Escribe:Jesús Chirino El año 1964 iba gastando la mitad de las hojas de su almanaque, hacía horas que la noche se recostaba en La Habana, capital de la revolución cubana que prendió un faro de esperanza para quienes soñaban un mundo justo. Un pequeño grupo de hombres llegó al Ministerio de Industrias del Gobierno cubano. Aquel era un lugar donde siempre se trabajaba hasta muy tarde, cuando se abrieron las puertas atravesaron el umbral dos argentinos. Uno era el villamariense José María "Pancho" Aricó, lo acompañaba Ciro Bustos, mendocino que integró el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). Pancho y su compañero habían sido convocados al despacho de otro argentino que soñaba una revolución para nuestra patria. Se trataba del entonces ministro Ernesto "Che" Guevara, el mismo que unos 17 años antes había vivido en esta Villa María que vio nacer a Aricó. El EGP fue el grupo guerrillero que actuó en 1963/1964 en el norte argentino al mando del cual estaba el comprometido periodista, hombre de confianza del Che, Comandante "Segundo" Jorge Ricardo Masetti. Bustos había tenido a su cargo la logística del grupo y el enlace con grupos políticos del país. El intelectual villamariense había sido designado, por el grupo de apoyo cordobés al EGP que integraban los miembros de la revista "Pasado y Presente", para que realizara ante el Che un informe de lo actuado por aquel grupo guerrillero que había sido derrotado en la selva salteña. Es fundamental señalar que, según lo reconoce Bustos, este grupo era la más sólida estructura de respaldo político que tenía el EGP. Ciro Bustos, partícipe de aquel encuentro en La Habana, en su libro "El Che quiere verte" señala que Pancho estaba "…ansioso de enfrentarse al mito legendario, sin embargo tan nuestro, tan cercano: Pancho le conocía amigos y parientes del ámbito cordobés…" un caso era el del abogado Gustavo Roca integrante del grupo de profesionales que defendían a los integrantes del EGP que habían sido apresados por la autoridades argentinas. Roca, dice Bustos, seguramente realizaba aquella tarea "en aras de una vieja amistad" con Guevara. Quizás alguna vez se habían cruzado en las calles de Villa María, cuando Ernesto vivió en ésta y Pancho, el hijo del albañil, sumaba unos 15 años y ya se entregaba a la lectura de cuanto libro de autor comunista caía en sus manos. De aquella noche Ciro Bustos escribe que "…a Pancho no era el folclorismo provinciano o nacionalista lo que le atraía del Che, sino el novísimo poder de sus actos, refrendados con inteligencia no convencional. Pancho traía además una opinión crítica de la experiencia más que nada por el desfase entre sujeto y objeto político, forzado por la geografía y el aislamiento, que era como poner el caldero en un lugar y hacer el fuego en otro. El análisis de estos puntos de vista, frente al jefe promotor de la lucha, auguraban un debate esclarecedor. Pero la magia de la presencia del Che produjo otro resultado". Bustos, por años fue señalado como quien con sus dibujos delató al Che en Bolivia en 1967 facilitando su detención y posterior asesinato. Pero con el tiempo todo ha ido señalando al intelectual francés Régis Debray como el real culpable de informar a la CIA de la presencia de Guevara en territorio boliviano. En el libro mencionado el pintor mendocino cuenta la versión de los hechos que calló por décadas. En ese libro Ciro Bustos describe el encuentro de aquella noche entre el intelectual comprometido y el ministro de la revolución como una reunión que "se extendió más de dos o tres horas… y Pancho se olvidó de lo que quería decir. Hablaron de todo un poco: la Argentina, el mundo, el socialismo real, el irreal, el deseado, China y la paradoja ideológica estalinista, antitrotskista, las corrientes interpretativas, los fundadores y los fundidores. Gramsci y Rosa Luxemburgo, el socialismo transparente..". No es difícil imaginarse que aquella noche "el Che hizo uso de la palabra casi de forma exclusiva, aunque no imponiendo criterios, sino, como confirmando conclusiones más históricas que teóricas, relegando a Pancho al papel de testigo informático que, no obstante daba muestras de un creciente entusiasmo y un total acuerdo". En algún momento el secretario del Che, Manresa, se acercó a su jefe y le entregó un papel. Éste leyó en voz baja, lo releyó mostrando desaliento. La noticia no era buena e inmediatamente la comunicó a las visitas. En Buenos Aires, una explosión había derrumbado el edificio donde, entre otros, se encontraba Angel Bengoechea, jefe revolucionario de un grupo de origen trotskista que tenía planes de fusión con el EGP. Junto al "Vasco" Bengoechea habían muertos otras personas. En pocos días más concluyó aquella visita de Aricó a Cuba que se había iniciado a finales de mayo o principio de junio partiendo desde Montevideo hacia París, en vuelo de Air France. Bustos recuerda que en ese viaje "...Pancho llevaba un maletín con libros y, cada vez que el avión se elevaba y autorizaban desabrocharse el cinturón de seguridad, desplegaba sus lecturas y organizaba las horas de trabajo, conversaciones y descanso, como si estuviéramos en un seminario…" . Ese gesto descubre el compromiso con su trabajo que tenía este intelectual que vivía, de manera profunda, la necesidad de pensar y actuar en la sociedad. Tiempos antes del desastre que cayó sobre el EGP, Pancho había subido a la selva salteña. Masetti quería reunirse con los grupos políticos de apoyo. Cuando desde la casa de Oscar del Barco, Bustos transmitió la invitación, fueron designados Armando Coria y Aricó para realizar el difícil viaje. Coria vio vencidas sus fuerzas por lo riguroso de la travesía, pero Pancho llegó hasta donde estaba el Comandante Segundo y conferenció con ese hombre que se perdió para siempre en la selva. Otro gesto de un intelectual comprometido.
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