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De camisa, saco y pantalón oscuros salió el artista a escena. La puesta fue destacada |
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Al final, el mentado pacto climático que mantenía “San Quaglia” -y que se cortara con lluvias durante el Festival de Peñas- se pudo cumplir a rajatablas para la última producción de Musicalísimo en el Anfiteatro, antes de cedérselo al municipio local.
El beneficiario en esta ecuación metereológica resultó ser el imparable cantautor guatemalteco, que logró convocar anoche a 12 mil almas en una noche soñada, tras una jornada de llovizna incesante.
El carismático artista venía a replicar el exitoso show que montara en La Bombonera como en Nueva York y que en breve realizará en Viña del Mar. El “5to. piso World Tour” comenzó a desplegarse a las 21.50 cuando los primeros acordes sonaban en una suerte de bar al costado del escenario dispuesto a modo de conventillo (de hecho, del otro costado se hallaba la “barbería de Peluco” y de las estructuras colgaban remeras de Argentina y Boca).
Mientras el griterío ensordecedor de las tribunas y plateas comenzaba a descender, el ascensor en las pantallas iniciaba su cuenta regresiva. Tras el tema que da nombre al disco, con aires de tango, emergió él desde una plataforma elevada para entonar “Nadie se acuerda de nadie”. Tras esa explosiva incursión, una sola luz recortó su figura para aportar un clima intimista en “Acompáñame a estar solo”. El vídeo en las pantallas lo mostraba caminando en medio de la lluvia. Todo un osado este Ricardito.
En las plateas, cuyo promedio registraba a uno o dos hombres con caras largas cada 15 mujeres, se apreciaban carteles de la talla: “No tenemos 40 pero entre las dos llegamos igual”, o “20 de vida + 20 de mujer, señora de las cuatro décadas”. Al final, en esa competencia por ser elegida para subir al escenario en el clásico tema lo ganó una mujer que había cumplido los 40 pocos días atrás.
No obstante, las demás, en una avalancha de piropos rescataron algunos saludos del cantante y sobre todo, las canciones de exquisita manufactura en rima y en picardía. “Desnuda”, “Te conozco” (recreada a modo de carta mecanografiada), “Historia de taxi” o “Dime que no”. Su perfil de desdichado también sobrevoló con astucia por el repertorio: “Sin ti, sin mí” (sólo con el guitarrista), “Tocando fondo” y “El problema”. No faltó su veta política con “Si el norte fuera el sur”.
Uno de los mejores pasajes, tras adornar un oso de peluche con una bombacha, resultó la solicitud de la veta temática del cancionero a la propia audiencia. “Para vengarnos del tiempo que no nos hemos visto (no recordaba si eran 2 ó 3 años), vamos a tocar lo que a ustedes le plazca”, dijo. Ente las opciones, las mujeres al unísono eligieron aquellas que reflejan “el vía crucis por las que debemos pasar los hombres para conquistarlas”. Allí y con sus músicos dispuestos a modo de conjunto de cámara, interpretó: “El demonio en casa”, “Buenas noches Don David” y una de sus primeras, “Casa de locos”. Ahora, ante el pedido de “mover la colita”, el hombre declinó elegantemente. Ante todo es un caballero en el arte de la seducción.
Juan Ramón Seia
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