Parece mentira que fue hace un año que nos encontramos por última vez para sacarle el cuero al Festival de Peñas, devenido en Festival de (......) llene con lo que usted considere. A mi modesto entender y modo de ver, éste será el Festival del Bicentenario, aunque desde luego, nada tenga que ver con la revolucionaria gesta de mayo de hace dos siglos.
¡Sí, señores! Será del Bicentenario porque la mayoría de los artistas que vienen tienen como 200 años (algunos, incluso, se comenta que cantaron en Plaza de Mayo en un acto ofrecido por la Primera Junta luego de que se conocieran los primeros boca de urna del Cabildo Abierto).
Otros, a su vez, guitarreaban en la jabonería de Vieytes, entonando coplas referidas a la conspiración, los muy jacobinos “psicobolches” pasados de moda.
Y para mí, como para tantos otros colegas de medios gráficos locales, regionales, provinciales, nacionales y del exterior, que ejercemos el modesto oficio de cronistas, seguramente será el Festival del Bic Centenario.
No faltarán, asimismo, aquellos que disfruten del show a pocos metros de los propios artistas, en la zona de las plateas preferenciales. Pare ellos, será el Festival del VIP Centenario.
Y para aquellos que le quieren serruchar el piso al Patrón y quedarse con este evento de vuelo internacional difundido por la televisión pública que el hombre de la esquina de 9 de Julio y Entre Ríos supo instalar como una cita ineludible del verano, para ellos, que sin miramientos quieren sacar provecho del esfuerzo ajeno, para ellos, será el Festival del Vil Centenario.
Pero para contrarrestar el efecto devastador de los oportunistas, me llega información de que hay quienes están operando para que vuelva a ser el Patrón quien tome las riendas del Anfi techado y haga al menos una edición más. En caso de concretarse, sería el Festival del Bis Centenario, pero para eso habrá que esperar.
Como sea, si el Patrón no vuelve a hacerse cargo, será mi fin. Adiós Lechuzón, con las críticas a otra parte. Desde luego, ya estoy tirando las líneas en Viña del Mar, en Jesús María y hasta en los “Academy Awards”, más conocido como los premios Oscar. Incluso ya mandé a hacer un esmoquin bataraz y un par de alpargatas de terciopelo, para presentarme al casting como conductor. Pero eso es harina de otro costal, de modo que volvamos al festival y sus adláteres, o sea, las peñas y quiosquitos de artesanías. Y no es poco lo que ha pasado en estos ámbitos que hoy son, a no negarlo, el alma misma del Festival.
Pero antes de seguir, y volviendo al principio, o sea a lo del Festival del Bicentenario, en esta edición más que nunca se cierne sobre el Anfi el denso nubarrón (nunca más atinada la metáfora) de la duda que año tras año nos carcome el seso: ¿Lloverá?
Y ahí es donde se arma el lío, porque esta vez, el unánime grito de otros años “¡Noooooooo, por favor, que no llueva!”, no es tan unánime.
Al menos son dos las posturas que hay sobre el particular. Por un lado la de los realizadores del evento, que claro, piensan en vender entradas y hacen cruces de sal y apelan a diversos conjuros antipluviales, y por el otro lado la de los patriotas tradicionalista que aseguran que, si en la gesta de mayo de 1810 llovía, pues si este es el festival del Bicentenario, en esta edición tendrá que llover. Y esta moción es fervorosamente apoyada por los fabricantes y vendedores de paraguas.
La pulseada no ha sido menor, a punto tal que ambas partes llegaron a presentar el caso a la Junta Municipal de Historia, pero aparentemente, el titular de la entidad se hizo el sordo.
No faltaron los que dijeron que, si ya estuviese techado el Anfi, el dilema no existiría, pero siempre llegamos tarde a todo; quevachaché. Gajes de la política.
Y ya que hablamos de política, y de Bicentenario y de Vieytes y de peñas... ¿a qué no sabe a quiénes vi, compartiendo mesa y vinitos, en la Peña de la Agrupación Folclórica, a eso de la una de la madrugada del ayer? A Raúl Costa y Ricardo Pereyra. Parece que el locro político ha comenzado a hervir en la Villa. Vaya uno a saber lo que se cocinará en esas pailas.
Cuando salí de la peña me encontré con un negro del Africa negra, de esos que vendían en otras ediciones baratijas y espejitos de colores, y se quejó conmigo, a falta del Inadi, por la discriminación. Es que este año, si no es artesanía, no hay tu tía. Nada de vender productos de La Salada. Así que el morocho, más solo que Maradona, se quedó sin hacer la diferencia. Pero está bien; la tradición es la tradición, así que a vender chucherías a otro lado. Así deberían pensar también los que arman la grilla de artistas que se darán cita sobre el escenario Hernán Figueroa Reyes (se llama así todavía, ¿no?), porque la verdad, en el entrevero hay cada uno que ¡Mammita mía!
Y hablando de artistas, el que se borró este año fue el León Gieco, che. Se ve que era cierto eso de que se iba a ir a vivir a un mundo con alas para dedicarse a otra cosa. Ojalá le vaya bien, porque es un tipazo.
En fin, la 43º edición del Festival de Peñas, una edición con final abierto porque, deja un sinnúmero de preguntas flotando en el aire como chispas de fogón: ¿Quíen tomará al toro por las astas? ¿Quién será capaz de organizar el evento festivalero como Dios manda, a la altura de las circunstancias, con la categoría necesaria? Algunas fuentes consultadas lo daban a don Rony como el candidato más firme. Otros aseguran que la Muni está cerca, pero, dentro de la Muni no hay nadie cerca de poder con semejante trabajo.
Como sea, por tres noches locas que vamos a vivir, hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos que mañana ya veremos. Y como decía un amigo mío, procer él, ya que hablamos de Bicentenario: “Vermú con papafritas y... ¡Good Show!”