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El Peregrino Impertinente
En este abatido mundo de hoy, extraviado en las penumbras de la decadencia, el saltinbanquismo y la bromatología, pocas son las esperanzas de que algo mejore. Por suerte todavía tenemos esas pequeñas alegrías que aún nos conectan con la vida, como comernos un pancho o pelotudear en Facebook, dando a conocer nuestros más profundos pensamientos a través de frases inteligentísimas y cargadas de significado como "ufa, me tengo que ir a trabajar" o "qué bajón, llueve" a lo que alguno de nuestros amigos en la red, extasiados de ingenio y loca picardía responden "ja, ja, sí, que bajón ".
Así, Facebook logra lo que desde hacía tanto tiempo estábamos buscando: utilizar Internet para algo más que ver pornografía. Con Facebook uno puede comunicarse con el mundo, expresarse libremente, traspasar las fronteras, fomentar el intercambio cultural, eliminar las barreras de la incomprensión, fortalecer la confrontación de ideas y levantar minas. Solo basta con poner una foto en la que salgamos más o menos facheros (si cabe) y tirar frases con onda.
Amigos del viaje
Pero si hay algo para lo que realmente sirve esta red social, es para viajar. Cuando uno viaja, naturalmente, conoce gente y entabla relaciones, que por más efímeras que sean, provocan satisfacción. Así, previo a despedirnos del destino y de nuestras ocasionales amistades, la requisitoria se torna obligatoria: "Agregame en Facebook, che".
De esta forma, uno encuentra la posibilidad de seguir conectado con esa persona más allá de cualquier distancia. El contacto, a partir de ahora, tendrá forma de fotos, vídeos y mensajes de la más variada índole.
Igual, invariable e indiscutiblemente, siempre priorizarán aquellos recados que más demuestran nuestro tacto y sabiduría, entre los que puntean "esta noche me voy de joda con dos locas", "me estoy rascando a dos manos" o "estoy tan aburrido y al pedo que no me quedó otra que meterme en Facebook". Maravilloso este Siglo XXI.
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