¡San Valentín, San Valentín, vino la hija de Valeria Lín! ¡Y qué linda que está! ¿No la vieron en la foto del diario del sábado? Me la encontré en el hotel y le pregunté “¿Tu vieja no viene a animar el Festival este año?”. Me miró extrañada: “¿Lo qué?”, me dijo. “¿Tu mamá, Valeria Lin, no viene este año?”. “Yo soy Valeria Linch”, me respondió categóricamente y medio ofendida, no sé por qué, si la estaba piropeando.
Les juro que no lo podía creer, y eso que yo, al trabajar en un medio gráfico, estoy acostumbrado a los milagros del fotoshop y, como me crié en la carnicería de mi tío el búho, estoy familiarizado con el arte del bisturí, pero nunca había visto un trabajo semejante. La mismísima Valeria Linch se había convertido en su hija por obra y arte de la tecnología y el estilete.
Aunque no sería alocado tampoco pensar que, por alguna razón, la diva estuviera buscando cambiar de identidad, cansada tal vez de los fans y la vida de cantante. Entonces me fijé mejor y me di cuenta que podría ser que quisiera hacerse pasar por Valeria Mazza. No sé, es una conjetura, nada más...
Como sea: hoy es San Valentín y yo estoy enamorado de Valeria Lin y de la hija de Valeria Lin y de Valeria Mazza y de La Sole y de Claudia Mazzini (aunque no sea tan famosa la moza), y si son las 5 de la matina y le rendí demasiado culto a Baco, de Estela Raval también. Pero de los Cinco Latinos no sé quien se hará cargo. En una de esas le tenemos que pedir ayuda al apasionado hombre del sombrero aludo, dueño de un verdadero “amooor salvaaaaaje...”
Pero dejemos ahí el asunto del amor por un ratito y volvamos al Festival del Bicentenario, que nada tiene que ver con santos foráneos como este Valentín ni tampoco con jalowín. Y como dijo San Discepolín (que ese sí es del santoral autóctono), “igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches” se van mezclando los temas sobre los que discurro, como agua del Ctalamochita.
Y ya que hablamos de agua, ha que decirlo: llovió, ayer a la tarde, tal como cuadraba a la circunstancia emparentada con la gesta de mayo de 1810 y para agregarle suspenso a la última edición de la que se hará cargo el Patrón que, dicen algunos, está perdiendo los poderes de chamán controlador del clima. Otros aseguran que no es más que una estrategia para que le pidan que siga haciendo el festival. A lo que el Patrón respondió utilizando una vieja seña (¡Oh, el lenguaje de las manos!) que consiste en colocar la mano derecha con el puño cerrado y el pulgar hacia arriba y la mano izquierda, con la palma hacia abajo, cubriendo el mentado pulgar que a su vez enciende repetidamente un encendedor invisible y que significa “con techito por si llueve”.
Pero, como decía aquel carcamán de la TV... “lo dejemos ahí” y hablemos de cosas más edificantes (aprovechando el boom de la construcción), como por ejemplo, la peñas, que realmente le han devuelto al Festival la mística de las ceremonias autóctonas: empanada, locro, vino y folclore hasta que se ponga el sol.
El viernes por la noche, las peñas estaban a full. La verdad, daba gusto participar de la fiesta popular. Cómo habrá sido lo lindo que estaba que a muchos se le pasó desapercibida la presencia del propio intendente Akkastello; su esposa, la diputada nacional Nora Bedano de Akkastello y la comitiva (¿son comitivia porque comen de las palmas de esas manos?), que salieron a tomar el fresco y, en el caso del intendente, a tomar porrón, porque el hombre, que en todo su derecho está, se paseaba lo más orondo tomando cerveza de un vaso de plástico. Menos mal que no lo vieron los de Seguridad Ciudadana y los policías que controlaban y prohibían a la gente andar bebiendo por ahí, lejos de los sectores de las peñas, que si no, qué papelón.
Pero a estos ojos cáusticos nada se les escapa (I’m watchin’ you), no sé si me entendí. Ni el estado crítico de los baños químicos, que este año se llevaron química previa, ni el alto precio del locro mediocre de la carpa de los Haravecos, ni la presencia de los representantes del Senasa, Vialidad Nacional y el Comite Federal de Radiodifusión (Comfer), o sea, los que controlan los medios.
Al parecer, los del Senasa andaban preocupados por el sobreprecio de la carne, igual que los responsables del locro de los Haravecos, que de tan precupados que estaban no le pusieron carne al emblemático guiso autóctono, sino huesos que le sobraron del año pasado.
Se dice que los representantes de Vialidad Nacional vinieron en misión secreta, a allanarle a Akkastello el camino hacia la gobernación de la provincia en las elecciones del año que viene. Derechito por la autopista, a la Casa de las tejas. Pero falta tanto...
¿Y los del Comfer...? Esos son los que menos me gustaron, porque de entrada me increparon y me dijeron si yo era medio, medio; pero no arrugué y les retruqué que no, que soy medio pero entero, o sea, soy un medio unipersonal e idependiente, un representante cabal de la prensa libre que no necesito autoriozación de naides pa’ trasmitir mi criollo pensamiento y mis opiniones mordaces.
En fin, (I’m singing in the rain) cantando bajo la lluvia como un Fred Astaire vernáculo, los dejo rumiando estas disquicisiones y me voy yendo pal lau del Anfi, a tomar posición en mi platea Vip centenaria, para asistir a este Festival del Bicentenario que además, como ya habrán visto, también viene bilingüe: “Hola negro, pande vai, yo me voy pa James Craick, que bien que lo pronunciai, se vi que sabí inglé”. Es que siempre fuimos una Patria bilingüe, así es nuestro folclore, al menos en Córdoba, que no se habla quechua ni guaraní ni araucano. Si no, calate en funyi y piantá de acá, andá a laburá, che, guricito pelo chuzo.