Aunque nunca publicó sus escritos, siempre dedicó su tiempo a la lectura y escritura. Se llama Olga García de Figueroa, es Maestra Normal Nacional del Colegio San Antonio y estudió nueve años de francés en el Colegio José Ingenieros. Tiene predilección por el género lírico-poético y en esta ocasión nos envió su libro inédito “Soledades”, del cual extrajimos tres composiciones. En estos escritos la soledad atraviesa las palabras y los sentimientos de una mujer que se siente sola, que pide, que ruega, que recuerda y que llora su pena en cada letra que imprime en el papel. Estamos ante una escritura breve con reminiscencias de poetas españoles y cierta tendencia a exhibir un yo íntimo desprovisto de toda cubierta.
Jorge Domínguez es de Villa Nueva y es un tipo que no se lo encuentra fácil, alguien que aparece cuando uno menos lo espera. De esa manera se acercó a la Redacción de este diario y nos dejó un par de sus poemas manuscritos. Eduardo Roganti lo describe en el prólogo de su tercer libro (“Combinaciones profundas”, 2004), como el hombre que lleva papelitos doblados en el bolsillo; obviamente esos “papelitos” son poemas. La poesía de Domínguez es simple y es el reflejo mismo de un hombre que vive, que choca con la realidad y que pelea por la verdad y la justicia. En el inicio de su último libro el mismo autor talla el siguiente epígrafe: “Erase una vez, los humildes / al poder para escribir la historia / del sacrificio, para alcanzar la / prosperidad y la paz deseada.”
Nació en Carrilobo y pasó allí muchos años junto a su hermana Vilma. Ahora vive en la ciudad y desde aquí está proyectando su literatura que ha madurado notablemente. Tiene publicados los poemarios “Llanura, soledad y recuerdos”, “Pájaros de papel”, “Todo… y lo demás” y el notable “Vestigios de la alquimia”. Hablamos de María Elena Tolosa, que además integra la antología “A orillas del Ctalamochita” y se ha nutrido en talleres literarios junto a Dolly Pagani y principalmente en la “Tertulia Paco Urondo”, en la que Susana Giraudo y compañeras han sido vitales para su última producción en tapas duras. Los poemas de María Elena arrancan de la memoria y se tiñen con los colores de la tristeza, de la soledad y las carencias. Para decirlo con palabras más precisas, que el prólogo expone: “Vestigios de la alquimia” es “(…) un libro que nos enfrenta con sus dolores más profundos y, por sobre todas las cosas, nos demora en las emociones de una mujer que hizo de su experiencia de vida un registro estremecedor de la melancolía hecha belleza en la palabra”. De los treinta poemas que conforman su último libro, seleccionamos tres para compartirlos con ustedes.
Griselda Gómez nació en Villa María en 1962 y se radicó en Córdoba hace tres décadas. Integró varias antologías como “Poesía de la mujer argentina” (1986) y en el Tomo II de “Córdoba poética del Siglo XX” (1999). Ha coeditado y colaborado en distintas revistas y diarios. Ha desarrollado principalmente trabajos de investigación en el área de los derechos humanos, pero también sobre el indigenismo, el campesinado, los derechos de los niños y las dictaduras en los distintos países de América latina. Tiene publicados los siguientes libros de poemas: “Vigías en sombras” (1998), “Lloviéndome los ojos” (1993), “Condenados del vacío” (1998), “Náufragos de palabras” (2005) y “Flores del bien” (2008). Como se desprende de los títulos de sus obras, los temas que la inquietan y la preocupan a Griselda son los relacionados con los derechos humanos y las atrocidades que se han cometido a través del tiempo y con nuestra gente. En ella está la constante actitud de recordar, de que la memoria sea un músculo entrenado y en buen estado para evitar los errores que nos han marcado como personas y como pueblo. Griselda Gómez es periodista y trabaja en “La mañana” de Córdoba. Tenemos una entrevista pendiente con ella, sirvan estos poemas para ir achicando esa deuda.
Buena lectura y hasta la próxima semana.
Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com
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POR Jorge Domínguez
SIN FAS
Lo que es un grano de mijo
Ellos, lo hacen un repollo
y ahí te vienen con todo el rollo
creyendo tener la verdad,
te magnifican descontroladamente
sin siquiera ver el viento
que de pronto puede venir.
Y ahí los quiero ver…
Jugando a la “ruleta rusa”
se suicidan sin querer
(o queriendo)
¡porque son todos masoquistas!
Proceden envenenando
poco a poco
con veneno sustraído
de su santa sabiduría
se equivocan a desgano
repitiendo el armario
de su incredulidad.
(POEMA)
Si el tiempo está de mi lado
llegaré más que temprano
para encontrarme con ella
la que nunca me abandonó.
Si el tiempo está de mi lado
lograré comprender que es en vano
incorporar la llave de la vida
a la calle sin principios, sin final.
