(Tercera parte).
Es necesario que los entrenadores y los padres recompensemos las ejecuciones, la participación del niño, el esfuerzo comprometido dentro del campo, la solidaridad con el equipo, las actitudes que reflejen el buen compañerismo, el respeto por el otro equipo y que se olviden de los resultados como fuente principal de recompensa.
Y si decidimos que recrear o volver a las fuentes es generar un espacio para el desarrollo íntegro del individuo, estimulando la amistad después de cada partido, un espacio donde los entrenadores comentan el partidos con los niños, le cuentan sus vivencias, explicarles que en este tiempo de su vida no hay vencedores ni vencidos, es decir les enseñamos a disfrutar el deporte.
Recalcamos la importancia del estudio y el desarrollo de la inteligencia si se sueña con ser jugador profesional, aprovechando toda esa energía de los pibes para ayudarlos a ser en el presente y futuro buenos seres humanos.
En la escuela tenemos la libertad para llevar a la práctica todas nuestras ideas con respecto a las fuentes del fútbol; se estimula al niño a jugar en cualquier puesto, sin esquemas de enseñanza rígidos, para de a poco ir originando una organización “desorganizada”. Esto permite al niño disfrutar del juego, posteriormente se determinará cuál es el puesto en el que mejor se puede desenvolver.
En una oportunidad un padre se acercó y me dijo mirando a un pibe mientras gambeteaba, por qué no le dice al pibe que no gambetee tanto que los otros también juegan, le respondí que tenía razón; pero si no gambetea ahora cuándo lo va a hacer.
Se trata de volver a las famosas fuentes, las del viejo y querido campito o potrero, esos que por el gran crecimiento desorganizado de las ciudades han ido desapareciendo, lo que obligó a la “pibada” a trasladarse a las salas de vídeo juego, dejando de lado un deporte lleno de emociones, ilusiones y afectos esenciales por un mundo de efectos especiales sin sentido que lo alejan de sus pares, y que algunos casos lo incitan a la violencia y a vicios.
La escuela de fútbol trata de recrear el escenario del campito, respetando los tiempos y edades, con métodos simples, profesores especializados, cuidando el sentido lúdico y estético del deporte, resaltando los nobles valores del espíritu deportivo, sin presiones traumáticas y apartando a los pibes de las urgencias que a veces los adultos queremos imponerles, sin pensar que en este momento son sólo niños.
Tal vez sea una utopía, pero queremos la inclusión de nuestro deporte en las escuelas en serio, no que llenen un espacio en horas libres. Donde se enseñe, practique y ensaye la técnica y las reglas del juego hasta los 14 años, y a partir de ese momento se organicen torneos intercolegiales, zonales, regionales, provinciales y nacionales, donde el Estado garantice y brinde un ambiente adecuado con buenas canchas, indumentaria y pelotas, control de salud, educación, contención y la formación integral de sus jóvenes.
A través de la ilusión que el deporte despierta en los pibes se puede captar a aquellos que, sin la contención familiar adecuada abandonan el colegio por desinterés o falta de motivaciones. Por otro lado el colegio puede ser un lindo intermediario entre el deportista y las presiones a que son sometidos los chicos, con o sin condiciones para la práctica del fútbol.
A nuestro humilde entender en el camino del estímulo de nobles sentimientos, sanas ilusiones, dentro de un escenario ideal donde no se limite la creatividad; encontraremos las tan buscadas fuente del fútbol, que llevarán seguramente a buen puerto nuestro sueños y utopías.
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