Escribe: Pepo Garay
(Especial para EL DIARIO)
Río Grande es la ciudad más grande del Tierra del Fuego. La segunda, Ushuaia, cierra la lista. En el medio hay algunos pueblitos y caseríos. Y nada más. Con poco más de 150 mil habitantes, la provincia presenta ese aspecto tan propio de la Patagonia : al oeste, desoladas y bestiales montañas. Al este, llanura e inmensidad. Este último relieve le sirve como telón de fondo al principal municipio de la isla.
Aunque carece de los atractivos paisajísticos de su hermana coprovinciana, Río Grande ostenta varios atributos que la convierten en un interesante destino para visitar. Los prácticamente vírgenes espacios naturales con los que cuenta, las estancias que lo rodean y el testimonio dejado por las tribus onas, representan algunas de las bondades de la región. Pero es en los ríos circundantes donde la localidad guarda su mayor y más galardonado tesoro.
@ Pesca de primer nivel
Considerada como la “Capital Internacional de la Trucha ”, Río Grande atrae a los amantes de la pesca deportiva de todo el mundo. Los Ríos Grande, Yrigoyen y Menéndez son los principales puntos de referencia a la hora de probar suerte con las cañas. Allí se pueden obtener ejemplares de hasta 14 kilos. También en lugares cercanos como el bello Lago Yakush o la Laguna Antuk. Un estímulo irresistible para los aficionados a esta actividad.
Los cauces de agua repletos de salmónidos logran cautivar a una buena cantidad de fanáticos de la pesca con cuchara y con mosca. De hecho gran parte de la infraestructura turística de la ciudad está destinada a ellos, quienes encuentran en este punto apartado del mapa las mieles que escasean en otros rincones del globo.
Sin embargo, Río Grande no sólo ofrece truchas. Otro de sus principales atractivos lo conforma un interesante circuito de estancias, que sumerge al viajero en ese mundo tan particular llamado Patagonia. El visitante, rodeado de naturaleza y degustando un delicioso cordero a la llama, nada reclama. Entre charla y risas con la cálida comunidad local, se va adentrando en las costumbres autóctonas. La práctica lo gratifica, mostrándole una parte hasta entonces desconocida de su país.
Entre las más destacadas, figuran la Estancia Aurelia , La Despedida , Tepi y Las Hijas, rústicas casonas que convidan con sala de lectura y chimenea, platos típicos, cabalgatas, elaboración de dulces, excursiones, demostraciones de esquila y caminatas interpretativas de los ríos.
@ Recordando a los onas
A sólo 10 kilómetros de la ciudad, la Misión Salesiana Nuestra Señora de la Candelaria da pie a un tópico que renueva la curiosidad del viajero. Esta estancia fue fundada por Monseñor Fagnano en 1893, y sirvió como centro de evangelización de los onas, hoy completamente extintos. El conjunto de capilla, casa y museo, y sobre todo, el compromiso histórico de algunos locales, aportan indicios esenciales de la vida de los aborígenes del fin del mundo.
Así sabemos que los selk' nam (como los onas se llamaban a sí mismos) habitaron en los alrededores de Río Grande durante más de diez mil años. Que cazaban principalmente en la llanura, a diferencia de otras tribus vecinas como los yamanas o los alakalufes. Que disfrutaban de una acaudalada cultura de mitos, fábulas y leyendas. Que eran nómades y vivían en clanes pequeños, donde la poligamia estaba largamente permitida. Que fueron felices en la inmensidad del terreno fueguino. Hasta que llegaron los blancos, y a fuerza de desprecio y pólvora los arrojaron al abismo.
Como en tantas otras latitudes, el triste destino de los pueblos originarios aporta a la identidad de Río Grande. Historias que también impulsan al viajero a descubrir nuevos horizontes.
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