Si el tiempo está de mi lado
seré una aguja marcando la hora
remando en el punto cardinal
de la paciencia agotada, ya.
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POR Olga García de Figueroa
(POEMA 3) del libro “Soledades” (inédito)
La soledad me penetra,
Sus aristas son filosas.
Se clavaron en mi cuerpo
Cuando los verdes años pasaron
Como raíces envejecidas y crueles
Me persiguen por las noches
Oigo sus risas y entonces
Lloran mis ojos vencidos...
(POEMA 10) del libro “Soledades” (inédito).
Oscuridad, recuerdos, besos, caricias,
Lenguas que me envuelven y
Me gritan ¡nunca más!
Las nubes ya se han desecho.
El agua ha de correr.
La soledad me hace muecas
En los rincones tal vez.
(POEMA 12) del libro “Soledades” (inédito).
Entre arenas, piedras, ruidos,
Mi alma quedó marcada.
La soledad declinaba.
Nadie sabía, ni yo,
Lo que mi cuerpo expresaba.
Mujer tonta, estabas enamorada.
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POR María Elena Tolosa
III, del libro “Vestigios de la alquimia”
Presentí el rubor en mi rostro
Me di vuelta
y escuché respirar.
Supe de la profundidad
de sus ojos en mi espalda.
Pude estallar
y callé como una flor tímida en la mañana,
como una la libélula que custodia sus arpegios
como el grito del geranio
liberando el perfume
para derramarlo en sus manos.
XI, del libro “Vestigios de la alquimia”
Desde el misterio de la vida
hasta tus solemnes pasos
engendrados en la tierra.
El azadón y los perros,
el sol cayendo de plano
y la magia de otro hemisferio
cincelando en tus manos.
Te apoderaste del aire y de los pájaros.
Nunca escuché tu canción,
la desglosabas en soledad,
entre mate amargo
y cigarros sin fumar.
Tus silencios me halagaban.
Presiento que vuelves cada tarde
a juntar leña
insinuando que me extrañas.
Los naipes quedaron esperando.
Y aún debemos desgranar
las mazorcas de mayo.
XXVIII - del libro “Vestigios de la alquimia”
Mis criaturas vagan solas,
son seres ajenos vestidos de luna,
anidan mis entrañas y,
cansadas, salen
en busca de mis manos.
Pretenden una caricia.
Toda esa ternura
está perdida en el ocaso.
Cada atardecer
soy una cueva sin luz
donde crece el tormento
de no haber dado frutos.
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POR Griselda Gómez
1 (del libro “Flores del bien-primera parte)”
Escribo sobre la cama verde
A mi costado los vidrios
De la ventana que apunta al sur
Me devuelven un tilo de otoño
Detrás del cual descansa el general
Apenas a veinte metros
Su mano vieja presiona los gatillos
Y saluda a los vecinos
A diez metros del asfalto
Sus persianas están bajas
Y el motor de su gran automóvil
Me despierta cada mañana
He memorizado su andar de puntillas
Detrás de las rejas de su jardín
He memorizado su bigote
Sus ojos de culebra
Su mujer con cuerpo de foca
Veo la punta de su pino
Mecerse en cada amanecer
Y veo su terror cuando riega
Los lazos de amor florecen
De este lado de las rejas
Lo que no veo lo que no puedo ver
Es cuántas veces gatilló contra los nuestros.
25 (del libro “Flores del bien-primera parte)”
Eramos Revolución Parturienta
La estrella de cinco puntas se erguía
Sobre la futura mamantez
de luces negras
Por la espalda un tiro dos morder asfalto
Falcon y Torino
Verdes pestilencias supuradas
Contra la chica de la bufanda roja
Partida la estrella en maderitas astilladas
Cae rebota ausenta
Consumida por boca feroz
De odio apátrida
Por la espalda sin nombre
Féretros cómplices funerarias
(Encuentro familiares)
De su cuerpo se han llevado
Los ojos los pechos los dedos
En la calle pedacitos de estrella
Una bufanda roja volantes esparcidos
Sueños y utopías.
12 (del libro “Flores del bien-segunda parte)”
Clara yo pienso en tu nombre
En el espejo biselado del ropero en tu casa
De los Paraísos y arrojo al aire tu bastón de búsqueda
Te recuerdo en nombre de la fecundidad
Del hijo preso
Y de los hijos libres
Que pusieron el pan en mis manos adolescentes
Flor clara madre de frente a las balas
Me quedé de tu lado
Me corrí de las fiestas ostentosas
De las familias sagradas
Arengo frente al cabildo y somos el pueblo
Clara flor de Domingo
Heroica rebelde y ovárica
El vientre es grande y el fuego estalla.
14 (del libro “Flores del bien-primera parte)”
Caminan por nuestra calle
Y les clavamos la pregunta de nuestros muertos
Miran el mismo benteveo que miramos
No se inmutan
Están convencidos
Caminan entre nosotros
Y si pudieran también nos fusilarían.
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