La copiosa lluvia del domingo intentaba apagar el fuego encendido por Rojas, mantenido por Castaña y Palito, cuando las luces, las pantallas y todo se apagaba en el coloso Anfiteatro Municipal. Cacho Buenaventura arrastró a Jairo a un íntimo espectáculo para homenajear a unas 300 personas que se quedaron
Es que nadie podrá atreverse a reprocharse haberse ido cuando la lluvia no daba otra opción. Pero los que se aguantaron semejante chaparrón obtuvieron un premio único e irrepetible.
Los animadores excusaban ante la inclemencia del agua la suspensión de la velada. El humorista Beto Moya había hecho un gran esfuerzo por satisfacer con parte de su repertorio a la multitud, que ya había emprendido la retirada. Las butacas iban quedando vacías. Un rayo hizo cortar la mayoría de las transmisiones radiales (advertido por la quema de una consola al grupo Centro).
Sin embargo, el dúo cruzdelejeño armado por Cacho Buenaventura y Jairo tomaron los remos para llevar hasta la orilla del placer a ese puñado de público aguantador que se hace grande al lado de sus artistas. Y el humorista hizo de las suyas, además de parte del preparado homenaje a los enamorados, tal el último trabajo discográfico de Jairo.
Para bromear entre ellos, el primero convidó con Cucurrucucu paloma , sólo acompañado de un guitarrista, ya que los demás músicos hicieron de espectadores detrás, puesto que no estaban dadas las condiciones para conectar los equipos.
Las risas y hasta el ¡Feliz Cumpleaños! para una mujer de la platea fueron parte de este repertorio solidario que tuvo cortes de Los Enamorados primero, Carpintería José, y de anteriores como Virgen Morenita, y por si el ambiente no conformaba, hizo proyectar en la pantalla el backstage de la grabación de Pulsera de oro macizo, rindiendo honores a Sandro, participante de éste.
Con Cacho casi sin dar paso con sus clásicos y sus ocurrencias, Jairo debió esforzarse además para dejar la risa un rato y entonar “casi” a dúo Zamba de Cruz del Eje. Para el cierre, un clásico: Ave María, cuando el reloj marcaba las 4.10 del lunes.
Las almas que abandonaron a esa hora el Anfi sabían que a pesar de la lluvia, fueron privilegiados espectadores.
Despeinadas
Una mujer bailaba en la cola del baño moviendo la cabeza. El ritmo de twist sacudía hasta inconscientes caderas. Apoyado cerca del acceso principal, el propio Juan Carlos Quaglia disfrutaba gustoso del arranque de Ramón Palito Ortega en el escenario “Hernán Figueroa Reyes”.
El tucumano lo hizo como recordando su primera visita a Villa María, haciendo sonar los acordes primero de Un muchacho como yo e invitar a levantarse de las butacas con Despeinada, mientras en las pantallas se proyectaban imágenes con gráfica setentista. La siguieron Bienvenido amor, Viva la vida, Corazón contento y La felicidad (justo cuando las primeras gotas comenzaban a querer empañar la fiesta).
Luego jugó con un acertijo al público, marcando su faceta de autor. Sus coristas interpretaron ¡Qué suerte!, por aquellos años del Club del Clan, en la voz de Violeta Rivas. Ortega pasó a hacer lo que en viejos tiempos, tocar la batería, para que su director de banda y compañero de aquellas andanzas, Lalo Fransen, fuera la voz principal de Corre González y La bamba.
Ramón, o Palito, volvió al micrófono junto a Valeria Linch con Sabor a nada. Luego combinó con la pantalla un vídeo de Elvis Presley para regalar el Rock de la cárcel. Y llegaron Vestida de novia, Estoy perdiendo imagen, Vas cantando, Soy el autor de mi alegría, Esa flor y Yo tengo fe, cuando la gente emprendió la retirada, cinco minutos antes de las 3 de la madrugada.
Reconocimiento
Al término de Cacho Castaña, un representante de Sadaic (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) Víctor Yunes Castillo, entregó en manos del animador Miguel Borsatto, una placa reconocimiento (la segunda otorgada por la entidad, ya que la primera fue para Tito Lectoure), “por su apoyo y defensa de la música nacional y del derecho de autor”, según leyeron los conductores del evento.
También pasaron
Más allá de los números renombrados, el solista Oscar Sahonero dejó una canción en el escenario, luego de la presentación de Castaña.
A continuación, el grupo jujeño Los Copleros también marcó su huella en el “Hernán Figueroa Reyes”.
Lo que merece
La noche del domingo dejó un vibrante coloso a orillas del lago, desatado en la pasión que imprimieron Jorge Rojas, sus hermanos Alfredo y Lucio, acompañados de su banda y tres bailarines.
La multitud que colmó plateas y tribunas recibió la motivación de los recuerdos y la picardía, como para llevarse una merecida velada grabada en la piel, esa que el agua no puede borrar.
Epígrafes: 1) Cacho y Jairo, dos amigos que se brindaron en homenaje a los enamorados y a los que se bancaron la lluvia. Un momento único en la madrugada del lunes
2) Palito Ortega puso la nostalgia como bandera de la noche
3) Los Copleros jujeños invitaron a sacar el diablo en carnaval
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