A diferencia de las demás veladas festivaleras, la noche cuartetera es la que mantiene una coherencia de género durante toda su extensión. De la mixtura de estilos, entre el folclore, el pop y la canción romántica de las dos jornadas anteriores, la propuesta popular y bien bailable del género cordobés consolidó anoche la premisa implacable del tunga tunga en el Anfi.
Desde hace varios años, el Festival de Peñas dedica toda una grilla con las expresiones más representativas del cuarteto en la actualidad (veremos si con la nueva concesión se respetará la norma).
La postal se vuelve aún más popular y cercana a un salón de baile cuando la platea VIP, la otrora "lengua", se desmonta para dejar rienda suelta a una sola masa de público moverse “pa’lante, pa’trás, pal’costado” y haciendo ochos en el piso o agitando los brazos arriba de un compañero. Los que saben dicen que allí caben, bien apretujados, unas 2.500 personas.
Bien Chébere, chico
Pero por dicha coherencia general, la tonalidad musical se vuelve un tanto similar y pareja. No es una mirada peyorativa. Es más bien, una larga y continuada fiesta del cuerpo, la voz y el alma, que comulga a los que están arriba del escenario con aquellos que levantan carteles, gritan, danzan y aportan el verdadero color y calor.
La jornada inició anoche con Ulises, el hermano del recordado Rodrigo Bueno, cerca de las 20.50, cuando el sol comenzaba a descender detrás del gigante de cemento. Con una impronta vocal similar al "Potro", el joven cantante trató de delinear su repertorio con temas pasionales y personales, aunque la garganta no le respondía igual como a su hermano.
En conferencia de prensa, adelantó que a propósito del inminente décimo aniversario del fallecimiento de Rodrigo, se editará un álbum homenaje con invitados no sólo cuarteteros sino también de otros géneros, nacionales e internacionales.
Por su parte, el carismático e hiperligero animador Santiago Gianola tardó pocos segundos en darle paso a Chébere, que subía minutos después al escenario Hernán Figueroa Reyes como una verdadera formación legendaria. Con el Negro Videla a la cabeza, la orquesta que se inscribiera en el inconsciente colectivo con temas como “Septiembre” trazó sus 35 años de historia, más algunos covers muy particulares de Rata Blanca y Redonditos de Ricota (“Jijiji”). El rock, quién lo diría se coló en una noche cuartetera. Videla, como maestro zen, le dejó la primera parte a las nuevas voces para luego tomar la posta. Como dice la canción, Chébere es “hoy por hoy, mañana y siempre”.
La mejor Barra
A las 23, Gianola trata de improvisar unas palabras sobre el estruendoso lanzamiento de fuegos artificiales (de extendidos minutos) mientras en el escenario aparecía La Barra (a pleno y en punta en blanco), con pirotecnia propia a los costados. La banda liderada por La Pepa Brizuela y presentada como “la más grande de Córdoba” se despachó con temas como “Qué me pasa contigo” para ahondar en la producción de los 15 años. “Confía en ti” y “Aventurera” fueron presentados con toda la pompa.
Mientras La Pepa ensayaba unos pasitos, parte del ballet de la revista “Carnaval de estrellas” pobló el escenario con sus plumas y figuras esbeltas. Como había anticipado Valeria Lynch, las bailarinas viajaron hacia aquí en su día libre desde Carlos Paz para acompañar a su cuartetero compañero de cartel.
La formación proseguía derrochando páginas bailables de su repertorio como "Lento" y "Una cachetada", al igual que su selectivo de baladas ligeras.
A esa altura de la noche, la mejor opción era amucharse o directamente salir a bailar para olvidarse del clima templado que siempre desciende la temperatura a la vera del río. Las nubes, por su parte, practicaban el arte del engaño climático, como han hecho las veladas pasadas. Se concentraban y se desunían en un cielo que, la verdad, pocos le prestaban el interés.
Ya para el momento de plasmar el hit “Un millón de rosas”, el grupo se había cambiado el atuendo de blanco a rojo. El tema fue coronado con una lluvia de papelitos y una impecable coreografía con plumas rojas, concluyendo casi una hora de show, el mejor hasta el momento, escribiendo “La carta”.
Al cierre de esta edición, restaban por desfilar arriba del Anfi: TruLaLa, Banda XXI (con el Conejito Alejandro, como director, capitaneando detrás como escena) y La Fiesta, una de las bandas con mayor proyección en el último año, en especial en nuestra región donde cosechó un fiel público seguidor.
Detrás de la escena
- Público. Los colegas radiales lanzaban cálculos en el aire, contabilizando entre 6 mil a 9 mil personas. Pero todos coincidieron que, al menos hasta la medianoche, la presencia en las tribunas populares no era igual que la del año pasado.
- Bebidas. Se sabe que el país vive un "proceso inflacionario", como le dicen los economistas. Ahora, el incremento de precios de una noche a otra recordaba a las peores épocas de la "híper".
La nota jocosa viene a cuento del aumento de las bebidas: de $15 y $20 los copones, pasaron a costar entre $30 y $40. Se ofrecía cerveza, fernet y la infaltable "sangría".
Epígrafes:
1) Ulises abrió la fiesta
2) Agitando los brazos y haciendo ochos en el piso, el público disfrutó la noche más popular
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