El hombre de la otra cuadra, que acostumbraba a darse el gusto comprando un salamín casero, agacha la cabeza “déme un poquito de fiambre nomás”. La señora que cada mediodía solía buscar la gaseosa para la familia, ahora se conforma con un sobre de jugo, si la cartera lo permite. El señor de los mil asados, versado en costillas y matambre, ya no mira con desdén los cortes populares. Una agujita para el domingo va a estar bien. Postales de esta Villa María modelo 2010, acosada por los aumentos y sumergida en la resignación, de cara a un panorama que lejos está de dar señales de mejoría.
La suba de precios en los alimentos se ha convertido en una constante. Y los malabares para hacerle frente a la situación parecen haber llegado al límite. Basta con recorrer las calles de las dos Villas para echar luz sobre el asunto. La inflación castiga sin piedad.

Bajan las ventas

Mientras el Gobierno nacional habla de “reacomodamiento de precios”, los comerciantes de las dos Villas tienen otra teoría: “Un reacomodamiento de precios sería del orden del 3, del 4%. Nosotros estamos sufriendo una inflación galopante. En dos meses las cosas subieron de manera desesperante y la retracción de las ventas es notable ¿De qué reacomodamiento me vienen a hablar?” se pregunta Carlos Martín, comerciante villanovense. El, desde su almacén de calle La Rioja , contempla atónito la embestida. Las góndolas del local dan testimonio: lácteos, fiambres y azúcar son los productos que más se encarecieron. “Yo a los viajantes no les quiero ni ver las boletas” agrega doña Coca, su esposa, quien concluye: “Esto va de mal en peor”.
Más optimista resulta Silvana Chena, otra comerciante de la ciudad: “Yo creo que esto se va a acomodar, que vamos a llegar a una estabilidad” asegura. No obstante, reconoce la merma que han tenido las ventas y el malestar de la gente: “Mis clientes están muy molestos, yo también lo estoy. Pero al final nos terminamos acostumbrando, no nos queda otra”, se resigna.
Entre quienes pueden ofrecer más indicios sobre el fenómeno, aparecen los distribuidores: “A raíz de las subas han bajado mucho las ventas, pero no la facturación. La gente gasta lo mismo pero lleva menos. Se adapta a lo que gana y compra lo que puede”, sostiene Esteban Graglia, un joven mayorista local. El dice que sus clientes se quejan, culpando a los vendedores “pero la culpa es de las fábricas, que aumentan sin justificativos”, asevera. Aunque también deja lugar para la autocrítica: “Al fin y al cabo, terminamos pagando lo que nos dicen. Hace falta que nos quejemos más. Somos muy dominables como sociedad”, confiesa.

La carne, un lujo

Pero sin dudas, la principal villana de este relato estival de desencantos viene en forma de res. En el ojo de la tormenta a partir de las subas extraordinarias que ha tenido en los últimos dos meses, la carne pasó a ser un producto de lujo, objeto inalcanzable para los alicaídos bolsillos locales.
“En esta época del año la gente te volvía loco con el asado. Ahora sólo lo vendemos los fines de semana. El resto de los días sale mucho la aguja, la falda, el puchero, cortes que antes costaba vender” enfatiza Martín Bertello, de la carnicería “Don Bartolo”.
Mientras afila el cuchillo, comenta que desde hace 20 días las reposiciones de stock vienen con aumentos entre dos y tres veces a la semana. ¿Y los clientes qué dicen? “Al principio se asustaban, pero ahora ya se acostumbraron. No podemos hacer nada”, se lamenta Martín.
En un intento por explicar la situación, Juan José Salgado, presidente de la Federación Agraria Argentina filial Villa María, opina: “Las causas de estos aumentos se justifican a partir de tres factores: uno estacional, porque estamos en época de engorde, y por lo tanto la cantidad de animales para faenar es menor. Otro natural, por las sequías que han sufrido los campos en el último año. Y otro político, por la falta de apoyo y capacidad productiva del Gobierno”.
Para Salgado, el escenario actual tiene las características de una “crónica anunciada”: “Nosotros, hace tres años que venimos advirtiendo que esto iba a pasar”, señala, antes de brindar sus perspectivas a futuro respecto a los precios. Dice que lo más probable es que la situación “empeore” aunque mucho dependerá “de lo que la gente esté dispuesta a consumir”. “En mayo puede haber una estabilización, un tope a las subas, ya que es la época en que los animales están más gordos. Pero los precios difícilmente bajen”, sintetiza.
Mientras tanto, los carniceros son testigos privilegiados del desbarajuste de cifras, con subas en los precios de mostrador de hasta un 40% en los últimos dos meses. Dan fe cortes como el asado común (a 18 pesos a principios de diciembre, hoy promediando los 30), el matambre (hoy a 34 pesos, 22 en diciembre) o la falda (a 11 pesos el año pasado, y a 18 en la actualidad).
En tal sentido, Oscar Martínez, de Carnicería “Cacho”, es tajante: “La gente se a va tener que acostumbrar a comprar carne y productos de almacén más baratos”, previene. Habrá que ver si con eso alcanza.

Informe: Pepo Garay


Las fotos:
1- La carnicería de Alberdi y San Juan ha sido consultada para este informe
2- En Quiosco Coca de Villa Nueva se percibe el incremento de precios en las ventas
3- Juan José Salgado de la Federación Agraria