Le aseguro, le juro, vea, que me había prometido no caer en la trampa recurrente de hablar del clima cuando no se sabe qué decir. Pero, por más que me esfuerce, no lo puedo evitar, porque fue, sino el mayor, uno de los protagonistas más destacados de la primera noche festivalera del Bicentenario. Y como en la gloriosa gesta de Mayo de 1810, llovió, y de yapa, se cortó la luz.
Y, como si fuera poco, siempre imbuidos del mismo espíritu patriótico, el ballet compuesto por miles de ciudadanos de a pie, improvisó una coreografía que narraba el éxodo jujeño y en menos de media hora no quedó ni el loro en las peñas y en la costanera. Se hicieron agua (no los helados) sino los choripanes y las empanadas. Reposeras, termos y alguna que otra alpargata volaron por los aires en la estampida y no fue poca la gente que abandonó el Anfi masticando bronca preguntándose: “Pero cómo... ¿no era que los organizadores tenían un pacto con el Servicio Meteorológico Nacional? Ya no se puede creer en nadie, che”. Sin explicar si se referían a los organizadores del evento o al Servicio Meteorológico.
Todo había empezado lo más bien, con los fuegos artificiales y sobre el escenario, músicos y bailarines hacían las delicias del público. Hasta que fue anunciado el regreso, tras larga ausencia, de un conocido trío que gasta fama de mufa. Algunas miradas se entrecruzaron temerosas (las de aquellos que creen en gualichos y luces malas), pero comenzó a sonar la música, un ritmo de pasodoble circense y por un segundo se sintió el alivio, porque parecía que iban a actuar Gabi, Fofó y Miliki. Mas un relámpago agorero cruzó el cielo: no eran los acordes de La Gallina Turuleca los que sonaban sino los de La Banda Dominguera. La suerte estaba echada. Y para colmo, en la gatera, estaban Leo Campana y, de refuerzo, el Hombre del Sombrero Aludo, quienes comparten la ya aludida fama con el trío.
Por segunda vez en la noche, entonces, el firmamento se pobló de luces, pero no eran fuegos artificiales, sino los relámpagos que no querían ser menos pirotécnicos. Y después, los truenos que nada tenían que envidiarle a los bombos legüeros y la bendición del agua.
Para ese entonces, Estela Raval trataba de entretener al público que no se fue y se ocultaba bajo un techo multicolor de paraguas. Y a su auxilio salió la inefable Valeria, sí, sí, Valeria “Lin”, no la hija, ni Valeria Mazza, sino la mesmísima Valería “Lin”, con un impecable rodete Eva Perón (¿será el look del momento o la señora se quedó en el `45? ¿o será que en realidad se quiere parecer a Madonna?). Y juntas cantaron “Amiga”, que según Rony no estaba preparado. Y es posible, porque Estela se olvidó la letra y, para colmo, la lluvia le había mojado los machetes. Pero como sea, le pusieron el pecho a la situación, sobre todo Valeria, y lograron que el Anfiteatro no quedara desolado. Y eso es digno de reconocimiento.
Pero dejemos por un rato el escenario y vayamos a las plateas, porque allí también se vivieron momentos de mención. Uno de ellos fue cuando el intendente y su esposa se incorporaron a la masa del público. Y claro, habituados como están a recibir los honores de la investidura, se fueron como panchos pos su casa a la platea Vip (¿adónde si no?). Y fue misión de un anónimo acomodador acercarse a la pareja y (grap), tener que decirles más o menos así: “Vean, disculpen, no es personal, pero... éstas están ocupadas” y el intendente y la diputada, así los saludó el Gringo Borsatto desde el escenario, no tuvieron otra que mudarse a una platea común, nacional y popular, como cabe a dos peronistas de ley. Un ejemplo, che.
Y otro ejemplo dieron, de pluralismo, al homenajear a Roberto Rimoldi Fraga, hombre de De Narváez, tan cerca de Macri y tan lejos de la presidenta. Qué le vamos a hacer, cosas de la política, ésta de tragar sapitos. Al menos, éste será un sapo cancionero.
También en la carpa de prensa pasaban algunas cosas que el pueblo quiere saber de qué se tratan... El pueblo y el Instituto Nacional contra la discriminación (INADI). Y es que Leo Campana - sepan disculpar a este lechuzón cabulero - cuando le preguntaron sobre el amor (culpa de San Valentín), tiró un par de piedritas contra las relaciones gays, de lo que se deduce que, muy pastor él, no debe haber pecado nunca, digo, por lo de tirar la primera piedra ¿no?
Y, además, agradeció al cielo la bencidión de la lluvia, cosa, seguramente, que no se hubiese animado a hacer ante los organizadores de las peñas y los artesanos que tuvieron que desarmar todo a la carrera culpa del aguacero.
Lo que pasa es que Santiago Querido, tan espiritual, no se anda preocupando por el vil metal que puede generar el negocio de la cocina vernácula (locro, empanada y choripán). Total, de su tema “Cómo te extraño” ya se hicieron 1700 versiones, cuyas regalías, desde luego, dan una paz de espíritu bastante importante. Y, además, se comenta, le vendió los derechos a Mc Donald´s, por lo que no sería de extrañar que estuviese actuando de encubierto como un doble agente del recontra espionaje cultural. ¿Cómo decía la chacarera? “Santiagueño no ha de ser, quien obre de esa manera, despreciar la chacarera, por otra danza importada...”
En fin, la globalización da para todo. A tal punto, que hasta a mí me permiten una tribuna para expresar mi modesto entender. Aunque, parafraseando la humildad de Estela Raval, en oportunidad de ser homenajeada: “No es vanidad, creo que es merecido lo que recibo”.