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María pidió que las mujeres no se dejen atropellar. Ayer permanecía internada en el Hospital. El agresor no está detenido, y ella todavía no testimonió en la Policía, aunque está custodiada (Imagen ilustrativa) |
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María Cristina T. tiene 54 años y compartió los últimos 33 con su esposo, el padre de sus cuatro hijos, el amor de su vida, Mario Antonio (52). Ayer estaba internada en una sala común del Hospital Regional Pasteur. Dolida, de cuerpo y alma, recibió a EL DIARIO para revelar públicamente su drama, para abrirle los ojos a cientos de mujeres que a diario son víctimas de la violencia.
El lunes a la mañana, su compañero le asestó diversos golpes de puño en todo su cuerpo, la raspó con una cuchilla y la roció con gasoil, aunque no pudo quemarla.
María recibe suero en el nosocomio de calle Mendoza y espera el alta conmovida. Cuenta que sus hijos (varones, casados)“no quieren ni verlo” y que ella siente “odio” por ese hombre que la castigó con dureza.
“Hacía días que veníamos con problemas, pero nunca me imaginé que terminaría así. Me pegó con una cuchilla grandota, me dio golpes en los brazos, cadera y abdomen. Me echó gasoil en las piernas”, narró.
“Uno siempre discutía -admitió- pero nos arreglábamos de otra manera. Ayer (por el lunes) me golpeó”. No fue la primera vez. En otras ocasiones también lo hizo, aunque nunca con esta intensidad.
Estaban los dos solos en la casa de barrio Rivadavia cuando se desató la pelea. Entre otros motivos, María comentó que discutieron “por un anillo de oro que tengo yo”. “No hay razones para esto”, subrayó, al tiempo que aseguró que su marido no toma alcohol ni fuma.
¿Problemas? “Tenemos lo que tiene cualquier vecino”, dijo ella, buscando con la mirada puesta en el techo del Hospital una respuesta a la barbarie.
Hematomas a lo largo del brazo dan cuenta de la furia. “Terminé internada por el golpe en la cabeza. A la tarde me van a hacer una ecografía porque temo que esté dañada alguna costilla”, expresó.
La mujer ingresó a la Clínica Fusavim en el mediodía del lunes y por la noche fue trasladada al centro asistencial de barrio Lamadrid. “Me desmayé mientras me agredía y él llamó a mi hermana y a los Bomberos”.
“Quise defenderme pero no podía. Siento odio, no quiero ni verlo, no se lo voy a perdonar”, sostuvo consternada.
Herida en su fuero más íntimo, postrada en una cama del Pasteur, María tiene mucha fuerza: “No le tengo miedo. Y le diría a todas las mujeres que sufren esto, que denuncien, que no se queden calladas. No se dejen atropellar”.
“Toda la vida estuve en mi casa. Jamás fui a un baile sola. Sólo salía para ir a lo de mi hermana y al cementerio”, explicó.
Contó que su esposo “solía ser bueno conmigo, pero cuando se chiflaba había que aguantarlo. Vivía situaciones violentas: golpeaba la mesa, gritaba...”.
“Trataré de superarlo, veremos qué hacemos, cada uno seguirá su camino. Lo quiero lejos de mí”, concluyó.
Diego Bengoa
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