006.
El disc jockey villamariense conoció personalmente a Sandro cuando actuó en el Anfiteatro, en la década del ‘80, y tuvo ocasión de hablar con el astro. "Era único, como lo es Luis Miguel ahora. Tenía capacidad para estar dos horas en el escenario, y se brindaba tal como era: una persona simple, igual que nosotros".
"No era un producto fabricado por las empresas discográficas. Era él. Podrá haber mejores, pero nunca nadie será igual a Sandro", añadió, para preguntarse "¿en qué casa no había un disco de él?".
Con respecto a sus comienzos, Pérez destacó que Roberto Sánchez fue uno de los precursores, con Los de Fuego en hacer rock en español, una modalidad antecesora al rock nacional. "Arrancó con la música del momento, que se estaba imponiendo con Elvis Presley, y luego derivó en el género romántico, llegando a ser el primer latino que llenó el Madison Square Garden".
En su cambio -indicó- tuvo mucho que ver Oscar Anderle, "a quien Sandro le debe el 80% de su éxito".
El DJ subrayó en su diálogo con nuestro cronista que Sandro "tuvo una vida nada tumultuosa, sin drogas ni escándalos. Ni siquiera tuvo un accidente con el auto. Puede no gustar, pero nadie habló mal de él. Son pocos los ídolos que pueden jactarse de ello".
Mirando hacia el futuro de la música nacional, Néstor Pérez reflexiona y dice que "no habrá nadie como él, y hay una razón poderosa: el sentimiento no se percibe cuando la tecnología le da prioridad a la potencia. Las letras de amor se van esfumando, porque ahora nuestras prioridades son el confort y nuestras preocupaciones son las desavenencias".
Finalmente, el musicalizador aclaró que no está de acuerdo con comparar a Sandro con Gardel, como se escucha en estas horas. "Gardel es extraordinario y versátil. El que puede aspirar a ser como Carlos Gardel es Jairo".
Oscar Páez: Tributo a su memoria
"Para llegar a ser lo que fue Sandro hay que tener un don especial, que sólo tienen los ídolos, que son contados con los dedos de una mano", dijo el músico villamariense Oscar Páez.
"Conjugó humildad, bondad, honestidad, fidelidad a sus principios, no era mediático y pudo vivir de su éxito manteniendo su intimidad. Esas cosas definen a los grandes", opinó el "Negro" Páez, un experimentado artista que tuvo ocasión de charlar con el artista de Banfield, el día que actuó en el Anfiteatro, en la década del ‘80.
"Yo tocaba la batería para Mauro y éste era muy amigo de Sandro, así que pudimos charlar un largo rato con él. Era una persona muy conversadora, siempre sonriente, y que no se despegaba del cigarrillo ni del whisky. Con un pucho encendía el siguiente cigarrillo", evoca el intérprete local.
En realidad, lo conoció en un baile del Palace Hotel, cuando Páez era un niño, y vino a actuar con el grupo Los de Fuego. "En esa época se vestía bien a lo Elvis, con el cuello alto", recuerda.
Páez admitió que: "He intentado imitarlo en la forma de dirigirse al público y en la expresión que le ponía a las canciones. Uno puede tener un buen timbre de voz, pero no pasa nada si no llega con el mensaje a la gente".
En el repertorio de Páez figuran actualmente tres temas de Sandro de América: "Penumbras", "Como yo te amo" y "Así". Es probable que en febrero, cuando Páez celebre sus cuarenta años en los escenarios, estrene un tributo al ídolo con más temas de éxito.
Sandro, en las alturas del fuego
No se lo escucha igual después de un minuto de su muerte, su voz suena llegando de otra época, más comprometida con el dolor y en una garganta profundamente internada en los sonidos de sus sentimientos. A veces el sonido de una cascada otras de un trueno, pero su voz, un minuto más tarde se organiza con el pasado. El ya lo es, ha ocupado esa dimensión y sus canciones se desparraman sobre ella, se despiertan sobre su ausencia.
Cuando despedía a Mercedes Sosa recordó a Yupanqui y lo celebró en su vértice más exacto, allí donde se unían las polvaredas y las sombras de los paisajes del norte argentino, en su peso específico: “Calculá que pudo sintetizar la Argentina en dos versos / las penas son de nosotros/ las vaquitas son ajenas/”. Así lo resumió, tal como la vida del gran artista nativista en todas sus dimensiones, incluso la de la filosofía.
No se puede tampoco atravesar ese minuto, donde se transforma, como si cambiara de vestuario para una nueva escena, en otro compositor, otro cantante, innovador, poeta, porque antes de ese minuto no lo era del todo, obraba en las relatividades de los vivos. En ese instante está congelado su recuerdo, pero su música, los primeros rocks argentinos, su gitanería capaz de rozar la voz del cantaor, su movilidad social convertida en ascenso a los escenarios con la libertad de cada uno de sus músculos imaginado en imagen, sus canciones en las que carraspea y tiembla el amor acomodándose bajo el farol o en la habitación de tules convirtiéndose en olas, todo eso ha echado a andar sin las eventualidades de su cuerpo, ya materia del cine o la foto.
Antes de este minuto en el que entras caminando con Rosa Rosa o Los del Fuego a la velocidad emocional de los acordes de Pichuco, Gardel, Atahualpa y tantos más, te demoraba el pasado. En este minuto triste, eterno, ya cantás como en el primer instante del futuro.
Jorge A. Torriglia
Epígrafes de las fotos:
Foto 1) El locutor, junto a viejos discos del Gitano
Foto 2) Pérez: “No era un producto fabricado. Así era él”
Foto 3: “He intentado imitarlo en algunas cosas” (Páez)
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