Desde pequeño, mis padres me inculcaron la consigna de “que cualquier problema que me pase debía llamar a la Policía. Ahora, que ya tengo mis propios hijos, aquel sano consejo que me dio mi padre difícilmente se lo transmitiré a los míos. El motivo de tal decisión responde a una situación que me tocó vivir el sábado 13 del corriente en el acceso de la ciudad de Villa María por la ruta 158. En esa oportunidad fui detenido por un control policial de la Policía Caminera de la provincia de Córdoba y tras entregar la documentación solicitada (de muy mala manera, con mucha soberbia y tono amenazante…) por el agente Sergio Tissera, OT 012/09, me comunica que me encuentro en infracción y que por lo tanto deberá labrarme un acta.
Ante mi requerimiento de los motivos por el cual me labraba el acta, me informa que como en el asiento trasero viajaban cuatro personas, la falta cometida era muy grave y que por ello no podía circular. Le aclaré que las cuatro personas que viajaban eran mi esposa, y tres de mis cuatro hijos (uno viajaba en el asiento delantero) y que el más pequeño de ellos de sólo tres años, como es discapacitado (padece Síndrome de Down) no podía colocarle cinturón por su edad y por el particular problema.
Solicité hablar con su superior para explicarle la situación: el agente Ricardo Aguirre, quien expresó que particularmente para él la situación no constituía infracción y si él hubiera realizado el control no hubiésemos tenido ningún inconveniente.
Cuando terminó de labrar el acta, el agente Tissera me advirtió nuevamente con tono de amenaza: “Y agradezca que lo dejo seguir hasta Villa María… (sic)”, cuestión ésta que no logré entender, ya que era yo quien debía agradecer tan noble gesto de dejarme seguir aún a costa de mi propia inseguridad y la de mi familia. Debo aclarar que 60 días atrás personalmente y en el mismo control de ruta realicé la consulta si podía circular de la forma que lo hacía (es decir con mi pequeña en brazos de mi esposa en el asiento de atrás) y la respuesta fue de que “nunca iba a tener inconvenientes”.
Ante este tipo de hechos, me pregunto que ocurre con los colectivos de transportes públicos de pasajeros, en donde ningún pasajero tiene cinturón de seguridad y, peor aún, de manera casi permanente viajan pasajeros parados en los pasillos.
Resumiendo, cuando alguien de la fuerza me dice que no tendré problemas en circular de la forma que lo hago y si los tuve, de que en el mismo hecho hay dos agentes y de los cuales uno de ellos me dice que para él no constituye infracción, mientras que el otro me hace la multa, de que el mismo agente que me hace la multa, por un gesto “humanitario” me permite seguir en las mismas condiciones que circulaba sin ni siquiera yo se la haya pedido, aún a costa de mi propia seguridad y la de mi familia (demostrando con esto lo que todos sabemos: la función de la Policía Caminera es sólo para recaudar y no para cuidar), llego a la reflexión de que lamentablemente no puedo CONFIAR en la Policía de mi provincia.

Daniel Alejandro Moreno
DNI 14511458