Como en una fábula literaria, un hecho desgraciado y lamentable trajo aparejada una creación de tamaña inventiva que resultara tenida en cuenta por el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual.
El técnico electrónico residente en Villa Nueva, Juan Manuel Albornoz, recibió días atrás el certificado oficial de una patente de invención, por un lapso de 20 años, otorgado por el INPI por su singular estructura de inédita configuración: el “sillón terapéutico para la reeducación, rehabilitación y ergometría”.
Se trata de un aparato tecnológico y electrónico que permite la “superación de una amplia variedad de dolencias” en pacientes con problemas motrices o con mínima movilidad, precisa el informe que acompaña la patente.
En diálogo con EL DIARIO, el más que orgulloso autor pasa a explicar la génesis de su invento. “Todo comenzó como diez años atrás cuando mi vieja terminó hemipléjica después de una operación donde había ingresado con un aneurisma (Albornoz acusa una mala praxis). Ahí empecé a probar con elementos para ayudarla a mejorar sus movimientos. Armé un banquito, que no me sirvió mucho porque no estaban compensados los diferentes pesos de cada paciente hasta que ideé el sillón”, recuerda. La gran diferencia entre dicha estructura y las existentes en el mercado es que “el paciente no tiene que hacer ninguna fuerza, porque el aparato la hace por él”, añade.
El sillón cuenta con un brazo articulado que soporta pesos de más de 150 kg y se puede estirar desde 7 centímetros hasta 2 metros, una caja reductora, un mástil, una computadora para regular tiempo y velocidad y un respaldar con corrector cervical. El inventor asegura que ya fue utilizado por cerca de 200 personas, entre jóvenes y adultos y que fue supervisado por ingenieros del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Del mismo modo afirma que nunca ha recibido ayuda alguna, salvo un ocasional aporte mínimo de un privado. Su única preocupación es que el sillón beneficie a aquellos que lo necesitan, como lo hizo con su madre. Lo único que no cuenta con capital para fabricarlo en serie. “Si llegara un inversor tendría que vendérselo junto a la patente”, indica.